Controla lo que comen, prohíbe que tengan móvil, hace que lean literatura culta, las aparta de su abuela, es sobreprotectora… La reina Letizia suele ser objeto de infinitos rumores sobre el modo de educar a sus hijas, una tarea en la que el rey Felipe, si nos guiáramos solo por la información que aparece en algunos medios, no tiene ni voz ni voto. Su relación con la princesa Leonor y la infanta Sofía se ha convertido en un factor importante en la valoración que los ciudadanos tienen de doña Letizia, a menudo cuestionada por su supuesto carácter perfeccionista.
Doña Sofía, por el otro lado, es la más apreciada de la casa real. Su papel como abuela mediadora en los conflictos, punto de encuentro entre sus nietos y aliada de sus hijas en los momentos difíciles, la ha convertido en un factor clave para mantener una buena imagen de la Corona. Pocos tienen reproches hacia ella.
Pero ¿realmente fue tan diferente de Letizia cuando sus hijos eran pequeños? Un repaso a las principales biografías autorizadas por la familia real, testimonios de algunos habitantes de la Zarzuela y quizás la única entrevista que ha concedido la reina emérita revela algunos detalles sobre la esposa de don Juan Carlos que la muestran como una progenitora firme, preocupada por sus hijos, y con cierta predilección por el príncipe Felipe, a quien muchas veces consentía.
Una madre firme y protectora
Al igual que Letizia, mientras doña Sofía lideró la Zarzuela siempre quiso estar enterada de todo lo que sucedía en lo concerniente a sus hijos, como resulta lógico para una madre y más aún en una familia real con la responsabilidad de preservar la institución. Sofía ordenó que en todo momento hubiera un ayudante que acompañara al joven Felipe en las actividades que se desarrollaran fuera de la Zarzuela. "Quería tener un elemento de contacto y observación próximo en la zona, pero sin interferir en la organización de los programas ni inmiscuirse en los detalles de ejecución", apuntaba el tutor del entonces príncipe, José Antonio Alcina, en Felipe VI: La formación de un rey.
Podría decirse que su interés por mantenerse informada de los movimientos de sus hijos era casi tanto como el de su nuera. La mayoría de las decisiones debían ser consultadas con ella y no le gustaba que osaran desautorizarla, aunque se preocupaba por no parecer demasiado controladora. Una anécdota del primer campamento al que asistió Felipe, con 11 años, muestra muy bien el poder de autoridad, pero también de confianza, que tenía sobre su hijo. Según Alcina, a los monitores del campamento se les había ocurrido que los niños durmieran esa noche en tiendas de campaña al calor de una hoguera improvisada, y la idea no gustó al equipo de seguridad del príncipe, por lo que se ordenó que cancelaran los planes. Felipe se molestó y pidió telefonear a su madre, que dio la razón al tutor. En realidad, según se supo más tarde, a doña Sofía no le agradó que hubieran decidido por ella, pero quiso respetar la opción tomada en ese momento.
Su filosofía educativa
Como forma de celebrar o reprender a sus hijos utilizaba la fórmula del "premio y el castigo". "Los eduqué con ese criterio", reveló ella misma a la periodista Pilar Urbano. "Castigos leves, pero que les fastidiasen un poquito: ‘Anda, vete al cuarto de baño y piensas un rato, hasta que te arrepientas de lo que has dicho; entonces, vienes y pides perdón’ o ‘Tú este sábado te quedas haciendo los deberes y no ves la película’, o ‘La merienda con tus amigos queda suspendida, avísales y diles que por tu culpa no pueden venir porque estás castigado".
En general, el rey Juan Carlos fue algo más permisivo que Sofía en algunas cosas. Alcina recordaba aquel verano en el que los hermanos, recién entrados en la adolescencia, quisieron ir a la discoteca. Su madre pensó que era demasiado pronto y se negó. Pero su esposo insistió: "Sofi, déjales ir. No les va a pasar nada", y acabó convenciéndola.
Felipe, el niño de sus ojos
Es difícil no ver que doña Sofía tenía un trato especial para su hijo. Solía consentirle en casi todo y a menudo actuaba como escudo de sus travesuras. Alcina recuerda en su libro la primera vez que conoció al príncipe, cuando apenas era un niño de 10 años. "¡Felipe! ¿Has saludado al ‘Bigotes’?", le dijo don Juan Carlos, que puso ese mote al futuro tutor. Felipe le saludó y desapareció rápidamente al comedor sin dedicarle mucha atención. La reina, que había presenciado la escena, se disculpó ante Alcina: "Perdónelo, pero debe de venir hambriento del colegio".
Muchas veces miraba hacia otro lado ante determinadas cosas. En la fiesta de la boda de un familiar en Hannover, cuando Felipe tenía 13 años, sus ayudantes de cámara se asustaron al ver aparecer al joven con una gran jarra de cerveza. "Al estar presente la reina, decidimos no meternos en donde no nos llamaban. Doña Sofía no dio importancia al hecho, con lo que nos quedamos más tranquilos", rememoraba el mentor del príncipe en sus memorias.
Cuando Felipe se marchó a estudiar a Canadá, fue su madre quien viajó con él para ayudarlo a instalarse y conocer de cerca a sus profesores. "Durante el vuelo, de unas 10 horas de duración, charlaron los dos durante largo tiempo de muchas cosas íntimas y, con toda seguridad, el príncipe recibió los últimos consejos para la larga ausencia", compartió Alcina.
Aunque Felipe profesaba una gran admiración por su padre y a menudo lo imitaba (desde muy pequeño llevó reloj de pulsera en la mano derecha igual que él), la confianza que tenía con su madre era mucho mayor. Algo normal, por otra parte, en una época en la que la figura paterna solía adoptar una postura más fría con sus hijos.
Esta estrecha relación entre madre e hijo ha durado toda su vida. Sofía presume de haber sido la primera en adivinar que estaba saliendo con Letizia Ortiz. Comenzó a sospechar cuando durante un verano en Marivent su hijo empezó a levantarse pronto de la mesa para ver el telediario de las tres todos los días. "¿Qué tendrá el telediario de las tres?", se preguntaba Sofía, hasta que se dio cuenta de que lo que interesaba a su hijo no eran las noticias, sino la mujer que las presentaba.
¿Y las infantas?
Una de las situaciones más difíciles de manejar fue la posición de sus hijas, mayores que Felipe y relegadas a un segundo plano por las leyes de sucesión. En sus dos primeros partos, doña Sofía tuvo que lidiar con la decepción de su marido por no haber engendrado a un varón. Las niñas, durante toda su infancia y adolescencia, se vieron obligadas a vivir a la sombra de su hermano pequeño.
Mientras que Felipe recibía los mejores regalos y acaparaba la atención de la prensa, con Elena y Cristina era muy diferente. Ante esto, el papel de Sofía fue esencial. Alcina lo ilustró muy bien con un solo ejemplo. Un día que la familia fue de visita al Observatorio de Madrid, el director obsequió a Felipe con "un libro sobre el Universo, una brújula japonesa y un libro de fotografías de Júpiter tomadas por la NASA desde la nave Voyager". A las niñas solo les dio una caja de bombones. Se ve que su madre las había educado bien para que no sufrieran ante este tipo de situaciones, porque "no descompusieron el rostro lo más mínimo", recordaba el tutor.
¿Llevaba bien la infanta Elena el haber sido desplazada por su hermano Felipe en el orden de sucesión al trono? Ante esta pregunta de Pilar Urbano, la reina emérita contestaba: "¡Como yo! Las dos hemos vivido una situación idéntica. Cuando nace Felipe, mi marido no es rey, ni siquiera ha sido designado heredero. Pero ya desde niñas van sabiendo que el día que su padre reine, el inmediato sucesor será su hermano varón. Es lo mismo que yo viví desde pequeña".
En el tema de la educación, las distinciones entre los tres hermanos eran más evidentes que en el caso de Leonor y Sofía. A diferencia de ellas, que van juntas al Rosales, los reyes eméritos optaron por llevar al heredero y a las infantas a colegios separados. Los padres se dividieron los papeles. Fue don Juan Carlos quien tomó las riendas de la exigente y elitista formación de su hijo, dejando a su esposa que se encargara de supervisar la educación de las niñas, menos ambiciosa.
La reina Sofía como abuela
Hoy que tiene nietos es cuando la reina Sofía ha reflexionado más sobre su papel como madre. "(A mis nietos) quizás les consiento mucho más que a mis hijos de pequeños", le confesó a Pilar Urbano. "Pero eso lo hacemos todas las abuelas del mundo. Tampoco consentirles mucho, aunque una como abuela pueda permitirse darles unos mimos que no les dabas a tus hijos (…) Con los hijos vives como una segunda vida, aunque te preocupan mucho porque quieres que todo lo hagan bien, y estás tan encima, que no te relajas…"
Hace unos años, cuando los nietos eran más pequeños, solía encargarse de organizarles los cumpleaños. Lo hizo con Victoria Federica, para la que montaba hasta una yincana en la Zarzuela. Ahora es la que los reúne en Mallorca en verano, aunque no esté la infanta Cristina, y también acude con ellos a musicales. Una perfecta estrategia de imagen, porque ¿quién puede criticar a una abuela?
Artículo publicado en Vanity Fair el 27 de enero de 2019 y actualizado el 2 de noviembre de 2019.
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