En enero, doña Letizia estrenaba el año vestida de un intenso azul profundo. Aquel imponente abrigo-vestido que escogió para la Pascua Militar (y que combinó, por primera vez desde la fiesta previa a su boda, con los pendientes de perlas y zafiros regalo de los reyes eméritos) parecía abrir un nuevo capítulo en su armario, dominado por un uso intencional del color. En muchas ocasiones se dice que cuando Letizia calla, su ropa habla: el ejemplo perfecto es un evento como este, en el que no podemos escuchar su voz, pero sí fijarnos en su lenguaje no verbal. Con atuendo tan magnífico como aquel, imposible no fijarse en su imagen.
Poco tiene que ver aquella fotografía con la última distribuida por la Casa Real: traje discreto, maquillaje discreto, sobriedad. Lo que ha pasado entre una foto y otra es de sobra conocido: la crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19 ha exigido un cambio de imagen acorde a la situación.
Letizia, antes y ahora
Desde su primera aparición desde la declaración del estado de alarma, para una videoconferencia con el presidente de Mercadona, en los últimos dos meses la reina ha elegido la sobriedad como lenguaje. A fuerza de monotonía ha conseguido que el discurso no lo lleve su atuendo, sino su agenda. Con la chaqueta americana convertida en uniforme, y el zapato plano sustituyendo a sus siempre comentados tacones, no ha salido de los tonos oscuros, del peinado más correcto ni de la formalidad. Su imagen es tan lineal y tan contenida que cuesta dar contexto a la foto a través de su ropa. Sus únicos complementos reseñables, cuando ha salido de Zarzuela, una mascarilla de protección desechable y guantes de látex. Se puede prever que en los próximos meses tampoco deslumbre con sus anteriores cambios de estilo.
Este rigor necesario contrasta con la senda en la que transitaba solo unos meses atrás. Al vestido azul de inicios de año le siguió una alegre selección de atuendos. Comentadísimo fue el vestido con estampado de leopardo que llevó en Écija en febrero (firmado por Victoria Beckham), o el comentadísimo vestido floral de Maje con el que inauguró junto al rey la edición de ARCO 2020.
A medida que terminaba el invierno, las flores fueron ganando espacio en su vestuario. También llegaron los lunares, blancos sobre fondo negro y al revés, negros sobre blanco. Y el rojo, mucho rojo, con toda la simbología que tiene este color.
Incluso sus trajes más sobrios, los de pantalón y chaqueta, fueron avanzando la llegada de la primavera: rosa pastel, verde suave… Colores luminosos, prendas con gancho y tacones muy finos definían el estilo de la reina. Incluso en las ocasiones más formales dejaba un espacio a la fantasía. Capítulo propio merecen los retratos oficiales de los reyes en febrero, cuando la reina repitió su aclamadísimo vestido fucsia de Carolina Herrera con el que deslumbró en la la entronización del emperador Naruhito en Japón.
También había fantasía en la capa de cachemira y cuello de piel de Carolina Herrera que llevó a la ceremonia de apertura de la legislatura en el Congreso de los Diputados o su último viaje antes del confinamiento, en París, donde a su sobrio traje azul marino añadió el collar más valioso del joyero real.
Aquel collar de perlas fue el último guiño de Letizia a la moda. Veremos cómo la nueva normalidad perfila la nueva imagen de la reina.
En imágenes
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