Lady Pamela Hicks ha revelado la forma en la que la madre del príncipe Felipe de Inglaterra, la princesa Alicia de Battenberg, intentó llevar a Inglaterra a las cuatro hijas del zar Nicolás II de Rusia, las princesas Olga, María, Tatiana y Anastasia, tras el golpe de Estado leninista y la abdicación del zar. Las cuatro jóvenes tenían un hermano pequeño, el aparente heredero, Alekséi Nikoláyevich Románov.
“La princesa Alicia escribió a Lloyd George, no recuerdo si era Primer Ministro de Inglaterra en el momento, pero era la persona apropiada a la que escribir”, dijo en el podcast de su hija India Hicks. “Se dio cuenta de que no tenía forma de reclamar nada para el joven, pero dijo ‘mi marido está retirado de la marina, vivimos de forma muy tranquila en la isla de Wight, ¿sería posible que me quedara con las niñas y cuidar de ellas?’. La respuesta fue que no, no sería posible. Todos pensamos que era muy duro”.
El rescate del zar y su familia también tuvo un gran peso entre las intenciones del rey Jorge V de Inglaterra, primo del zar (y su mujer Alexandra), con quien guardaba un gran parecido físico. En su infancia estuvieron unidos, pero se separaron con los años. A pesar de ello, en sus cartas privadas, expresaba su horror por los acontecimientos sucedidos en Rusia. Aunque quería ayudar a la familia, era incapaz, en gran medida como consecuencia del sentimiento antialemán que arrasó el país tras la I Guerra Mundial (Alexandra era alemana de nacimiento) y por la forma de la prensa de tratar a su primo como ‘Nicolás el Sangriento’.
Otras familias reales en Europa –todas interrelacionads gracias a la propensión de la reina Victoria a casar a sus hijos con otros miembros de la realeza–, incluidas España, Dinamarca, Suecia y Noruega, consideraron ofrecer asilo a los Romanovs, pero ninguna lo hizo.
En cambio, el 16 de julio de 1918, la familia fue despertada en mitad de la noche y conducida hasta el sótano de la casa Ipatiev en Yekaterinburg, donde se encontraban retenidos como rehenes por el Ejército Rojo. Los soldados bolcheviques anunciaron la ejecución de la familia por traición, disparando y matando al zar y a su mujer de forma instantánea. Trágicamente, los niños no murieron en el momento y fueron apuñalados y golpeados hasta la muerte, –las joyas familiares que llevaban cosidas en su ropa les protegieron de la primera ronda de disparos.
Después de los asesinatos, se especuló que una de las hijas, Anastasia, había sobrevivido. Muchas impostoras trataron de abrirse camino entre los corazones de los familiares del zar después de la guerra, algunos de los que habían conseguido escapar hasta otras ciudades europeas. La más famosa, Anna Anderson, resultó ser un fraude cuando en 1991 el príncipe Felipe, pariente de sangre del zar y la zarina, dio su ADN para compararlo con el de ella.
La madre de Felipe fue conocida por su trabajo de caridad, renunciando a su vida como ‘royal’ por una cuidando a enfermos y mayores como monja en Grecia. También salvó a una familia entera de judíos de los Nazis, escondiéndoles en una de las residencias reales en Atenas. Como contó al diario The Guardian Evy Cohen, la nieta de una de las personas a las que salvó, “lo que hizo la princesa Alice fue salvar a toda la familia. Claramente yo no estaría viva, no estaría aquí, no habría nacido de no ser por ella”.
Artículo publicado en Tatler y traducido por Paula Peña. Acceda al original aquí.
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