La reina Isabel I poseía centenares de vestidos diferentes de seda, decorados con perlas, delicados bordados y demás artificios. La única constancia que nos queda de todos estos ropajes es gracias a las pinturas, que sí han permanecido en el tiempo.
Las pertenencias de la icónica monarca se perdieron en la revolución inglesa cuando, a mediados del XVII, fueron puestas a subasta. Desde entonces las piezas se dispersaron y encontraron dueños particulares que no debieron conservarlas correctamente al pasar de generación en generación.
Hasta ahora. Un grupo de especialistas afirman que la tela bordada con hilos de oro y plata colgada en el altar de la pequeña iglesia de St. Faith, en Herefordshire (Gales) durante varios siglos perteneció a la monarca. Sin ir más lejos, la restauradora Eleri Lynn ha bautizado el hallazgo como ‘Santo Grial de la moda’, lo que da una idea de su importancia.
Al encontrarse con la pieza, la restauradora supo que tenía un valor incalculable al tratarse del único vestido de Isabel I que se conserva. Lynn identificó en la tela el diseño floral típico del SXVI, además, al estar realizado con fibras de plata y oro solo podían llevarlo la propia monarca o miembros directos de la familia real. En la tela también hay bordados motivos animales, pero se ha determinado que se añadieron con posterioridad.
El tejido se expondrá junto con el famoso retrato Rainbow de la reina Isabel I, en el que la vestimenta de la monarca parece estar hecha con esta seda en concreto. Gracias a las más de 1.000 horas de restauración, el atuendo está disponible para ser expuesto en el palacio de Hampton Court, una propiedad que la familia real británica no ocupa desde el SXVIII.
Tener un traje que perteneció a la dinastía de los Tudor con una relación tan cercana a Isabel I es algo realmente extraordinario. Las prendas que llevaron estos monarcas eran tan caras que pasaban de generación en generación o incluso se reutilizaban para otros utensilios como manteles o cortinas. Todos los tejidos que han vuelto al palacio de Hampton Court anteriores al reinado de Carlos II fueron vendidas por Oliver Cromwell, y solo han sido encontradas dispersas por diferentes lugares.
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