¿Qué estaba haciendo Rocío Flores hace un año? Es difícil de saber. Sus redes sociales han dejado poco rastro en los últimos años, porque a optado por apostar por esos ‘stories’ que se borran a las 24 horas, aunque los amontone en carpetas en la parte superior de su perfil. Vaya usted a saber… Sí podemos afirmar que estaba igual de enamorada de Manuel Bedmar, su pareja desde hace tres años, que lo que vimos en ese reencuentro días atrás, después de tres meses sin verse.
También que le tenía un cierto pudor ponerse delante de una cámara que se ha ido quitado de manera paulatina (y con un gran trabajo de Jorge Javier Vázquez, por qué no decirlo) a la hora de tranquilizar a la joven cuando han coincidido en plató. ¿Quién no recuerda cómo se tapaba la cara con el pelo aquel día que fue a recibir a su tía Gloria Camila, cuando regresaba de la edición de ‘Supervivientes2017’?
Lo hizo por ella. Contestó de manera sutil y velada. Dejó que le viéramos la cara, que no reflejaba otra cosa que una timidez desmesurada y un miedo por moverse en un terreno en el que sus pies no parecían asentarse con firmeza. Y han pasado ya tres años de aquello. O solo tres años.
Sí, solo tres años entre esa imagen y la que está dando en Honduras (ahora ya en ese resort de lujo a las afueras de Madrid donde se hospedan los finalistas). Entre aquella niña que no quería mostrarse ante el público y la que, hoy, roza con la punta de los dedos ese maletín de ganadora de un ‘reality’ que reúne delante de la pantalla cada jueves a millones de telespectadores.
Rompiendo el cascarón
¿Qué ha cambiado? Lo primero, que en su casa se han ido cerrando capítulos judiciales, que quiera el lector o no, eso influye como losa. Esos enfrentamientos que han puesto cara a cara a sus padres, que siguen litigando, y ante los que la joven no lo ha pasado bien. Principalmente, porque ha visto sufrir mucho a su padre, que es una de sus debilidades. Pero también, y tal y como se ha podido desprender de su comportamiento en el concurso, porque pueden haber abierto una brecha aún mayor entre ella y su madre.
Ojo, que la niña ha intensificado el tono de esas peticiones, convertidas en los compases iniciales casi en cantos desesperados, a su madre para un acercamiento que no parece que vaya a ser. Al menos, no con esas cámaras de por medio ante las que ella se ha acostumbrado. Con las que ya no se siente una extraña. Un hábitat que ha demostrado saber manejar a las mil maravillas. Las mismas ante las que, ahora, igual tiene que explicar cómo es eso de la sentencia que salió a la luz justo cuando ella ponía un pie al otro lado del mundo y que no la dejaba en buen lugar en esa disputa que supuso el principio del fin con su madre. Desde hace ocho años, hasta hoy.
Rocío ha pasado del mutismo más absoluto sobre su familia, a ir dando pinceladas de un sufrimiento que algunos han asegurado llevaba por encima el disfraz de la estrategia. Si así fuere, enhorabuena: ha funcionado. Porque esos arranques de sinceridad y de dolor por no haber contado con la figura de su madre biológica, han llevado a Rocío a mostrarse tal cual es, con sus ataques de ansiedad incontrolables, pero también con una ternura que no se le ha escapado a nadie.
La madurez
Empezando por sus compañeros de aventura. Hace unos días, todos los que aún quedaban en suelo sudamericano, coincidían en que, si alguien les había hecho fácil la convivencia, esa era Rocío. Subrayaban que siempre tenía una sonrisa de amabilidad con la que suavizar la dureza del concurso. Una ternura y una amabilidad escondidas detrás de ese caparazón que se ha construido para defenderse de las cornadas de la vida y de un carácter que también hemos visto.
un año atrás no estaba preparada para esta presión
Del mismo ya dio cuenta durante la defensa de su padre en el plató de ‘GH VIP‘. En septiembre. Fue ahí donde empezó todo. Done Jorge Javier cogió de la mano a una niña que, efectivamente, un año atrás no estaba preparada para esta presión. Su padre lo vio y se opuso a su marcha a Honduras. Quizás exhibiendo su papel de protector, pero llevando razón como quedaba demostrado en los estudios de Fuencarral.
Rocío ha crecido mucho durante este tiempo. Ha madurado. Se ha convertido en un personaje más allá de la sombra de unos padres que saben lo escarpado que es el terreno de la fama. Ella ha mantenido un discreto y semianónimo segundo plano que podría ser historia. Con este paso adelante, quedan atrás muchos complejos (no nos referimos a los físicos, de los que también se ha desprendido con la pérdida de peso, casi 16 kilos, en el ‘reality’).
Nace un nuevo rostro de interés. Capaz de narrar su historia de manera apasionada. ¿Quién diría que es nieta de la mismísima Rocío Jurado? Con ella, se perpetúa esa especie mediática de un clan que siempre fue televisivo.
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