Fue un anuncio inesperado pero esperado, sorprendente pero cuidadosamente programado. El rey Juan Carlos ha abandonado ya la que fue su casa durante seis décadas, el palacio de la Zarzuela, rumbo a Santo Domingo, donde se refugia ante la repercusión pública de “ciertos acontecimientos pasados de su vida privada”. Su carta al rey Felipe VI no se extiende en explicaciones, y mucho menos se refiere a la reina Sofía, convertida ya definitivamente en un verso suelto en la familia real española. Probablemente el relato histórico de su papel cambiará para siempre debido a las revelaciones acerca de la vida del rey emérito. Paradójicamente, su día a día no va a cambiar demasiado.
En estos momentos, Doña Sofía se encuentra ya en Palma de Mallorca, donde pasa sus vacaciones desde los años 70. Como cada verano por estas fechas, se ha instalado en el palacio de Marivent junto a su hermana Irene, durante años acompañante a la sombra de la Reina y desde la abdicación de Juan Carlos visible e inseparable compañera. La hija pequeña de los reyes Pablo y Federica de Grecia es el apoyo insustituible de Sofía, con la que comparte su pasión por la música clásica y las compras. En los últimos días en Palma ambas se han mantenido en Marivent, sin acudir a las tiendas, mercadillos y paseos que suelen frecuentar cada año. Ahora sabemos por qué.
Aunque el anuncio del exilio del rey emérito ha sido recibido como una decisión histórica, todos los esfuerzos de la Casa Real están dirigidos a minimizar las consecuencias institucionales. De hecho, las vacaciones de la familia real continuarán como estaba previsto y el papel de la reina emérita será el mismo que se designó tras la abdicación del rey Juan Carlos hace seis años: seguirá con su mínima agenda institucional y las labores de la fundación que lleva su nombre. Se constata ahora lo que ya era un secreto a voces: que su vida transcurre desde hace años absolutamente al margen de la del que aún es su marido.
Frente a las tormentas que las actividades del rey emérito han desatado en los últimos años, la imagen de la reina Sofía ha sido siempre el puerto seguro de la monarquía española y su discreción y sentido del deber para con su cargo ha contado con el reconocimiento de su hijo. Será complicado, por no decir imposible, encontrar un gesto que traicione los auténticos sentimientos de la reina emérita en este momento clave para la familia real española: su sentido del papel institucional que aún juega y su educación misma impiden que transluzca ninguna emoción.
La rumorología apunta que la reina Sofía está tan triste como cuando su hermano Constantino de Grecia tuvo que exiliarse en 1974, cuando un referéndum instauró la república en su país. También podría haber hecho mella en su estado de ánimo la tormenta de revelaciones sobre la vida íntima del rey emérito, constatación de una vida sentimental poco gratificante debido a las infidelidades de su marido y aquejada últimamente de preocupaciones añadidas debido a las tensiones ocasionadas por la relación de sus hijas, las infantas Elena y Cristina, con el rey Felipe VI, o incluso por su misma relación con Letizia.
Al hacerse públicas las relaciones sentimentales de Don Juan Carlos y hacerse evidente el divorcio sin divorcio de los reyes eméritos, las fotografías oficiales, apariciones institucionales y momentos de familia de los reyes eméritos reaparecen bajo una nueva luz, que desvela su función de trampantojo. Difícil no contemplarlas como una ficción que, a la postre, ha sido incapaz de sostener la imagen de familia normal que siempre se ha querido dar de los reyes de la transición. ¿Por qué no se divorció en su momento la reina Sofía? Lo cuenta Pilar Eyre, novelista y periodista experta en la Casa Real, en la revista ‘Lecturas’.
Eyre desvela la conversación entre la reina Sofía y su madre, la reina Federica, cuando con 37 años supo de las infidelidades de su marido. Ante la posibilidad de un divorcio, la reina Federica, le dijo: «No lo abandones nunca, no dejes de ser reina… ¿Quieres ser como yo, una reina sin reino, una paria que tiene que vivir de la caridad de los demás, y que ha tenido que venir a la India porque nadie me aguanta?». Parece improbable que la reina emérita dé ahora el paso del divorcio, aunque desde la abdicación es su hijo el que protege su figura pública.
El rey Felipe ha reconocido desde siempre que su madre es una referencia para él. En diciembre de 2018, en el homenaje por el 40 aniversario de la Constitución, ensalzó “el apoyo permanente y comprometido” de su madre un mes después de cumplir 80 años. En mayo de 2017, le expresó su “reconocimiento y admiración” por “el gran ejemplo” que ella suponía y por la “humanidad y compromiso” demostrados en favor de los más desfavorecidos.
No se equivocó el rey emérito con sus declaraciones durante la petición de mano de Sofía, el 12 de septiembre de 1961. Fue en el hotel Beau Rivage de Lausana, la residencia de la reina Victoria Eugenia, abuela de Don Juan Carlos. Cuando los periodista le preguntaron al futuro novio porqué había elegido a la princesa griega, este dijo: “Amo a la princesa Sofía desde el primer momento en que la vi. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una Corona Real”.
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