Al igual que ha hecho su hijo Felipe con la herencia del rey Juan Carlos, la reina Sofía renunció a lo que le pudiera pertenecer de sus padres, los reyes Pablo y Federica de Grecia, hace más de 20 años. La hoy emérita decidió quedarse a un lado y ceder sus derechos a sus hermanos, Constantino e Irene, cuando éstos emprendieron una batalla judicial contra el estado de Grecia en 1994. Ese año, el que fuera primer ministro socialista de la República Helénica, Andreas Papandreu, promulgó una ley para confiscar los bienes que pertenecieron a la derrocada familia real. Las propiedades incautadas fueron las 16.800 hectáreas de la finca donde se levanta el hoy destartalado palacio real de Tatoi, su residencia habitual, a 27 kilómetros de Atenas; unos terrenos de unas 14.000 hectáreas en Polydendri, al norte del país, y Mon Repos, el palacio de verano ubicado en la isla de Corfú. Los abogados que asesoraron a la familia de doña Sofía en este litigio cifraron el valor de las propiedades en 470 millones de euros.
Tras agotar las posibilidades en los diferentes órganos judiciales del país, Constantino, Irene y su tía paterna, la princesa Catalina, recurrieron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. En el año 2000, hubo una primera sentencia a favor de la familia en la que obligaba al Ejecutivo griego a devolver las propiedades confiscadas. El tribunal otorgó un plazo de dos años para que ambas partes negociaran pero, pasado ese tiempo y ante la falta de acuerdo, Estrasburgo estableció una indemnización millonaria de más de 13 millones de euros para la familia. Constantino recibió 12 millones de euros; la princesa Irene, 900.000 euros, y la princesa Catalina, 300.000 euros. En teoría, Doña Sofía no percibió ninguna cantidad ya que no formó parte del litigio.
Según recuerda Rebeca Quintans, en Juan Carlos I: La biografía sin silencios, el proceso fue muy polémico en Grecia, ya que el dinero que el Estado tuvo que abonar a su antiguo monarca se sufragó con el dinero procedente del Fondo de Desastres Naturales. El interés de la familia siempre fue recuperar los inmuebles familiares. Especialmente el palacio de Tatoi, donde se encuentra el panteón familiar y están enterrados los progenitores de la reina Sofía, Pablo y Federica de Grecia. Con ese dinero, Constantino montó la fundación Ana María de Grecia.
El rey Constantino llegó al trono con 23 años en 1964, tras la muerte de su padre, el rey Pablo de Grecia, a los 63 años a consecuencia de un cáncer de estómago. Reinó durante tres años hasta su exilio en 1967 tras haber apoyado en un primer momento el golpe militar de los llamados coroneles. Primero se instaló en Roma; más tarde, en Londres. En 1974, el país se convertía en una república mediante un referéndum. Constantino y su familia abandonaron el país sin nada. “La familia real griega no era especialmente rica. Habían tenido que marchar al exilio durante la Segunda Guerra Mundial a Sudáfrica”, explica Luis María Anson.
Aparte de los palacios mencionados, los Grecia disponían de otras propiedades que pasaron a las manos del Estado durante la dictadura militar o años después de su caída. Entre los inmuebles destacaban: cuatro edificios en Atenas, un pequeño palacio en la calle Herodes Atticus de la capital en las traseras del palacio real; el palacio de la duquesa de Placentia, un monasterio y una villa en Psychiko, donde nació Sofía. En 1991, el rey Constantino pudo recoger el contenido del palacio de Tatoi: 100.000 piezas valiosas, entre ellas, 17.500 libros de alto valor, 13.100 objetos de oro y plata, muebles antiguos, joyas, pinturas, estatuas, iconos bizantinos…
En el año 2007, Constantino decidió monetizar algunas de esos objetos a través de la casa de subastas Christie’s. Se trataba en concreto de la colección de 850 piezas de su bisabuelo, el rey Jorge I, entre las que destacaba "una extraordinaria selección de piezas de plata y objetos de Fabergé, junto a muebles, obras de arte, jade y porcelana china y cuadros". Los huevos de la marca Fabergé son una de las piezas favoritas de la reina Sofía. Constantino consiguió 14 millones de euros de la subasta. Una sonora cantidad que se sumaba a los 12 millones de la indemnización. En total: 25 millones de euros de herencia. En teoría, Doña Sofía tampoco obtuvo beneficio de esta subasta. Pero, a lo que la reina emérita nunca renunció fue a algunas joyas de su madre. Por ejemplo, un colgante de rubí que perteneció a la reina Federica y que la esposa de don Juan Carlos luce en las ocasiones más especiales, como el día de la coronación de Felipe VI. Esa es al menos la versión oficial.
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