La actual heredera al trono de Bélgica, la princesa Elisabeth, se parece asombrosamente a su bisabuela la reina Astrid de Bélgica, tal y como apuntaba esta semana un usuario de Instagram. La primera es la primogénita del actual rey del país, Felipe de Bélgica, que accedió al trono tras la abdicación del rey Alberto II, a su vez abuelo de Isabel e hijo de Astrid. La de la antepasada de la joven es una historia mucho más complicada.
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Mientras que cuando acceda al trono, la duquesa de Brabante se convertirá en la primera reina belga de la historia -la ley sálica cambió en 1991 para permitir el reinado de mujeres-, Astrid de Bélgica tan solo fue reina consorte: ella había nacido princesa de Suecia, pero había sido muy amada por el pueblo belga, que la acogió con los brazos abiertos. Nacida en 1905, en el palacio de Estocolmo, fue hija del príncipe Carlos de Suecia, hermano del entonces rey Gustavo V de Suecia. Por parte de madre también estaba emparentada con otra casa real europea, la de Dinamarca, pero a pesar de tener hasta la última gota de sangre real, sus padres decidieron educarla y criarla en el contexto burgués. Así, Astrid aprendió a cocinar y la cercanía con la gente de a pie era algo natural para ella.
Su relación con Leopoldo comenzó gracias a la madre de éste, quien lo envió a tierras escandinavas para que conociera a la carismática nieta de los entonces reyes de Suecia y Dinamarca. Su naturalidad fue lo que le bastó a Astrid para ganarse el corazón de los belgas desde el momento en el que aterrizó en la capital: compraba el pan y ropa en tiendas normales ella misma y en ocasiones daba paseos en bici entre el palacio y sus lugares de destino.
Desafortunadamente, sus nietos nunca llegarían a conocerla. Cuando falleció, sus hijos aún eran niños. Ocurrió durante un viaje privado a Suiza, país que visitaron bajo el pseudónimo de Rethy para conservar su privacidad. En su último paseo en coche, la pareja no sabía la ruta a la perfección, por lo que Astrid tuvo que abrir un mapa y preguntar a Leopoldo. Cuando este giró la cabeza para observarlo, perdió el control del vehículo. El coche se desvió del camino hasta estrellarse contra un árbol y provocar una explosión, que hizo que Astrid saliera despedida atravesando el cristal del parabrisas. Mientras que Leopoldo tan solo resultó herido leve, las suyas fueron de gravedad y falleció en los brazos de Leopoldo mientras que recibía la Extremaunción de urgencia.
En el momento del accidente, Astrid se encontraba embarazada de su cuarto hijo, aunque la noticia todavía no había sido desvelada porque se encontraba en un estadio inicial de la gestación. Además, hacía tan solo un año que había fallecido el rey Alberto, suegro de Astrid, por lo que Leopoldo llevaba tan apenas unos meses ejerciendo como rey cuando su consorte perdió la vida.
La repentina muerte de la reina consorte causó una fuerte conmoción en el país, que fue mucho más dura para el propio rey. Leopoldo de Bélgica no quiso montar en el vehículo que estaba previsto para llevarle durante el funeral de su mujer y decidió acompañar a pie al féretro –a pesar de cojear y llevar un brazo en cabestrillo, consecuencia del accidente– hasta el castillo real de Laeken, donde fue enterrada en la cripta familiar.
"Bélgica llora hoy a una Reina cuya juventud, gracia y bondad, supieron conquistar al pueblo", anunció el gobierno. "El país se encuentra en la más grande consternación, compartiendo con su Rey, y con toda la familia real, el gran pesar que no es sólo de los Reyes, sino de toda la nación". Y dos millones de personas desfilaron por delante de su ataúd en el palacio de Bruselas durante cuatro días; el accidente había conmocionado a Europa.
Tal y como ha pasado con otros iconos de la realeza que se han ido de forma trágica, por ejemplo la princesa Diana, Astrid de Bélgica también pasó a la historia como un icono de belleza y una mujer adorada por todos. Elegante, bella, solidaria o ingenua son algunas de las palabras que la definen, de una forma parecida a como lo hacen sus diferentes apodos: Su tío, el rey de Suecia, la llamaba "el regalo del cielo", y los belgas la "princesa de las nieves" o la "belleza del Norte".
Ahora, la vida de la joven Elisabeth, de 18 años, guarda ciertas similitudes con la de su antepasada, aunque también diferencias. Mientras que Astrid creció en compañía de la gente mundana, Isabel ha sido educada alejada de la sociedad corriente y con las estrictas normas de palacios en cuanto a seguridad y protocolo. Sin embargo, la devoción que la gente siente por ellas no es diferente. Elisabeth tiene a su madre como ejemplo de elegancia y diplomacia, un modelo que sigue a la perfección. Sea por su estilo o por su carisma implícita, desde que aparece de forma más acusada en público se ha ido ganando a pasos agigantados a los ciudadanos de su país, casi de la misma forma que lo hizo su bisabuela.
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Parecidos reales: Leonor y Victoria Luisa de Prusia, como dos gotas de agua. ¿A quién han salido otros 'royals'?
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