Cómo y por qué Carmina Ordóñez, la Duquesa de Alba y la Reina Sofía convirtieron la romería del Rocío en un mito que queda totalmente fuera del alcance de las influencers

La segunda primavera de la pandemia se va a parecer, a no ser que ocurra un milagro, mucho a la primera: no habrá Semana Santa, ni ferias ni festivales ni romería del Rocío. Nos quedan, eso sí, las imágenes de las fiestas pasadas, un refugio para la memoria y un disfrute total para los amantes de la cultura pop y las páginas de crónica social. De no ser por la covid-19, la romería del Rocío se hubiera celebrado este año del 20 al 24 de mayo, el tiempo que le lleva a los peregrinos a pie, caballo o carreta llegar a la ermita del Rocío, en Almonte (Huelva), y sacar a la Virgen a hombros para que visite las distintas hermandades que le rinden culto. Entre ellas, la hermandad de Triana con la que caminaba CarminaOrdóñez, la reina del Rocío.

Se trata de un evento religioso y popular, pero desde siempre ha seducido también a aristócratas y famosos. En pleno siglo XVI, el Duque de Medina Sidonia Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Señor de Almonte ya se confesaba devoto de su Virgen local. No es tan extraño que Cayetana de Alba hiciera varias veces el camino de El Rocío. La Duquesa de Alba y la Reina Sofía fueron dos de las más insignes romeras que recuerda el siglo XX. La recordada Cayetana de Alba siempre fue una apasionada de la cultura flamenca en todas sus expresiones: cante, baile, ferias, caballos y, por supuesto, la romería andaluza por excelencia. Ella fue, probablemente, la Grande de España que más se dejó seducir por la cultura flamenca y que mejor la publicitó.

La Reina Sofía también quiso vestirse de flamenca y acudir a Almonte en varias ocasiones, primero recién casada en los años 80 y más tarde con sus hijas, las infantas. Ambas fueron ingrediente necesario en la fórmula que convirtió al Rocío en un mito de la cultura pop del siglo XX: la sangre azul que se mezclaba con el pueblo por religiosidad y por fiesta.

El segundo ingrediente clave en la mitificación pop de la romería del Rocío fueron las famosas andaluzas, estrellas de la prensa del corazón de la época. Todas caminaron a Almonte, pero solo una se convirtió en la reina del camino: Carmen Ordóñez. Carmina aprendió la ruta junto a su madre y su hermana, Belén Ordóñez, y siguió acudiendo a su cita romera durante toda su vida. De hecho, una de las imágenes más icónicas de esta festividad retrata cómo Juan el Golosina, amigo y compañero de Lola Flores y familia, le lava los pies con cerveza en 2001.

Aunque, quizá, la imagen rociera más emblemática del pasado siglo sea esa en la que vemos a Carmen Ordóñez en el paso del río Quema, vara en la mano, falda levantada y el rostro sin una gota de maquillaje, tras una jornada de sol y polvareda. Hacía el camino con la hermandad de Triana en 1995, a los 40 años. Ya tenía muchos caminos a la espalda y también muchos romances: en el Rocío conoció a sus dos últimos maridos, Julián Contreras y Ernesto Neyra, y a su última pareja, Pepe El Marismeño.

Con Carmina Ordóñez se afianzó el Rocío como gran cita de los famosos flamencos: tomó el relevo a las folclóricas de la generación anterior (de Juana Reina a Lola Flores) y, junto a sus amigas Lolita o Charo Vega, convirtió la caminata religiosa en un acontecimiento lleno de glamour para los paparazzi. Pronto, los vídeos y fotografías con las noches festivas del Rocío lo convirtieron en un destino de fiesta aspiracional. Tras su muerte, Isabel Pantoja tomó el relevo como la famosa rociera por excelencia, aunque su manera de promocionar la Virgen de Almonte y sus circunstancias fue bien distinta.

Aunque Isabel Pantoja hizo el camino casi tantas veces como Carmina Ordóñez, fue casi siempre opacada por esta. Solo cuando la cantante entremezcló sus avatares biográficos con el Rocío comenzó a llamar la atención. Caminó junto al galán de culebrones Osvaldo Ríos, bebió agua con misterio y bailó sevillanas con María Jiménez (otra fiestera importante del camino), bautizó en el río a su Chabelita, con María del Monte a su lado; y, por supuesto, presumió de alcalde creyéndose aún inalcanzable por Hacienda y la justicia española.

Hoy, las nuevas generaciones de famosos y, sobre todo, las influencers contratadas por las firmas de moda flamenca tratan de llenar el hueco que han dejado estas mujeres en El Rocío. Sin embargo, el relevo es imposible. Media un abismo entre la utilización del camino como escenario pintoresco que vemos hoy en Instagram y aquella manera de vivir, a fondo y a tope, la fe y la fiesta de la romería rociera.Algo se ha perdido en el camino desde que estas mujeres, intensas y, a veces, salvajes, dejaron de recorrerlo.

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