Llegan los meses de verano y entonces nos acordamos de prestarles a los pies toda la atención que se merecen: realizamos rituales de belleza específicos para ellos, les aplicamos mascarillas y toda clase de cuidados. Durante el invierno han estado resguardados al calor de los zapatos y acomodados por los calcetines, pero cuando les llega el turno a las sandalias los pies se colocan directamente sobre el material del calzado y el roce puede provocar ampollas, heridas y rozaduras que después tardan días en curar. Unas jornadas en las que resulta difícil encontrar un zapato que no empeore el daño previamente ocasionado.
Ante esto podemos actuar con diferentes remedios, antes -si nos acordamos de frenar a tiempo la catástrofe- o después, para intentar calmar el daño que el deseado calzado de verano nos ha ocasionado.
En primer lugar, es importante tener algunas precauciones que probablemente nos salvarán de más de un dolor. Después de la ducha debemos secar los pies correctamente, prestando especial atención a los espacios entre los dedos. De esta forma no solo evitaremos crear el campo de cultivo idóneo para las rozaduras, sino también para los hongos y las infecciones.
Comenzando con los remedios más básicos, parece que la vaselina estas semanas está en todos lados, pero lo cierto es que este omnipresente cosmético también puede evitarte molestas rozaduras. Observa cuáles son los puntos de contacto del pie con la sandalia y aplica una capa generosa del producto. De esta forma, la piel no entrará en contacto directo con el calzado y no se producirá la irritación.
Algo más sofisticado es un producto que funciona de manera parecida y cuya fama le avala. Son las barritas protectoras en stick. Se trata de una especie de cera, que se aplica del mismo modo que la vaselina e impide el roce entre el calzado y la piel. Es un producto perfecto para llevar en el bolso y reaplicar si es necesario. Es conveniente conservarlo a una temperatura inferior a los 30 grados, pero si se derrite no pierde sus propiedades, se puede recuperar, poniéndolo en un lugar más fresco.
Otro factor a tener muy en cuenta cuando hablamos de rozaduras es el sudor. Dependiendo del material del zapato y de lo cerrado que sea este, el pie puede sudar excesivamente, una condición que da lugar a las rozaduras. Por tanto, mantener el pie seco es otra forma de evitar las ampollas y otros daños. Para ello, podemos aplicar sobre las zonas del pie que más rozan con los zapatos, por lo general, polvos específicos para mantener el sudor a raya, o simplemente polvo talco. Este cosmético tiene la capacidad de absorber -por eso también puedes usarlo sobre las raíces del pelo como champú en seco, en una situación de emergencia-. Y si no se produce el sudor, habrá muchas menos posibilidades de acabar la jornada con los pies doloridos.
Y si lo que necesitas es que tus sandalias sumen algún centímetro porque te quedan demasiado justas, nada como el viejo truco del congelador. Llena dos bolsas de agua y asegúralas muy bien. Ahora mételas dentro del calzado y todo ello en el congelador, al menos durante cuatro horas. El agua al congelarse ocupa más volumen y esto hará que los zapatos se den ligeramente de sí.
Aplicando todos estos consejos la transición de la primavera al verano será mucho más dulce y seguro que tus pies te lo agradecen enormemente.
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