Desde que el pasado mes de marzo se decretase el confinamiento domiciliario y muchos profesionales cuya labor se desempeña en oficina fuesen enviados a sus casas, el teletrabajo ha pasado a formar parte de nuestras conversaciones.
Mientras antes del coronavirus esta modalidad estaba limitada a tan solo el 8% de la población, desde la cuarentena, un 28% de los trabajadores trasladaron su oficina a casa. Tanto es así que, con el objetivo de minimizar la transmisión del coronavirus, hay muchas empresas que todavía a día de hoy mantienen esta forma de trabajar.
Y es aquí donde entra el debate sobre si conviene vestirse como si fuésemos a la oficina o está permitido rendirnos ante el pijama y el chándal. Isabel Reoyo, psicóloga de Somos Estupendas, la plataforma de terapia y bienestar online, lo tiene claro: hay que evitar el pijama.
«Nuestras acciones dan forma a nuestro cerebro y el hecho de estar con pijama es algo asociado al descanso y al relax. Por lo tanto, si no damos el salto entre ese modo de descanso y el trabajo, a nuestra mente le va a resultar más difícil pasar al modo productividad», explica en el último consultorio de salud de Women´s Health.
Para tratar de entrar poco a poco en el rol laboral, la psicóloga recomienda agarrarnos a pautas y gestos tan sencillos como cambiarnos de ropa. Es decir, que al igual que cuando íbamos a la oficina, establezcamos una rutina antes de comenzar a trabajar: ducharnos, vestirnos y desayunar, por ejemplo.
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Esto no sólo nos ayudará a focalizarnos y entender que se acerca la hora del trabajo, sino que también nos servirá para pasar al modo desconexión: «Si estamos todo el día en pijama y no nos hemos vestido, nos resultará también más complicado romper con el día y entrar en el modo descanso», concluye.
Vía: Women’s Health ES
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