Probablemente te suena esta situación: has estrenado esa blusa que con tanta ilusión te compraste y te has pintado los labios de tu color preferido. Entonces, decides tomar una foto para inmortalizar el momento (y acordarte de este combo estrella para próximas ocasiones), pero el resultado no es el esperado. En la imagen no te percibes tan guapa como pensabas. Sin embargo, cuando, transcurridos unos días echas un vistazo a la imagen, rectificas, porque te parece que la imagen que te devuelve la pantalla del móvil no está en absoluto mal, de hecho, tal y como pensabas al principio, te ves muy guapa.
Si te reconoces en esta situación, deberías saber que es algo común y para lo que los psicólogos han encontrado una explicación. En primer lugar debemos tener en cuenta nuestras expectativas sobre la imagen. Cuando nos hacemos un selfie es generalmente porque nos encontramos favorecidos, de forma que el juicio que vamos a emitir sobre la imagen que obtengamos se basa en una opinión de alta estima sobre nosotros y no en un valor absoluto. Es decir, que realmente no se puede afirmar que la foto en cuestión sea «objetivamente buena» u «objetivamente mala», sino que la evaluación que hagamos será relativa a las expectativas que tengamos y los psicólogos coinciden que solemos tener expectativas altas respecto a nosotros mismos.
Las posibilidades que ofrece hoy la tecnología, permite que incluso hagamos zoom sobre la imagen analizando al milímetros cada detalle de nuestra propia imagen y por consecuencia, encontrando más defectos en la foto. De hecho, las asociaciones de cirujanos plásticos afirman que sobre un 35% de sus pacientes agendan una cita para verse mejor en sus selfies. ¿Sabes lo que es la snapchatdismorfia? Se da cuando el abuso de los filtros de redes sociales deriva en el quirófano. Contra esto, los cada vez más frecuentes selfies en biquini, sin maquillaje y con pelo original, están devolviendo a la actualidad la belleza natural.
Sin embargo, cuando volvemos a revisar esta imagen unos días después, no le damos tanta importancia a tantísimos defectos que habíamos visto en un principio. Esto es porque hemos continuado con nuestra vida y consideramos que esa imagen es una fotografía que quedó en el pasado. Digamos que la cabeza está menos condicionada y los ojos se vuelven menos críticos. ¿Cuántas veces has mirado las fotos de los veranos de tu adolescencia y has pensado «con lo guapa que estaba y tenía la cabeza llena de complejos»?
A todo esto se le añade el efecto de la nostalgia. La psicología apunta a que es cuestionable que podamos evaluar objetivamente una fotografía sin que entren en juego los recuerdos que asociamos a la misma. Esto quiere decir que si el selfie te lo tomaste una noche que estuvo llena de diversión y buenos momentos, probablemente tu opinión sobre el mismo sea más positiva. Sin embargo, si dicha jornada fue aburrida o estresante, tu juicio se tornará más negativo. También cabe señalar que la mente humana tiende a descartar los recuerdos negativos y los que entiende como una amenaza real para quedarnos con los momentos en lo que hemos sido felices. Y este sesgo beneficiará nuestros pensamientos sobre la propia imagen.
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