El verano que Hemingway pasó en cuarentena con su mujer, su amante, su hijo y la niñera

En el verano de 1926, Ernest Hemingway todavía estaba casado con su primera esposa, Hadley, y tenían un hijo de tres años, Jack, a quien llamaban "Bumby". El matrimonio había llegado a París unos años antes para que él pudiera perseguir su sueño de convertirse en un escritor de fama mundial, algo que estaba a punto de suceder gracias a su novela Fiesta. Aquel verano estaba acumulado todas las vivencias que en su opinión un autor de renombre debía tener, incluyendo un affaire con una mujer que no solamente era sofisticada sino también periodista, Pauline Pfeiffer.

Mientras Hadley era humilde, hogareña y dócil –el epítome de una esposa entregada–, Pauline era editora en revistas de renombre como Vogue y Vanity Fair, una mujer elegante y de personalidad arrolladora. Cuando Hadley se enteró de la aventura y se enfrentó a Hemingway, él se puso furioso y le dijo que ella era la verdadera culpable: todo habría seguido estando bien si ella no hubiera sacado el asunto a la luz.

La pareja decidió continuar, pero quedó claro que ni Hemingway tenía intención de renunciar a Pauline, ni su amante pensaba en retirarse. Pauline y Hemingway estaban conectando a un nivel que él jamás podría tener con Hadley. La historia de aquel verano aparece recogida en el libro Everyone Behaves Badly: The True Story Behind Hemingway’s Masterpiece The Sun Also Rises, de la escritora y periodista de The New York Times Lesley M.M. Blume.

Aquel año el escritor viajó a Madrid para asistir a las corridas de toros y visitó los Sanfermines en Pamplona. Hadley se llevó a Bumby a Cap d’Antibes, a Villa América, la impresionante casa de sus amigos Sara y Gerald Murphy, un paraíso de la riviera encaramado sobre el Mediterráneo. Bumby tenía una tos persistente que fue empeorando, y al verle jugar con sus tres hijos en la playa, los Murphy decidieron llamar a su médico para que examinara al niño. El diagnóstico: tos ferina, una enfermedad respiratoria altamente contagiosa que induce ataques de tos violentos e incontrolables.

El doctor recomendó apartar a Bumby de los otros niños, y así fue como Hadley y el pequeño acabaron en una pequeña casa alquilada que les ofrecieron como refugio para la cuarentena F. Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, que también estaban pasando el verano en Antibes. Gerald Murphy escribió a Hemingway en Madrid, tratando de suavizar la situación: Hadley probablemente estaría mucho más feliz al no tener que escuchar los gritos de tantos niños y Bumby estaba bajo el cuidado de un médico inglés excepcional y comiendo vegetales frescos del huerto, dijo. Hemingway no debía preocuparse: todo estaba bajo control.

La niñera de Bumby viajó pronto desde París a la Riviera, donde los tres se instalaron en aislamiento. Los Murphy y los Fitzgerald mantuvieron "una gran distancia de los venenosos", contó Hadley a Hemingway, aunque ambas familias les enviaron provisiones. La soledad y la incertidumbre atormentaban a Hadley. Sin embargo, una inesperada visita le haría echar de menos su clausura: "Pfeiffer viene el miércoles”, escribió Hadley a su marido. Hay muchas narraciones diferentes sobre por qué la amante se instaló con la mujer y el hijo, y es difícil saber por qué lo hizo, aunque más tarde Hadley contaría a un biógrafo que Hemingway probablemente había implorado a Pfeiffer que lo hiciera. Ella había pasado la tos ferina cuando era niña, con lo que era inmune, y podría ayudar a Hadley a aliviar el aislamiento.

Pronto, Hemingway se unió a ellos, añadiendo la última ficha decisiva para uno de los hogares más extraños y claustrofóbicos imaginables: la idea de compartir una casa de dos habitaciones con una esposa enfadada, una amante, un niño enfermo y contagioso, y una niñera interna podría haber amilanado a cualquiera pero Hemingway describiría más tarde aquel escenario como “un lugar espléndido para escribir”. No solo estaba preparado para la cuarentena, sino que además estaba floreciendo creativamente.

Los Murphy y los Fitzgerald aliviaban la situación como podían. Al atardecer, en la hora del cóctel, aparcaban sus coches frente a la casa y se tomaban una copa junto a la cerca. Hemingway, Hadley y Pfeiffer brindaban desde el otro lado del patio, en la terraza. Pioneros del distanciamiento social, los amigos tenían también asientos de primera fila para el drama de este arreglo tan poco convencional, que Zelda definiría después como “dificultades domésticas”. Al final de cada velada, colocaban las botellas vacías boca abajo sobre las puntas de la valla: para cuando los Hemingway y Pfeiffer se fueron unas semanas después, los trofeos se disponían por toda la cerca.

La cuarentena funcionó: Bumby se curó y aparentemente nadie más cayó enfermo. Después de algunas semanas, el trío trasladó su sede a un hotel cercano, y mantuvieron a Bumby y a la niñera en una pequeña casa de la propiedad para continuar su convalecencia.

Aunque su papel como “enfermera” era ya manifiestamente innecesario, Pfeiffer se volvió omnipresente: "todo se hizo à trois", contó más tarde Hadley a su biógrafo. Tal y como recordaba en una entrevista la propia Blume, el comportamiento de Pauline en este tiempo es para que se te desencaje la mandíbula:“Nunca estaban solos. Pauline siempre está con ellos. Si quieren pasear en bicicleta, ahí está Pauline en una tercera bicicleta. Llegó al punto en que un día los Hemingway recibieron el desayuno en su habitación y ¿quién seguiría a la persona que traía la bandeja, sino Pauline? A continuación, esta se acomodó en la cama y compartió su desayuno”, contaba.

Incluso después de que Pauline regresara a París, el matrimonio no puede alejarse de ella. Imposible que Hadley la olvidara, porque su correspondencia llegaba a diario. En una premonitoria y decidida carta, escribe lo siguiente: "Voy a obtener todo lo que quiero". Y lo consiguió.

No es sorprendente que el matrimonio no sobreviviera a aquel verano. Habían resistido a la tos ferina y a una cuarentena, pero no conseguirían sobreponerse al desamor. En noviembre Hadley solicitó formalmente el divorcio y aceptó la oferta de quedarse con las ganancias de Fiesta: el divorcio llegó en enero de 1927 y ese mismo mes de mayo, Hemingway se casó con Pauline.


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