Türkan se desvive por su hija desde que esta intentó quitarse la vida cortándose las venas por el desamor de su prometido. La joven parece un alma en pena y nadie es capaz de sacarle una sonrisa. Ösman, que se ha enterado de lo ocurrido, se presenta en casa de la chica con la intención de consolarla y ofrecerle su apoyo. “¿Por qué hiciste algo semejante? No debiste jugar con tu salud de esta manera”, la reprende el visitante.
La malherida se muestra arrepentida por su acto y le promete que no volverá en intentarlo: “He entendido que mi bienestar es más importante que cualquier muchacho. Ninguna persona merece que atente contra mí por su culpa”. Vedat realiza una inquietante llamada Por otra parte, Vedat está furioso: su plan para retener a su mujer a su lado ha fracasado.
Después de que ella lograra llevarse a su hijo, ya no tiene al pequeño para coaccionarla. Así pues, traza una nueva artimaña. Esa misma tarde, va al hospital a ver a la enfermera Nazar y le entrega un ramo de flores. Además, la invita a cenar. Durante la velada se comporta como un hombre apenado por sus equivocaciones y le pide que le dé la oportunidad de conocerla mejor. Cuando terminan su encuentro, el empresario envía unas fotografías a su esposa de él mismo con su invitada y la llama: “Si no regresas conmigo, convertiré a esta chica en mi querida y la haré sufrir igual que a ti. La seguridad de una inocente depende de ti, tú sabrás”. Luego, cuelga.
A la mañana siguiente, Nefes se despierta todavía aturdida por el chantaje de su marido el día anterior. No obstante, no piensa rendirse en la búsqueda de un futuro mejor para su niño y para ella. Con este propósito, se dirige al despacho de Nesma y le ruega que la ayude a encontrar a un trabajo. “No hace falta que mires ofertas, yo necesito una asistente y el empleo es tuyo”, le ofrece la abogada. La mujer sopesa su propuesta y acepta encantada: “Ya lo verás, no voy a decepcionarte”. Entretanto, Tahir se divierte con el hijo de su amada construyendo los muebles de su nueva habitación.
El pequeño ha encontrado en su protector un gran amigo y ahora tiene confianza plena en él. “Gracias por todo lo que haces por nosotros, eres genial”, le dice a la vez que juegan a hacerse cosquillas. Lejos de allí, Saniye llega a su casa colérica. La anciana ha descubierto que Nefes está viviendo con el padre de su nuera y echa a esta en cara que la socorra. “No me gusta, me parece una libertina y quiero que se vaya del pueblo”, le espeta. La muchacha, que esquiva sus golpes con el bolso, decide plantarse ante su suegra: “La seguiré auxiliando siempre que lo necesite. Es buena gente y no pienso retirarle mi amistad”.
Cuando, horas más tarde, Asiye sale a su jardín y halla a Mustafá sentado sobre una roca le confiesa que sigue sin perdonarle su traición: “Todavía no puedo creer que tú entregaras al pobre Yigit al monstruo de su padre”. Él, herido por sus palabras, le jura que no volverá a hacer algo tan despreciable y que a partir de ahora luchará por enmendar sus errores.
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