Carmen Maura, la chica Almodóvar que pasó de la Movida y se quedó en casa

Ser hogareña no es una de las cualidades que menciona Joaquín Sabina en la canción "Yo quiero ser una chica Almodóvar", pero sí dice que las actrices del director de Átame “pasan de todo”, sin pasar nunca de moda. Y eso a Carmen Maura se le da de maravilla. Otra cosa es que la chica Almodóvar por excelencia prefiera quedarse en su casa a “ir con Madonna en una limusina”. O que huya de las fiestas de los estrenos para ponerse a ordenar sus armarios, como reconocía recientemente en una entrevista concedida al presentador vasco Joseba Solozabal en la cadena Telebilbao.

“De operaciones nada, de pinchazos nada, pero si me he cuidado de no aguantar lo que no aguanto”, contestaba Carmen Maura a la pregunta de si se cuida mucho. “Para mí ha sido muy importante no aguantar en una fiesta si me quiero ir, o no ir a una cena que no me apetece. Creo que todo eso te quita vida. […] Cuando hago un estreno, voy a la fiesta y, después de cinco o diez minutos, desaparezco. Porque me encanta estar en casa”, añadía. Tan casera es, que de no haberse dedicado a la interpretación a la primera musa de Pedro Almodóvar no le habría importado haber sido ermitaña. “La auténtica Carmen Maura es bastante poco sociable. Soy capaz de estar en el campo sola durante días y días. Me identifico más con un monje que con esos actores que alardean de su carrera y sus éxitos. Tengo poco que ver con la actriz”, declaraba también el año pasado al diario El País.

No siempre fue así. Carmen Maura, que en alguna ocasión ha declarado que en los colegios habría que enseñar a los niños a estar solos, tuvo que aprender por su cuenta a sobrellevar la soledad cuando su exmarido, Francisco Forteza, decidió separarse de ella y llevarse a sus dos hijos a Canarias. Una decisión que durante años alejó a la protagonista de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de su familia y que, no le quedaba otra, le enseñó a estar sola. "Aprendí [a estar sola] porque no tuve más remedio. Fue un shock cuando me separé, sin nadie con quien hablar al levantarme. Todo dependía de mis decisiones y mis miedos. Es un aprendizaje”. Luego acabaría cogiéndole el gustillo. “Hay que enseñar a la gente a estar sola. Yo estoy encantada. Se me da de maravilla. Pero le coges vicio”.

La mayor parte del tiempo Carmen Maura vive con su perra Rita entre su ático madrileño, situado en la zona de Alonso Martínez, y un pied-à-terrre que hace años se mandó hacer en París con las cinco viejas habitaciones destinadas al servicio que se compró en el último piso de un edificio del barrio de Le Marais. Aunque en Francia es una actriz tan respetada y reconocida como en España –ha ganado un premio Cesar y otro en Cannes–, los parisinos no suelen pararle por la calle, lo que le permite dedicarse a pasear, ir al cine o a cenar en restaurantes, normalmente sola.

Si por el contrario se queda en casa, se entretiene con aficiones tan curiosas como vestir y peinar a sus muñecas Barbie, que empezó a coleccionar cuando con 30 años un amigo le regaló la primera. Hoy tiene decenas de ejemplares. “Tengo cajones de vestidos a mantas, ropa muy divertida hecha por particulares comprada en mercadillos. No me paso el tiempo jugando con ellas, pero me divierte. Son cosas que yo no me pondría nunca y que a ella le quedan fenomenal”, contó en 2009.

Otras temporadas, prefiere alejarse del mundanal ruido. Entonces, Carmen Maura se instala en la fincaque posee Ávila, a la que siempre se refiere como “mi campo”. Allí, la actriz cultiva un huerto, cocina e incluso cría gallinas, igual que hacía Pepa, su personaje en Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Sola en su casa, ella no se desquicia, pero tampoco tiene la alergia al público de la Garbo. Cuando el año pasado Pablo Motos la dejó completamente sola en el plató de El Hormiguero (“He leído que te gusta estar sola”, le dijo) Maura no se lo tomó demasiado bien. “A mí me gusta estar sola en mi casa o en mi campo, pero aquí roza lo desagradable”, lamentó ante las butacas vacías del público.

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