Hasta el momento se había visto libre de todo daño grave, de todas aquellas fuerzas que él sabía que existían y que podían lisiar o abatir a un hombre si las cosas iban mal, si la suerte de pronto se torcía.
Raymond Carver, Algo sencillo y bueno (relato incluido en el volumen Principiantes).
La página ochenta y ocho de mi ejemplar de Principiantes es la única que está marcada. Doblé la esquina superior izquierda para que cada vez que decidiera releerlo o simplemente lo sacara del sitio que ocupa en la estantería para ojearlo y luego hablar de él, tal y como ha sucedido en esta ocasión, recordara que ahí comienza mi relato favorito de los dieciocho que componen este volumen –hay muchos ochos en esta historia. El número del infinito–. Se titula Algo sencillo y bueno y su escena inicial transcurre en una pastelería: una mujer encarga una tarta de chocolate para la fiesta de cumpleaños de su hijo. Una tarta con una nave espacial situada bajo una cascada de estrellas y el nombre del niño, Scotty, escrito en relieve en letras verdes. Una tarta que jamás se entregó, que nunca se partió en diferentes porciones y sobre la que tampoco se dispusieron cinco velas.
© GettyImages.
Poco más puedo y quiero decir sobre este relato que he sido incapaz de olvidar con el paso de los años. Ni el peso de todos los libros que vinieron después ni las películas, series, exposiciones, recetas, listas de la compra, fechas de aniversarios y demás datos que se han ido acumulando en mi cabeza han conseguido sepultarlo. La vida ha pasado, de hecho sigue en ello, pero esta historia ha permanecido intacta. Treinta siete páginas en las que te topas con la verdad más sencilla, cruel, cotidiana y de la que menos se habla (quizá porque no se puede). Léanlo.
Lo mejor: he empezado por el final. No debería haber arrancado este artículo hablando de Algo sencillo y bueno, sino de la esencia de Principiantes. Me han podido las ganas y lo mucho que me emociona ese relato. En cualquier caso, este libro es una reedición de De qué hablamos cuando hablamos de amor (el libro de cuentos más célebre de Raymond Carver) en la que las historias aparecen sin editar, en bruto, tal y como las concibió el autor. Así que resultará interesante tanto para los seguidores de Carver como para los que están a punto de descubrirlo.
Portada del libro «Principiantes».© Cortesía de Casa del Libro.
«Principiantes» de Raymond Carver. COMPRAR.
Los cuentos que incluye resultan familiares, pero en ellos siempre hay algo que no cuadra. Ya sea una pareja que baila en un jardín habitado por los muebles y pertenencias de su propietario o un hombre sin manos que llama a una puerta para vender una fotografía. Y ese algo se te queda grabado de inmediato en forma de imagen, como una postal. Hay muchas preguntas y ninguna respuesta en este libro y sin embargo, sientes que te habla con total honestidad.
Lo peor: como cualquier otro libro de cuentos, los tiene mejores y peores, más largos y más cortos, más redondos y menos perfilados, pero el conjunto merece la pena a todos los niveles. Lo peor quizá sería que no lo leyeras.
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