Llegó un momento de aquel verano en que me empecé a sentir frágil e inestable. Se me quedaba enganchada una sandalia en la acera y eso me obligaba a correr unos pasos para evitar caerme. ¿Y si no lo evitaba? ¿Y si me caía?
Joan Didion, El año del pensamiento mágico.
© Fotografías: GettyImages y cortesía de Fnac/ Ilustración: Mar Lorenzo.
Joan Didion mide un metro y cincuenta y dos centímetros, y pesa poco más de cuarenta y cinco kilos. Cuando pienso en ella, la imagino en la cocina de la casa que tuvo en California, junto a la costa, abriendo la nevera en busca de una Coca-Cola Light con las gafas de sol puestas y un cigarrillo entre los dedos. Nadie en su sano juicio pensaría que una mujer tan frágil sobreviviría a su marido y a su hija, y escribiría un ensayo sobre el año en que después perder a ambos, perdió la cabeza; el año en que se negaba a deshacerse de la ropa de John porque él iba a volver y necesitaría sus deportivas Nike para caminar por Central Park, como cada mañana; el año en que dejó de llevar sandalias porque pensaba que con ellas podría tropezar y morir tirada en cualquier calle de Upper West Side; el año en que durmió cada noche con todas las luces de la casa encendidas; el año en que solo pudo comer unas gachas de arroz y jengibre que una amiga le traía a diario de Chinatown.
El año del pensamiento mágico es un libro sobre el dolor sordo, inexplicable, incalculable y carente de fondo que se experimenta cuando fallecen las personas que más se aman. Didion se adentra en ese vacío que solo puede habitar la locura y relata con suma precisión qué sintió cuando, tras ingresar a su hija en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Beth Israel Norte, su marido falleció de repente de un infarto. Ambos estaban en casa preparando la cena. Un día más.
Portada del libro «El año del pensamiento mágico».© Cortesía de Fnac.
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Lo mejor: si esperas un relato lacrimógeno, de esos que invitan a llorar mucho para después autopresumir de humanidad, ni lo intentes. Se trata de un reportaje periodístico con forma de ensayo en el que la autora describe sus pensamientos sin juzgar y sin implicarse gracias a la distancia que el paso de los años ha puesto entre lo que sintió entonces y lo que siente en el momento presente. No es un libro de autoayuda al uso. No es un libro para sufrir desde la comodidad del sofá. Es un libro sobre la supervivencia cotidiana, esa a la que tarde o temprano se hace frente, y sobre esa sabiduría instintiva que todos tenemos sin saberlo.
Lo peor: hay muy pocos libros sobre la muerte y lo que queda tras la misma. Nadie quiere hablar de ella y por lo tanto es probable que el miedo te impida embarcarte en la lectura de esta novela. Lo barato sería decir que enfrentarse a lo que se teme fortalece; lo cierto es que cuando acabes la página 190 sabrás que todos somos tan frágiles y tan fuertes como esa mujer de metro cincuenta y cuarenta y cinco kilos de peso que se llama Joan y desayuna una Coca-Cola Light cada mañana.
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