“Lamentablemente, los grandes logros que mi padre consiguió a lo largo de su vida han sido desmantelados desde que murió. Es bueno que no esté aquí para ver el desastre en el que Gran Bretaña se ha metido con el Brexit. O la división de su colección de porcelana china y, en consecuencia, la división de nuestra familia”, responde Katharine Butler cuando le pregunto qué pensaría su progenitor, el diplomático británico Michael Butler, posiblemente uno de los personajes más eurófilos de la historia reciente del Reino Unido, sobre la salida del país de la Unión Europea.
Esta mujer de 51 años, de pequeños y tímidos ojos entre azules y verdes, contesta a mis preguntas “desde el lejano este” tras haber pasado por Mallorca. Allí ha disfrutado de unos días de vacaciones y, al igual que tantos otros compatriotas, ha estado pendiente de la frenética actividad política de su país. Desde la toma de posesión de Boris Johnson como Primer Ministro al aviso de que el Brexit será duro y sin acuerdo. Katharine ha estado acompañada de su pareja, Kyril Sajonia-Coburgo, hijo del rey Simeón de Bulgaria y príncipe de Preslav.
Katharine y Kyril se conocieron hace más de un año en Londres gracias a un amigo en común que estudió en la universidad con él. El verano pasado, ya viajaron juntos hasta la isla balear, aunque su puesta de largo en sociedad se produjo el pasado 2 de agosto de este 2019 cuando acudierona recoger el premio ‘Mallorquín del año’ que el relaciones públicas Tommy Ferragut, entre otros,entregó al príncipe búlgaro por su fidelidad a la isla. “No sabe hablar castellano”, dijo el buen amigo del rey Felipe VI a la prensa acreditada para excusar a su nueva pareja. “He viajado muchas veces a España y Mallorca y me da mucha vergüenza no saber hablar castellano”, reconoce ahora un tanto apenada Butler.
La británica ha heredado de su padre, fallecido en la Nochebuena de 2013, además de una educación en los mejores colegios, una elegante y diplomática forma de zanjar los temas que no le interesa abordar en público. A saber: su vida privada. Katharine, hija de Michael Butler y Ann Clyde, nació en noviembre de 1967 en el seno de una familia poderosa. Su abuelo paterno, Thomas Dacres Butler, fue un funcionario del imperio británico en Kenia que entroncó con la nobleza cuando su hija se casó con Nathaniel Fiennes, el barón Saye y Sele y familiar de la ilustre saga de actores en la que sobresalen Ralph y Joseph Fiennes. El abuelo materno de Katharine, Lord Cycle, fue la máxima autoridad judicial de Escocia durante casi 20 años. Y su padre presumió de ser el “único inglés” en cada fase de la expansión de la Unión Europea. La nueva pareja de Kyril pasó los cinco años primeros de vida en Suiza, donde su progenitor, miembro desde 1950 de la Foreign Office, el ministerio de relaciones exteriores inglés, fue destinado tras haber pasado por Bagdad, donde fue primer secretario de la embajada, y París, donde viajó para convencer a Charles De Gaulle de las bondades de la UE. Tras Ginebra vino Nueva York y Bruselas. “Tenemos una educación bastante internacional y nunca nos sentimos particularmente británicos”, me aclara Katharine.
En la capital belga, Michael Butler ejerció de representante permanente de su país. Uno de sus hitos fue conseguir para Margaret Thatcher el famoso “descuento” de la contribución del Reino Unido al presupuesto de la Unión Europea. La reducción de la contribución británica debía compensar las desigualdades estructurales existentes en el sistema presupuestario de la UE, ya que el Reino Unido obtenía un beneficio mucho menor que los demás Estados miembros de la Política Agrícola Común. “La señora Thatcher solía venir y quedarse con nosotros habitualmente en la embajada en Bruselas. Aunque estaba en el internado en ese momento, la conocí un par de veces durante las vacaciones y nunca olvidaré el poderoso control que parecía tener sobre su séquito. Mi padre la respetaba mucho a principios de la década de 1980 a pesar de que se peleaban mucho por Europa”, recuerda Katharine quien concede su primera entrevista a un medio español con la condición de no hablar sobre Kyril. En agradecimiento a los servicios de Michael Butler, la ex primera dama británica pidió que se le otorgase la Orden de San Miguel y San Jorge y se convirtió así en uno de los pocos embajadores que recibió el más alto honor del servicio diplomático.
Además de la política, Katharine creció influenciada por el amor de su padre a la porcelana china. Michael Butler adquirió en 1960 su primera pieza. Hasta su muerte en la Nochebuena de 2013 a los 83 años, amasó un valioso tesoro de 850 piezas que constituían, según la mayoría de los expertos, la mejor colección de la dinastía Ming del siglo XVII, valorada en más de ocho millones de euros. “Comenzó comprando piezas para llenar estantes en nuestra casa de Londres. Sin embargo, mi padre siempre hacía las cosas al límite de su capacidad y pronto descubrió que tenía un ojo excepcional para elegir piezas excelentes, identificar falsificaciones y crear lo que se convirtió en la mejor colección de porcelana china del siglo XVII en el mundo. No era un hombre particularmente rico, pero encontró un período de arte chino que no estaba de moda y que los coleccionistas pasaban por alto y, por lo tanto, era asequible en ese momento”, comenta su hija. Así fue cómo Katharine heredó una pasión por las bellas artes y terminó estudiando Historia del Arte en la Universidad de Edimburgo.
Una lucha familiar
Tras el fallecimiento de su padre, la familia Butler se vio envuelta en una agria disputa por la citada colección. Caroline y James, los hermanos mayores de Katharine, querían que las piezas fuesen repartidas. En el otro bando, Katharine y su otro hermano, Charles, lucharon para que el tesoro familiar se mantuviese unido y calificaron la propuesta de “vandalismo cultural”. Tras un largo juicio, que acaparó la atención de la prensa sensacionalista inglesa y que se tornó personal cuando salió a relucir las razones del divorcio de Michael Butler de su mujer en 1997, el juez permitió que se escindiera la colección. Aquella decisión provocó el cierre de un museo donde se podían apreciar los jarrones, teteras y demás objetos. Ahora la intención de Katharine es reabrirlo tras haber juntado sus piezas y las de su hermano. “Nosotros tenemos 550 piezas y hemos comprado alrededor de 40 más desde que murió mi padre. Esperamos reconstruir la colección tras la división sufrida en 2016 y volveremos a abrir el museo de mi padre el próximo año. Estoy trabajando en un libro de 500 páginas de la colección junto con la erudita Teresa Canepa que publicaremos en noviembre de 2020”.
Charles es un nombre que brota continuamente durante la conversación. El hermano de Katharine ha ejercido una notable influencia en su vida. En 1990, éste dejó Londres, donde trabajaba como banquero de inversión, y se mudó a la República Checa tras la llamada Revolución de Terciopelo, el movimiento por el cual el Partido Comunista de Checoslovaquia perdió el monopolio del poder político en 1989. Tras salir de la universidad, Katharine se mudó allí. “Vine en la primavera de 1992, un año y medio después de que mi hermano Charles fundara una empresa de importación de productos electrónicos. La idea inicial era trabajar juntos, pero pronto montamos nuestros negocios por separado. En Europa del Este, a principios de la década de 1990, había oportunidades porque la gente estaba decidida a ponerse al día después de 40 años de comunismo. Mi hermano y yo diversificamos los negocios en muchas áreas, desde la importación, distribución y venta minorista de bienes de consumo hasta la publicación de revistas, la explotación de propiedades, la exportación de vidrio checo y la fabricación de productos turísticos”.
Actualmente, Charles vive en un palacio a las afueras de Praga, Zámek Bon Repos, y es conocido en la élite empresarial checa por haber sacado adelante múltiples proyectos, entre los que se encontraba una empresa inmobiliaria de la que fue socio el ya fallecido Marc Rich, el magnate multimillonario del petróleo, uno de los fugitivos más famosos del mundo de las finanzas al que indultó Bill Clinton, amigo del rey Juan Carlos y ex pareja de Dolores Sergueyeva, la bella Lola, nieta de La Pasionaria.
Katharine encontró en el país checo un brillante porvenir: comenzó importando productos de la marca para bebés Chicco desde Italia y terminó montando su propio emporio. “Pronto sentimos la fuerte demanda de ropa para niños y fue así como importamos nuestros propios diseños y marcas desde China. En 1994 dimos el salto con la ropa de adulto con Loap, la marca líder de ropa de abrigo en la República Checa cuyas ventas anuales son de hasta 25 millones de dólares y que he vendido a principios de este año. En 1997 abrí Sparkys, una tienda de juguetes de varias plantas en el centro de Praga inspirada en mis recuerdos de Hamleys en Londres, el destino soñado para los niños. Poco a poco abrí más en toda la República Checa y cuando vendí la compañía en 2015, tenía 25 tiendas y unos ingresos de 15 millones de euros. Ambas compañías las vendí porque era el momento adecuado para consolidarlas en entidades más grandes y en ambos casos tuve mucha suerte de haber encontrado un socio tan bueno para la compra”, me explica.
La gran ejecutiva y empresaria se casó con el empresario suizo Sebastián Pawlowski, ciudadano suizo de una gran relevancia en la esfera empresarial checa. Éste fue propietario de varios medios de comunicación y es un conocido promotor inmobiliario que ha saltado a la prensa por su amistad con Jan Kasl, ex alcalde de Praga. Tuvieron, al menos, una hija juntos. Ahora, Katharine, que juega en la liga regional de tenis de veteranos, vive en Waterston Manor, una espléndida residencia isabelina ubicada en Puddletown, en el condado de Dorset, que sirvió de inspiración para el célebre escritor Thomas Hardy para su novela Lejos del mundanal ruido. La casa de campo cuenta con ocho habitaciones, biblioteca, dos piscinas, canchas de tenis y squash, un huerto y unas cien hectáreas a orillas del río Piddle.
Desde allí, Katharine se desplaza habitualmente a Londres, donde también trabaja Kyril –como responsable para España y Portugal del hedge fund Man Group–, y donde esta mujer enérgica ha desarrollado Freebike, una empresa de alquiler de bicis que ya ha revolucionado el sector financiero de la capital británica. “Freebike es un proyecto realmente emocionante. Una vez más, estoy trabajando con mi hermano Charles, que ha desarrollado su tecnología de punta con un equipo de ingenieros checos excepcionalmente talentosos. Es un uso compartido de bicicletas eléctricas para las ciudades, pero el nuestro es un enfoque radical tanto en innovación técnica como en enfoque operativo. Dirijo el negocio del Reino Unido y hasta ahora hemos tenido mucho éxito. Hemos ganado el derecho de operar en la ciudad de Londres (el distrito financiero), así como en varios otros condados importantes frente a megalitos de miles de millones de dólares como Uber. Nuestra motivación fundamental es tratar de hacer algo que pueda contribuir a aliviar la catástrofe ambiental que hemos creado, y si al hacerlo podemos hacer que las ciudades estén menos congestionadas y que las personas también sean un poco más activas, entonces tenemos un triple golpe”, finaliza. Queda claro que a la vista de su trayectoria, Katharine Butler es mucho más que la hija del embajador o un simple personaje del cuché.
Fuente: Leer Artículo Completo