"¿Para qué buscar una hamburguesa si tengo un filete en casa?". La célebre frase con la que Paul Newman trataba de explicar el éxito de su matrimonio ha pasado a ser un símbolo de romanticismo a pesar de su dudoso gusto y en una de las citas más repetidas a la hora de hablar del protagonista de El buscavidas, pero ¿quién era exactamente ese filete?
Era Joanne Woodward, galardonada con un Oscar de cuatro nominaciones, tres Globos de Oro, tres Emmy, un Bafta y un premio de interpretación en Cannes y la estrella que tuvo el honor de inaugurar el Paseo de la Fama de Hollywood. A pesar de ello, la actriz que este jueves cumple 90 años ha pasado al firmamento de Hollywood casi como una prueba de que un hombre –por guapo que sea– puede ser fiel.
Joanne Woodward siempre supo que quería ser actriz, algo que le venía dado desde el nombre.Su madre, cinéfila, la llamó así por Joan Crawford –aunque su estrella favorita es Bette Davis– y cuando tenía nueve años la llevó hasta Alabama para asistir al estreno de Lo que el viento se llevó y la sentó en el regazo de Lawrence Olivier, de quien la pequeña se había enamorado platónicamente tras ver Cumbres Borrascosas.
Su madre se implicó activamente en la afición de Joanne que de la escuela de teatro de su Greanville natal pasó a la escuela de drama de la Universidad de Louisiana y de ahí a producciones teatrales de mayor fuste que la llevaron a Nueva York donde repartía su tiempo entre el Actors Studio y los despachos de agentes.
En uno de esos despachos se produjo el encuentro que cambiaría su vida y no fue con un autor teatral o un productor, fue con un muchacho que a primera visto le resultó disgusting. Así definió Woodward su primera impresión sobre Paul Newman en una divertida entrevista en Today. Agotada por el calor se refugió en la oficina de su agente y ahí se lo encontró. Mientras ella estaba sudorosa y cansada, él brillaba “como un anuncio de refresco helado”, enfundado en un traje mil rayas, con esos ojos azules que no tardarían en conquistar el mundo, un pelo frondoso y ni una gota de sudor. Más que caer fascinada, sintió rabia de aquella perfección que consideró irritante. "Eso es asqueroso". Para ella, en aquel momento Newman era "solo una cara bonita".
Él, sin embargo, se quedó embelesado: "Era moderna e independiente, mientras que yo era tímido y un poco conservador”. Así lo recoge Shawn Levy en Paul Newman: La biografía. Sobre todo ella era muy distinta a todas las mujeres que conocía, especialmente a la suya. Porque cuando se quedó prendado de aquella rubia de Georgia ya había una señora Newman, una que le esperaba en casa con sus dos hijos pequeños.
Al contrario que Woodward, Newman nunca pensó en dedicarse seriamente a la actuación. Le habían expulsado de la universidad por un incidente relacionado con el abuso de alcohol y había permanecido tres años en el ejército. Después su futuro pasaba por hacerse cargo de la tienda de material deportivo de su familia en Ohio, pero el teatro universitario le había metido el gusanillo de la actuación en el cuerpo y quiso probar suerte antes de languidecer en el negocio familiar. Precisamente en una compañía de teatro había conocido a Jackie Witte, rubia, alta y también con ínfulas de actriz. Ella tenía 19 años, cinco años menos que él, y un trabajo de verano. Se apuntaron juntos a una compañía de teatro local y se casaron.
Ambos iban sobreviviendo alternando el trabajo y su pasión teatral y desplazándose por donde hubiese producciones teatrales en las que aposentarse hasta que llegó el primer bebé y Paul tuvo que buscar algo más sólido. Pero ya había decidido su futuro. Antes de languidecer en el negocio familiar se dio una oportunidad más, metió a su familia en el coche y se fue a la Escuela de Teatro de Yale. Si no podría ser actor al menos podría ser profesor de teatro.
Alquilaron un piso y mientras ella cuidaba del pequeño Scott y realizaba trabajos puntuales como modelo, él compaginaba su búsqueda de papeles con la venta de enciclopedias puerta a puerta –seguro que pocas se cerraron en sus narices–. Otras puertas, esta vez las de Broadway, no tardaron en abrirse para él.
Una de sus primeras oportunidades llegó con Picnic, la historia de un forastero que pone patas arriba a una pequeña localidad sureña, especialmente a sus mujeres. El director no le vio las hechuras atléticas del galán protagonista Hal Carter y lo relegó a un papel menor, pero cuando el actor principal tuvo que abandonar la producción se quedó con el papel de sudoroso vagabundo de apabullante magnetismo sexual que hacía rendirse a todas las mujeres. También aquella rubia sureña que había conocido en la oficina de su agente y que ahora era una de las suplentes de la obra.
Cuando Joanne fue capaz de mirar más allá de su rostro de deidad griega vio que detrás de aquel tipo tan perfecto que le había resultado disgusting había un hombre franco y divertido y con la misma pasión que ella por la interpretación. La admiración era recíproca y cada vez querían pasar más tiempo juntos.
Con la llegada del segundo hijo, Jackie había olvidado sus veleidades artísticas, pero para Paul eran el centro de su vida y cuando el telón bajaba quería continuar la fiesta con actores, escritores, directoresy sobre todo, Joannne. "Su naturaleza es tímida y retraída, mientras que la de Paul es gregaria. Le gustan las reuniones tardías de escritores y actores, como a Joanne. Paul y Joanne eran dos personas muy atractivas con un profundo interés mutuo y un evidente sentimiento de compañía. Pero rara vez veías allí a Jackie", escribió su biógrafo.
Jackie sospechaba, Paul negaba y Joanne esperaba. Como Joanne recordaba: "Paul y yo éramos buenos amigos antes de ser amantes. Nos gustamos mucho. Podríamos hablar entre nosotros, podríamos decirnos cualquier cosa sin temor al ridículo o al rechazo. Había confianza. Y mientras su relación se consolidaba llegaba el tercer hijo de Paul y Jackie, Stephanie.
Joanne por su parte se fue a vivir con el escritor Gore Vidal y corrían rumores sobre un posible compromiso, algo que hizo que toda la comunidad artística alzase las cejas, ya que la homosexualidad de Vidal no era ningún secreto. Tampoco lo era para algunos que, aunque adoraba a Joanne, por quien sentía amor carnal era por Newman. Hubiese lo que hubiese entre ese curioso trío lo importante es que Paul era feliz en aquel entorno y no en lo que quedaba de su hogar.
Su carrera avanzaba a toda velocidad y cuando quiso darse cuenta estaba enseñando las pantorillas en El cáliz de plata, un peplum para el olvido que consideraba la peor película de su carrera. No tuvo que esperar mucho para redimirse: un papel pensado para su compañero del Actors studio James Dean acabó en sus manos. La muerte del rebelde sin causa había dejado pendientes un montón de proyectos que pretendían sacar rédito a su aire de joven desafiante y Newman podía ser su sucesor.En 1956, deslumbró a los que pensaban que sólo era una cara bonita metiendose en la peil de boxeador Rocky Graziano en Marcado por el odio. Los críticos empezaron a ver lo mismo que Joanne: tras aquel cuerpo cincelado había un actor.
Mientras él se preparaba para el papel más físico al que se había enfrentado, Joanne se decantaba por los dramas psicológicos y tras llamar la atención en unos cuantas series de televisión recibió un contrato de cinco años por parte de la Fox y recaló junto a Robert Wagner en Bésame antes de morir, la adaptación de la novela negra de Ira Levin. En ella Woodward interpretaba a una embarazada asesinada por su novio y la sola inclusión de la palabra “embarazo” en el trailer causó más ruido que la propia película, pero su extraordinaria interpretación no pasó desapercibida. Cuando Nunnally Johnson, guionista de Las uvas de la ira, quiso contar la historia de una mujer con trastorno de personalidad múltiple surgieron los nombres de Judy Garland y Susan Hayward, pero el papel acabó en manos de Woodward.
La película fue un éxito y su interpretación le proporcionó su primera nominación al Oscar. Y entonces llegó su primera película con Paul, El largo y cálido verano. De nuevo les unía un sudoroso forastero que revoluciona a una familia especialmente a su hija mayor, el papel interpretado por Woodward, ese personaje que en la mayoría de las ficciones tiene como único objetivo darse cuenta de que todo lo que necesitaba en la vida es un buen meneo o el amor verdadero, pero también con meneo.
La tensión sexual entre ambos se percibía por los espectadores y por sus compañeros, "Parecían tener una comprensión tan total el uno del otro", declaró Angela Lansbury. Pero había algo más, había risas y complicidad. Ella mismo ha dicho:"Es muy guapo y muy sexy y todas esas cosas, pero todo eso se va por la ventana y lo que finalmente queda es si puedes hacer reír a alguien". Ser divertido es importante, pero seguro que tener unos ojos como lapislázuli y unos abdominales como las Rocosas ayuda bastante.
Pero Jackie no lo dejaba ir fácilmente. Consideraba que tenía derecho a una parte de ese futuro prometedor que todos auguraban para Newman. Se habían casado menos de ocho años antes; tenía tres hijos menores de siete años y había rodado por un sinfín de pequeños puebluchos mientras su marido perseguía su sueño –y sus excesos con el alcohol cuando los sueños no se dejaban atrapar–. Ahora además él la engañaba, ¿tenía que dejarle irse de rositas?
Pero no era negociable, Paul no estaba teniendo una aventura, había encontrado al amor de su vida. "Eran muy jóvenes cuando se casaron", dijo un amigo de Newman y Jackie. "Simplemente crecieron para ser dos personas diferentes". Y así se decidió a irse, independientemente de cómo lo tomara Jackie, independientemente de lo que significara para los niños. Entre Paul y su hijo mayor Scott se abrió una brecha dolororosísima y su muerte por sobredosis en 1978 fue el mayor drama vivido por el actor.
Joanne, que era amiga de Jackie –vale, ya, quién lo diría–, no tenía ningún dominio de la situación, todo estaba en manos de Jackie, pero no podía dejar de verse como una rompehogares. ¿Qué habrían dicho de ella hoy TMZ y ese sanedrín abierto 24 horas que es Twitter? ¿Seguiría su historia pareciendo tan romántica? Es difícil saberlo.
Durante el rodaje de El largo y calido verano Paul y Joanne se comportaban como una pareja.Incluso se compraron una gran cama de matrimonio tan ostentosa que Paul afirmaba que provenía de un burdel. En esa cama Joanne se quedó embarazada y Jackie incapaz de aguantar más humillaciones cedió. Paul y Joanne se casaron en Las Vegas el 29 de marzo de 1958. Apenas dos meses después él contempló arrobado como Joanne recibía el Oscar a la mejor actriz de manos de John Wayne, había derrotado a Liz Taylor, Lana Turner, Anna Magnani y Deborah Kerr. Palabas mayores.
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Se convirtieron en la pareja de moda. Ella había hecho la interpretación del año y cuando en 1960 se inauguró el Paseo de la Fama la primera estrella fue la suya. Él mientras tanto ganaba en Cannes por su papel en El largo y cálido verano y rodaba La gata sobre el tejado de zinc. Lo demás es leyenda de un Hollywood que enterró para siempre a Jackie Witte y convirtió la historia de Newman y Woodward en el romance aspiracional de la meca del cine.
Sobre un adulterio contruyeron una familia idílica. Joanne había perdido al bebé que engendraron en aquella cama comprada en Nueva Orleans, pero no tardó en quedarse embarazada de nuevo y prefirió dar un paso atrás en una trayectoria que parecía imparable. Cuando volvió al trabajo encadenó una serie de fracasos que la hicieron replantearse su carrera. Tras su vuelta sólo Newman le regaló papeles a su altura. Un drama psicológico poco complaciente como Raquel, Raquel, la historia de una maestra soltera que se replantea su vida, le valió otra nominación al Oscar. La siguiente le llegaría por Deseos de verano, sueños de invierno en la que interpretó a una ama de casa deprimida –ya era bastante feliz en la vida real– y todavía le esperaría una cuarta, de la mano de James Ivory y en compañía de Paul en Mr. & Mrs. Bridge.Al margen de los premios de la Academia, también conquistó Cannes con otro de esos papeles descarnados en los que tanto se lucía, en El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, otro regalo de su marido.
A finales de los setenta Woodward volvió a la televisión y poco a poco fue limitando su carrera cinematográfica a papeles de menor importancia, como la voz en off de La edad de la inocencia o un breve papel en Philadelphia. La última colaboración de Woodward con su esposo antes de morir en 2008 fue en la miniserie Empire Falls. Paul falleció tres años después y ella se centró en continuar con las causas benéficas que ambos habían sacado adelante, siempre habían mantenido un fuerte compromiso social y también habían sido fervientes activistas demócratas.
Tras casarse con Newman su carrera sufrió un parón del que nunca se recuperó, pero su vida sentimental es la aspiración de cada nuva pareja que se forma en Hollywood, especialmente de los que no recuerdan a Jackie Witte. "Mi bisabuela me dijo una vez que nunca me casara con un hombre con quien no estuviera segura de poder desayunar todos los días durante 50 años", le dijo a su biógrafo en Joanne Woodward: Her Life and Career y ella como buena mujer sureña sabía cómo honrar a sus antepasados.
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