Que el príncipe Harry siempre fue un chico rebelde que puso en varios bretes a la familia real británica, no es algo que vayamos a descubrir a estas alturas. Pero sí que es cierto que, cuando se cruzó en su vida Meghan Markle y, meses más tarde, anunció el compromiso de boda, hubo quien se agarró al hilo de la esperanza de que sentara cabeza y se centrara.
Pues no. El que nace díscolo, lo es toda su vida. Bueno, al menos, en su caso. No hace falta poner en antecedentes de todo lo que ha sucedido desde que pasaran las Navidades en Canadá, lejos de las protocalarias celebraciones de palacio, y cómo han decidido instalarse allí y desvincularse de la casa real. Tampoco, que la reina Isabel II ha iniciado los trámites para prohibirles el uso de la marca Sussex Royal, con la que podrían sacar un beneficio económico.
Lo que sí es novedad es el nuevo comunicado que el matrimonio ha hecho público a través de un portavoz y en que se da respuesta a ese proceso que ha iniciado la abuela de Harry para quitarles los derechos reales de usar su título de duques de Sussex. Un nuevo documento público con el que se explican y, a la vez, dan continuidad a esa batalla que han emprendido contra Kensighton para defenderse de lo que consideran inexactitudes en torno a ellos.
«Aunque no hay ninguna jurisdicción por parte de la monarquía o el Gobierno sobre el uso de la palabra ‘royal’ en ultramar, el duque y la duquesa de Sussex no tienen intención de utilizar ‘Sussex Royal’ o cualquier variante de la palabra ‘royal’ en ningún territorio (ni de Reino Unido ni fuera) cuando finalice el periodo de transición en la primavera de 2020″, se puede leer en ese comunicado.
Es ‘The Guardian’ quien estima que el valor de la marca (registrada de manera inapropiada por la pareja, dejando un resquicio legal que ha sido aprovechado por otros empresarios) puede generar unos 400 millones de euros. Sin embargo, todo ese proceso emprendido por Isabel de Inglaterra podría tener como finalidad que la marca Sussex Royal no se utilizada ni por ellos, ni por nadie.
Permanezcamos atentos, no vaya a ordenar la reina un contracomunicado con el que continuar el culebrón en el que se ha convertido la siempre correcta corona inglesa en los últimos meses (divorcios incluidos).
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