“En Madrid no se habla de otra cosa. ¿Vas al Palacio de Liria? ¿Tienes entrada para el desfile del sábado en el Palacio de Liria?”. La periodista Mercedes Formica arrancaba así su crónica del 11 de abril de 1959 en la que anunciaba el gran acontecimiento de la temporada que iba a suceder esa misma tarde en Madrid: el desfile de Christian Dior que la duquesa de Alba organizó en el Palacio de Liria a beneficio de las Escuelas Salesianas.
Por aquel entonces un jovencísimo Yves Saint Laurent era el diseñador de la casa, cargo que heredó a la muerte de monsieur Dior dos años antes. El modisto de Orán presentó en Madrid su colección primavera-verano 1959, 114 modelos que mostraron 14 maniquíes francesas “dirigidas personalmente” por Saint Laurent, decía ABC. En primera fila, el quién es quién de la aristocracia y la alta sociedad de la época: Carmen Franco, marquesa de Villaverde, la infanta doña Alicia de Borbón, la duquesa de Dúrcal, la princesa de Metternich, Cristina de Baviera… y así hasta 2.000 personajes relevantes, entre ellos Carlos Fitz James, actual duque de Alba, que contaba entonces con 11 años de edad.
Desfilaron como “voluntarias” las señoritas María Pastega o Charo Palacios, futura condesa de Montarco. Sonsoles Diez de Rivera, hija de la marquesa de Llanzol, fue una de las asistentes. Para su pesar, no desfiló, ya que estaba embarazada.
“Lo organizó Cayetana y nos pareció lo más normal del mundo. Cada cinco minutos había una cosa, un rastrillo, una subasta… No era nada del otro jueves”, evoca la aristócrata. “Entonces los desfiles se recitaban o se presentaban con carteles. Este se recitó. No había ni música ni andaban como caballos como ahora, que van con el pompis afuera. Antes se caminaba con la cadera hacia adelante, el pompis no existía. Mostrarlo era de baja estofa. Después del desfile hubo un cóctel. Estuvo todo el mundo”, explica Diez de Rivera, que acudió con su madre, musa de Balenciaga. “Las edades no se mezcaban como ahora y había sobre todo señora de su edad”, rememora. No encargó ningún modelo porque, explica, habría que haber viajado a París a confeccionárselos.
Otra de las invitadas fue Beatriz Lodge de Oyarzábal, hija de los embajadores de Estados Unidos en España. “Fue muy bonito, en el Palacio de Liria que yo conocía tan bien… Iba mucho, Cayetana era vecina nuestra en Marbella, en verano, y sus hijos pequeños, Cayetano y Eugenia, eran íntimos de los míos. Fue un desfile espléndido y muy original, con todas las modelos bajando por las escaleras hasta el salón de baile, entre tapices y cuadros de Tiziano y de Goya ”, recuerda.
El desfile fue un éxito, y no solo de convocatoria. La duquesa de Alba recaudó un millón de pesetas que se destinaron a las Escuelas Salesianas de Francos Rodríguez, “su gran obra de caridad”, dice Beatriz Lodge de Oyarzábal. “Era muy caritativa. Yo llegué a desfilar en algunos de los pases de caridad que organizó. Cayetana y mi madre tenían una sensibilidad especial hacia los animales y juntas construyeron refugios en una época en la que el maltrato y el abandono eran muy frecuentes”, añade.
Además de pases de moda el Palacio de Liria fue, durante la vida de la duquesa, un improvisado estudio al servicio del objetivo de los fotógrafos de moda más importantes del siglo XX. Cecil Beaton –quien ya fotografió a la madre de Cayetana, María del Rosario de Silva y Guturbay, en la década de los 30, vestida de Chanel– retrató a la aristócrata en 1948 para la edición estadounidense de Vogue, con un modelo de Cristóbal Balenciaga. En 1962 Henry Clarke hizo lo propio en una sesión mítica, en la que la duquesa posó vestida por Elio Berhanyer ante las obras de arte más importantes de cuantas jalonan las estancias de Liria. Entre ellas, el célebre cuadro de la XIII duquesa de Alba que pintó Goya.
A lo largo de su intensa existencia Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba, cultivó una estrecha relación con la moda, que se materializó en un estilo único y personal acorde con su fuerte personalidad. Un ejemplo de su evolución estilística, siempre acorde con los tiempos, lo constituyen sus vestidos de novia.
La aristócrata más carismática y singular de la historia reciente de España se casó con Luis Martínez de Irujo escogió un suntuoso vestido de Flora Villareal inspirado en el New Look de Dior tan en boga en la época (1947) . En la segunda con Jesús Aguirre, en 1978, recurrió al modisto francés André Lang, que confeccionó un elegante vestido de gasa con flores bordadas que ella combinó con una espectacular gargantilla de perlas. Victorio&Luchino la vistieron de encaje rosa en su tercer enlace con Alfonso Díez, en 2011.
Entretanto, fiel a su carácter libérrimo, combinó la alta costura de Yves Saint Laurent con las túnicas hippies compradas en mercadillos de su querida isla de Ibiza. Tres años después de su muerte, Cayetana de Alba sigue siendo inmortal.
- Artículo publicado en Vanity Fair el 20 de noviembre de 2017 y actualizado el 21 de septiembre de 2019.*
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