El lado personal de Dolores Delgado, propuesta como Fiscal General del Estado

Nunca se ha sentido política. Así al menos lo declaró en una entrevista a Vanity Fair hace justo un año. La entonces ministra de Justicia, Dolores Delgado, hacía frente a un momento complicado tras conocerse el contenido de unas cintas donde se la escuchaba hablar con el excomisario Villarejo, hoy en prisión. "Villarejo tiene una grabación que solo ha grabado él, que se corta y se pega como se quiere y se publica en un periódico digital ad hoc con íntimas relaciones con él…! Nadie ha escuchado la totalidad de las conversaciones", se defendía.

Hoy es noticia porque Pedro Sánchez no la quiere como ministra sino como Fiscal General del Estado, una decisión que ha levantado ampollas, por ejemplo, entre sus compañeros de profesión. Según informa El Mundo, no son pocos los que han recibido elnombramiento con "estupefacción", pues hasta hace pocos días la nueva titular era ministra, un cargo político del más alto rango. Ella, sin embargo, no se ha visto nunca así. Tal como afirmó en esta revista: "Yo no soy política, aunque estoy aprendiendo lo que es la política. Lo importante es no perder la visión de servicio público", dijo en una respuesta que bien podría valerle para salir ahora al frente de las críticas.

Separada y madre de dos hijas

En lo referente a su vida personal, Delgado se divorció el año pasado del padre de sus dos hijos ya veinteañeros, el fotógrafo y alto ejecutivo de El Corte Inglés, Jordi Valls Capell. Por el trabajo de ambos, han vivido separados mucho tiempo –ella en Madrid y él en Barcelona– y después de algunas idas y venidas acabaron tomando caminos distintos.

En su ámbito personal también ha jugado un papel importante el juez Baltasar Garzón de quien fue compañera en la Audiencia Nacional y con quien tiene una amistad que la propia Delgado ha tenido que comentar en alguna ocasión en los siguientes términos: "Hay una parte machista hasta los tuétanos en los que dicen que soy una marioneta de Garzón (…) Que alguien diga que yo asumo un ministerio y que tengo detrás a un hombre que es el que maneja los hilos de mi pensamiento, de mis acciones, aparte de ser mentira, es machista”.

A pesar de que no se considera política, durante su breve mandato como ministra, ha tenido muchas cuestiones que tocaban ese ámbito sobre la mesa: fue reprobada por sus supuestas reticencias a defender en Bélgica al juez Pablo Llarena por el caso de Carles Puigdemont y la oposición pidió su dimisión cuando salieron a la luz las grabaciones del excomisario Villarejo. No sería la única vez: volvieron a pedirla cuando consideraron que Delgado había influido en el criterio de la Abogacía General del Estado para que rectificara su posición de imputar por sedición y no por rebelión a los líderes independentistas. También sus pactos con el PP pararepartir la elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial fue otro de los motivos que mezclaban los mundos de la política y la justicia y por eso no son pocos los que creen que su nombramiento como Fiscal no ayuda a quitar la sensación, extentida, de que justicia y política no llevan caminos separados.

En esa línea se ubica uno de los momentos estelares de su carrera como ministra: el de dar fe de la exhumación de Franco. Fue ella quien realizó el viaje de 15 minutos en helicóptero con los restos del dictador junto a Francis Franco, uno de sus nietos. Ella definió ese día como "un acto de normalidad democrática" en el que otros vieron también un acto de precampaña electoral, pues tuvo lugar pocos días antes de que se celebraran en España las elecciones generales del 10 de noviembre.

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