Juan Ignacio Balada, el hombre que legó 10 millones de euros a Felipe y Letizia hace diez años

Cuando hace 10 años, en una notaría de Ciutadella, Menorca, se procedió a la lectura del testamento de Juan Ignacio Balada Llabrés, vecino de esta ciudad, la sorpresa fue mayúscula. Nadie conocía la intención de este empresario, fallecido a los 69 años, de legar toda su fortuna a los actuales reyes Felipe y Letizia, así como a los ocho nietos de los eméritos. Interesado en la cábala, la masonería y el esoterismo, Balada especificó que, en caso de que los miembros de la entonces familia real no aceptaran los cerca de 10 millones de euros de patrimonio, la herencia fuese a parar al Estado de Israel. "No los conocía de nada. Sé que don Felipe tuvo muchas dudas y que aquello supuso un dolor de cabeza para Zarzuela, pero finalmente aceptaron. El príncipe pensó que ese dinero iba a ayudar a mucha gente en la isla. He coincicido con él en alguna recepción por ejemplo en la Almudaina y siempre ha mostrado interés en conocer cómo era en realidad el señor Balada", cuenta Josep Pons Fraga,periodista del diario Última Hora de Menorca y amigo del empresario.

Juan Ignacio era hijo de Ramón Balada, propietario de un cine en la ciudad, y de Catalina Llabrés, la primera farmacéutica de la isla. Siendo joven, se marchó a estudiar a Barcelona, pero no terminó ninguna carrera. En la ciudad condal se ganó la vida como pianista. Regresó a Menorca donde, al morir su madre, se encargó de la farmacia de la calle Ses Voltes, una joya modernista que a su desaparición en 2009 se encontraba en estado ruinoso. Según su amigo Pons, leía todos los días el Financial Times y se aficionó a las inversiones."Tenía acciones en La Piara y en la salchichera Oscar Mayer, pero las supo vender. Donde realmente hizo negocio fue en la promoción inmobiliaria", prosigue Pons.

Dueño de una gran fortuna, integrada por nueve propiedades inmobiliarias, con fincas rústicas y urbanas; activos financieros, viviendas en alquiler e inversiones en Bolsa, tanto en España como en el extranjero, Balada Llabrés era el administrador único de la promotora Adalab SL, radicada en Barcelona, con un capital social superior a los ocho millones de euros. En el testamento, el enigmático menorquín dividió su fortuna en dos mitades, una de las cuales donó a los actuales reyes y a los ocho nietos de los eméritos. El 50% restante quiso que se dedicara a constituir una fundación que abordara asuntos de interés general.

Y así fue como nació la Fundación Hesperia. Un ente que se ha consolidado como un revulsivo para la investigación en el ámbito de las enfermedades raras y la inserción en el mercado de trabajo de jóvenes discapacitados en Menorca. Desde hace unos años, los reyes, a través de esta institución que presiden honoríficamente y cuya sede está en Zarzuela, han decidido desprenderse de algunas de las propiedades de esa mitad que pertenece a la citada fundación, con el objetivo de conseguir liquidez para otros proyectos filantrópicos. La parte de los nietos de los eméritos no ha sido dirimida todavía y todos son titulares de la casa en la que residía éste, en la plaza Juan de Borbón de Ciutadella, a la espera de que todos cumplan 18 años y, posiblemente, entreguen los fondos de su posible venta a la fundación.

En unos meses se espera que se inaugure la farmacia de Balada reconvertida en sede de la Fundació per a Persones amb Discapacitat de Menorca. Sus dos primas, María del Pilar y María del Carmen Arregui Llabrés, quedaron fuera de la herencia. Al parecer, Juan Ignacio decía que ellas ya tenían mucho dinero. Su familia preferida resultó ser… la familia real.

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