En su reportaje Sus más leales súbditos, el periodista Michael Joseph Gross afirmaba en la edición estadounidense de Vanity Fair en 2015 que no hay ningún líder mundial de nuestra historia reciente que haya sido tan ampliamente identificado con un animal como Isabel II con sus corgis. “En una vida regida por el protocolo, [estos perros] proporcionan una manera fácil para que la reina rompa el hielo con extraños”, contó el escritor americano en su ensayo sobre las mascotas reales. En 1982, el pintor Ricardo Macarrón (Madrid, 1926) y su mujer, la también pintora Alicia Iturrioz, confirmaron esa teoría todavía no escrita. Ese año, el español recibió el encargo de retratar a la monarca por parte del coronel Russell, jefe del regimiento real, quien pensó en él tras el ver el cuadro de su tía, lady Labouchère, esposa del embajador de Reino Unido en España en los años 60.
“Elizabeth fue encantadora desde el primer momento. Fueron siete sesiones y nos dio completa libertad para que eligiéramos el vestido, la tiara y las joyas con las que mi marido la iba a dibujar. Recuerdo su gran sentido del humor y a su corgi, Lucky, que siempre la acompañaba a todas partes y se arrullaba a sus pies”, me cuenta Alicia, hoy viuda de Macarrón, quien falleció en 2004. Iturrioz tiene 92 años y, aunque no oye demasiado bien, tiene una memoria prodigiosa. Vivió a la sombra de un gran artista aclamado por la nobleza y realeza internacional, pero ella también posee un gran talento para las artes plásticas. Con solo 16 años ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero aparcó su pasión para apoyar la carrera de su Macarrón y cuidar de las dos hijas que tuvieron, Susana y Mónica. Me puse en contacto con ella hace un mes para conocer de cerca sus recuerdos sobre Gayatri Devi, maharaní de Jaipur, de la que en su día estaba escribiendo un reportaje y a la que su marido también retrató. Y, entre mil vivencias, Alicia me sorprendió con sus recuerdos de su visita a Buckingham Palace.
“Le encantó que hubiésemos elegido una tiara muy especial para ella. Había pertenecido a su abuela, la reina María [madre de Jorge VI] y se la solía poner cuando era pequeña”, dice Alicia. Ese primer día de 1982 en el que se produjo el encuentro con la soberana, Macarrón tomó fotos para decidir cuál sería la pose. El segundo, ya inició a manchar el lienzo -y también el suelo, tal y como contó el propio Ricardo hace unos años en una de sus últimas entrevistas-. Fue entonces cuando Isabel II apareció con Lucky, un corgi que llamó poderosamente la atención de Alicia. Mientras Macarrón inmortalizaba a la soberana inglesa, Alicia se dedicaba a trazar con un bolígrafo las diferentes estancias del palacio. “La reina le pidió que dibujara a Lucky. Alicia pintó a la perrita a los pies de la reina, donde permanecía la mayor parte del tiempo”, contaba Joana Socías en su libro Mi vida con Ricardo Macarrón, las memorias de Alicia.
“Efectivamente, le hice un dibujo y cuando vino a España de visita oficial dijo en una recepción que tenía el retrato a boli en “my bedroom”. Osea, que la reina tiene mi dibujo de su perro… ¡en su habitación!”, prosigue Iturrioz. “Hicimos buenas migas con ella. Su buen recuerdo sobre nosotros perduró. De hecho, en la cena oficial en el Palacio Real que dieron en su honor en ese mismo viaje oficial nos sentaron junto a su médico personal y nos dijo que nos dijo que la monarca nos tenía mucho afecto”, reflexiona Alicia antes de contarme la última anécdota con la reina: “Dijo que el perrito había tenido cachorros y quería regalar el último a alguien que le gustasen mucho. No supe reaccionar. La reina me estaba ofreciendo una mascota, pero yo me quedé muda”, musita.
No era la primera vez que el matrimonio pisaba Buckingham Palace. Ya lo habían hecho en 1971 cuando viajaron para retratar a la princesa Alejandra de Kent , prima hermana de la reina Isabel. “Es único pintor español que ha dibujado a una majestad inglesa”, finaliza con orgullo Alicia Iturrioz. Además de a la reina Isabel de Inglaterra, por la paleta de Macarrón pasaron cinco generaciones de Borbones -desde la reina Victoria Eugenia a Froilán de Marichalar– y a numerosos personajes fascinantes del siglo pasado, como Jacqueline de Ribes o la condesa Cristina Potocka. Y siempre con el apoyo de su mujer, una pintora en la sombra cuya obra se expone en el dormitorio de la misma Isabel de Inglaterra.
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