Virgil Abloh en Louis Vuitton, Kim Jones en Dior, Clare Waight Keller en Givenchy o, en el caso de España, Alejandro Gómez Palomo en Palomo Spain… La moda masculina vive un momento de efervescencia gracias a estos y otros cuantos directores creativos que se atreven a ir más allá de lo esperado en el (a menudo aburrido) guardarropa del hombre. La respuesta del público ha sido un enorme y unánime "¡al fin!" y estrellas como Harry Styles, Ezra Miller, Billy Porter o Pharrell Williams no dudan en lucir estas novedosas propuestas que liberan al hombre de la sobriedad y uniformidad en el vestir.
Al contrario de lo que pueda pensarse, el hombre no siempre estuvo tan limitado en cuestión de moda. Antes del estallido de la Revolución francesa, los colores llamativos, el encaje, los volantes, los adornos o el terciopelo eran habituales en el guardarropa masculino pero con la caída del Antiguo Régimen se produce un cambio en la mentalidad social que dignifica el trabajo. La valía de un hombre frente a otro ya no se mostraba en la vestimenta sino en su utilidad y para incorporarse al trabajo los varones requerían de un atuendo cómodo y práctico por lo que prescindieron de todo tipo de decoración. Este fenómeno recibió el nombre de ‘La Gran Renuncia’ por el psicoanalista John Carl Flügel en 1935 y se ha mantenido durante siglos, salvo algunas excepciones.
El diseñador británico Michael Fish fue uno de los valientes que desafió esa norma implícita que establece que los varones no puedan lucir prendas ornamentadas y lustrosas. Eran los años sesenta y Londres constituía el epicentro de la moda; la generación del baby boom de la posguerra trataba de diferenciarse de sus padres y reflejar sus ideas políticas (contra la guerra de Vietnam, la segregación racial o la persecución de homosexuales) a través de la moda yendo en contra de lo establecido.
Mr. Fish, como fue conocido, reflejó en sus prendas para hombres esta sensibilidad. Sus estampados coloridos, siluetas típicamente femeninas y el uso de materiales como el satén le valieron una gran clientela entre la que se encontraban The Rolling Stones, David Bowie o The Bee Gees. “Estaba usando la sastrería histórica pero lo hacía muy extravagante. En cierto modo, estaba volviendo a un enfoque del siglo XVIII en el que los hombres no temían ser expresivos con su ropa", explica la historiadora Elizabeth Selby a The Guardian.
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Fish nació en Wood Green, al norte de Londres, y después de años trabajando como vendedor y más tarde como diseñador para Turnbull & Asser, en 1962 decidió abrir su propia tienda en Clifford Street, muy cerca de la calle de las clásicas sastrerias Saville Road. “Siempre estuvo lleno de celebridades, miembros de la familia real y aristócratas. Abrió los ojos de muchas personas a la moda masculina", recuerda su hermano a la publicación Viva.
A pesar de no durar demasiados años en el mercado, Mr. Fish fue el precursor de lo que la historiadora Pearl Binder acuñó en 1958 como The Peacock Revolution, traducido literalmente al español como La Revolución del Pavo Real al extenderse entre los jóvenes este estilo colorido y sin miedo a romper las reglas que separan el vestidor masculino del femenino.
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Casi una década después, el 5 de julio de 1969, Mick Jagger saltó al escenario para el mítico concierto gratuito de los Rolling Stones en Hyde Park con una camisa-vestido blanca de inspiración prerrafaelista recitando unos versos del poeta Percy Bysshe Shelley en honor al guitarrista fallecido unos días antes Brian Jones. La imagen pasaría a formar parte de la memoria colectiva y Michael Fish de la historia del rock and roll.
Al británico también se le atribuye el polémico diseño de David Bowie en la portada del álbum The man who sold the world: un vestido de satén en color crema con estampado floral en azul que el cantante luce tumbado en un sofá, con botas altas y el pelo largo y rizado. La imagen fue toda una declaración de intenciones. En España fue censurada por el franquismo y cuando el equipo de Bowie llevó el siguiente álbum, Hunky Dory, a la BBC, les expulsaron del edificio alegando que "no tocaba discos de pervertidos", aunque la revista Rolling Stone lo describió como "deslumbrante… que recuerda desconcertantemente a Lauren Bacall". Pero, como contó a Newsweek, eso era la moda para Fish, "la ropa no debería reflejar cómo ‘ellos’ o ‘yo’ creemos que deberías vestir. Deberían reflejar cómo te quieres ver tú".
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