Gracias al dinero conseguido con su puesto de arepas en Café con aroma de mujer, Gaviota se marchó a Bogotá, junto con su madre, Maracucha y Leónidas. Mientras, Lucía, que comenzó a tener problemas durante el embarazo, se trasladó a la hacienda de los Vallejo, para ser cuidada con doña Julia, sin perder la esperanza de que Sebastián se casase con ella.

Pasaron los meses y en una tormentosa tarde, Gaviota empezó a tener dolores de parto. Estaba en su casa, acompañada por Carmenza y Maracucha. Debido al aguacero, no pudieron salir del humilde hogar, ni tampoco llagaron las ambulancias, por lo que la recolectora tuvo que parir en su propia habitación. Maracucha hizo de comadrona y, con la ayuda de Dios, el pequeño Fernando vino al mundo sin problemas, para alegrar la vida de su madre.

Mientras, Lucía y Sebastián llegaron a Bogotá para una revisión de rutina. La doctora observó que la pequeña Sofía tenía el cordón umbilical anudado al cuello y debían practicar una cesárea de emergencia. A pesar de lo angustioso del momento, madre e hija salieron bien de quirófano.

Leónidas evitó que Sebastián descubriera a Gaviota en el hospital

Sebastián, emocionado por el nacimiento de su pequeña, decidió entonces pedirle matrimonio a Lucía. Esta aceptó sin pensarlo: «Gracias por querer compartir tu vida conmigo y con la niña. Por formar a mi lado la familia que siempre soñé». A continuación, el hombre compartió con su familia la noticia de la llegada al mundo de Sofía.

Horas más tarde, escampó y Leónidas llevó a Gaviota al hospital para que la revisase un médico. En la clínica se topó con Sebastián, que, por fortuna, no vio a su amada, ni a su recién nacido. «Vine por unos análisis de rutina», se excusó el agrónomo para evitar que Vallejo descubriera que Gaviota se encontraba en el centro de salud.

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