Mientras la cosmética se despoja poco a poco de todo lo superfluo y las cremas se comprometen con la naturaleza y la autenticidad, el canon de belleza se esculpe a golpe de cincel. Literalmente. Los rostros se transforman sin reparo para adaptarse a lo que la retroalimentación visual masiva que se produce cada día en la redes sociales ha establecido como bello. Y los nuevos gustos obedecen a unos parámetros cada vez más artificiales. Tanto, que el santo grial de la belleza está en manos de la familia más atípica del mundo del espectáculo. Porque mantener en prime time un reality durante 17 temporadas es puro show business. Y todos sabemos que esta es la industria que marca la pauta estética que rige al planeta desde mucho antes de que Rita Hayworth se extirpara las costillas flotantes para conseguir una cintura de avispa. Solo que la gente ya no quiere parecerse a Angelina Jolie ni a Michelle Pfeiffer. Ahora quieren pasar de patitos feos a cisnes recauchutados, como las Kardashian. La transformación de todas ellas a lo largo de los años se ha incrustado en el imaginario popular de tal forma que el famoso filtro recién retirado de Instagram, que simulaba los efectos de la cirugía estética, ofrecía precisamente eso, una visión de cómo sería tu cara si fueras Kim Kardashian: mejillas y mentón afilados, pómulos altísimos y definidos, ojos enormes y almendrados, labios mullidos y superlativos…
¿Mejor con cirugía?
Lo inquietante del filtro defenestrado es que la mayoría de las mujeres que lo usaron para sus stories aseguraban que se veían más guapas. Y se planteaban seriamente la posibilidad de operarse o retocarse. “Convertir la medicina estética o la cirugía plástica en un bien de consumo comparable a comprarse el último modelo de móvil, de deportivas o de bolso es muy peligroso”, señala desde la SECPRE la doctora Eva Guisante, especialista en Cirugía Plástica de la Clínica Mandri de Barcelona.
Pero, ¿de verdad es eso lo que queremos? El doctor Moisés Amselem, experto en Medicina Estética, asegura que “en los últimos 17 años, solo una paciente me ha traído a la consulta una foto de Kim Kardashian. Tenía 21 años y quería un aumento de labios”. En opinión del doctor Ángel Juárez, jefe del servicio de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital La Zarzuela de Madrid, “es algo que va con la cultura. En América lo que prima es lo exagerado. Quieren que se note. Los norteamericanos son muy buenos cirujanos plásticos, pero sus resultados muestran, precisamente, los estigmas de la cirugía: esas caras planas, estiradas con cero arrugas, que se nota que son antinaturales, y un aumento excesivo de los volúmenes en pómulos y barbillas. En Europa se tiende a ser mucho más discreto y se busca la naturalidad. En España lo que se quiere de verdad es que los cambios en el rostro pasen desapercibidos”.
Ricardo Ruiz, eminencia en Medicina Estética y fundador de la Clínica Dermatologica Internacional, ve un cambio de paradigma. “Nunca hemos estado tan informados sobre nuestras imperfecciones estéticas. Y esa mayor conciencia de nuestro físico hace que queramos tener la mejor versión de nosotros mismos a edades más tempranas. Los millennials ya no se plantean si deben realizarse algún tratamiento, sino cuándo empezar a hacerlo”. Coincide con los doctores Juárez y Guisante en que son los profesionales “los que tienen que educar en que la medicina moderna no hace milagros”.
Lo que está claro es que a la audiencia, al público, al consumidor le encanta el resultado. Después de todo, las Kardashian-Jenner han creado un imperio cosmético multimillonario a partir de la sencilla noción de que todo el mundo quiere ser como ellas. Y a nadie parece plantearle ninguna traba moral el hecho de que su actual estatus de mujeres guapas se haya conseguido a golpe de talonario, bisturí y entrenador personal de precio desorbitado. Al revés, parece un plus. Y ya que no dan el teléfono de su cirujano (todo el mundo sabe que es el doctor Garth Fisher), a través de sus firmas de maquillaje, Kylie Cosmetics y KKW Beauty, al menos ofrecen las herramientas de maquillaje perfectas para falsear el resultado. Sí, el contouring se lo sacaron ellas de la manga. Y también las extensiones de cabello XXL y la pestañas tupidas estilo cortinaje decimonónico.
¿Tenemos objetivos poco realistas?
Hasta la ciencia muerde el anzuelo. Bella Hadid, la mujer más bella de nuestros días según las métricas del Golden Ratio of Beauty Phi Standards (que cifra su nivel de perfección en un 94,35%), es un como un algoritmo beauty de perfección plástica, una conciliación de apéndice nasal y estructura ósea… creada por el hombre. “Ahora mismo te lo puedes cambiar todo”, explica el doctor Javier de Benito, uno de los cirujanos estéticos españoles más respetados y con mayor proyección internacional (lleva más de 10 años trabajando en Rusia y en Arabia Saudí).
“Con procedimientos mínimamente invasivos se puede transformar poderosamente la estética del rostro. Se pueden elevar las cejas por endoscopia, retirar las bolas de bichat para hacer la cara menos ovalada, rasgar los ojos mediante una cantopexia. Y se pueden modificar los cuatro puntos óseos sobre los que se fundamentan las proporciones y los tejidos de la cara para conseguir marcos orbitarios, pómulos, mentones y mandíbulas más o menos pronunciados. Y, por supuesto, cuando tocas la nariz todo cambia completamente”.
Metas imposibles
Si el canon de belleza heroin chic que estableció la ultradelgada Kate Moss de los 90 ya era complicado de alcanzar, los nuevos objetivos tampoco lo ponen fácil. “Ahora se espera que una mujer tenga los ojos azules de una caucásica, los voluminosos labios de una hispana, naricita de botón, la piel sin vello de una asiática con el bronceado de una californiana, el culo de una bailarina jamaicana, las piernas larguísimas de una sueca, los pies diminutos de una japonesa, el abdomen de la dueña de un gimnasio, las caderas de un niño de nueve años, los brazos de Michelle Obama y la tetas de una muñeca. La persona que más se acerca a conseguir ese look es Kim Kardashian, quien, como todos sabemos, fue creada en un laboratorio por científicos rusos para sabotear a nuestros atletas”. Lo asegura la cómica Tina Fey en su libro Bossy Pants. Solo queda añadir: amén, hermana.
Cuestión de narices. Es el retoque que más transforma un rostro. “Y suele ir acompañado de una perfiloplastia, que equilibra pómulos y mentón”, explica el dr. Ángel Juárez.
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