La primera boda real moderna fue la de la princesa Margarita con Antony Armstrong-Jones y es considerada así por ser la primera televisada. El glamour fue el protagonista del evento y el pueblo inglés recibió el enlace con entusiasmo: su querida e infeliz princesa por fin se casaba. El gran amor de Margarita fue el capitán Peter Townsend, un oficial de la Fuerza Aérea Real y divorciado, que además no tenía sangre real. Hubo grandes rumores de boda entre ambos, acompañados de mucho revuelo entre las cumbres de poder y el público en general, pero la princesa tuvo que renunciar a él para no perder sus derechos reales. Antony tampoco era noble, pero tras la polémica de su anterior romance, nadie se atrevió a poner impedimentos a este enlace. Él era un fotógrafo que trabajaba para revistas como Vogue o Tatler y su vida, llena de fiestas y relaciones sin tanto protocolo, fascinó a la princesa.
Más de 20 millones de espectadores televisaron aquel día la ceremonia y la gente se agolpó en las calles para recibir a la pareja de recién casados. La princesa hizo un recorrido en carroza desde Clarence House, hasta la abadía de Westminster; y una vez dado el ‘sí, quiero’, el matrimonio saludó desde uno de los balcones del palacio de Buckingham, en el que tuvo lugar la celebración con los invitados.
Antony recibió el título de conde de Snowdon tras el matrimonio, una de las relaciones más tortuosas de la realeza. Estuvo lleno de infidelidades por parte de ambos. En 1976 acabaron firmando el divorcio, que fue el primero de la familia real en mucho tiempo. Pero Antony no salió del todo de la vida de la princesa. El regalo que el fotógrafo le entregó a su prometida con motivo de su boda, un juego de broches de diamantes con forma de flor, no dejó de formar parte del vestuario de Margarita, que los lucía en importantes ocasiones, como el 60º cumpleaños de su hermana, la reina Isabel II.
Si el regalo era algo especial, parece que lo convirtió en un bien mucho más preciado cuando Margarita decidió entregarle ese juego a su hija Sarah en el día de su boda, convertido en una tiara. Sarah la lució en su enlace con el (también) artista Daniel Chatto, ornamentada con una corona verde. La diadema de flores pasó a llamarse tiara de Snowdon y se hizo famosa. Sarah también la lució en el aniversario de la reina Isabel II con el duque de Edimburgo en 1997.
Cuando la princesa Margarita falleció, víctima de un accidente vascular cerebral a los 71 años, Sarah decidió recordar a su madre de una forma muy cariñosa. La pintora decidió homenajear a su madre, aquel 9 de febrero de 2002, adornando su vestuario con uno de los broches que componen la tiara que le regaló su madre, que es desmontable precisamente con el propósito de poder lucir las piezas por separado.
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