Blanqueamiento dental: 5 cosas que no sabías sobre él

Lucir una sonrisa amplia, bonita y blanca no es solo una cuestión estética, sino de autoconfianza. En este sentido, el blanqueamiento dental -dejando a un lado trucos como el empleado por Kendall Jenner- ha conseguido que muchas personas que naturalmente no tienen un esmalte claro, ya sea por genética u otras causas, puedan lograr una dentadura que se adapta a sus gustos. Sin embargo, este tratamiento es un procedimiento que debe estar supervisado por profesionales, los cuales informarán al paciente de cuáles deben ser las condiciones previas antes de someterse al mismo, del proceso y de los posibles efectos colaterales, que quizás no se conozcan demasiado.

¿Eres un candidato ideal para hacer blanqueamiento?

El blanqueamiento dental no es un tratamiento al que se deba someter cualquier paciente. Y es que la seguridad y la efectividad del mismo requieren ciertas condiciones. De esta forma, quedan fuera de esta lista todo aquel que lleve colocadas carillas dentales o que le hayan sido practicados tratamientos como endodoncias o fundas dentales. Por supuesto, antes de hacer el blanqueamiento hay que hacer una revisión bucal y comprobar que no hay caries ni infecciones. En todos estos casos, los dientes no se blanquearán de manera uniforme o ni siquiera lo harán. Por otro lado, los pacientes que tengan alguna pieza dental con raíces visibles, podrían experimentar fuertes molestias.

¿El blanqueamiento produce sensibilidad?

Las mencionadas molestias, no son exclusivas del caso anteriormente citado -aunque en los indicados, son realmente dolorosas-. Es frecuente que a lo largo del tratamiento, durante las sesiones o fuera de ellas, los pacientes experimenten episodios de sensibilidad. Esto se debe a que lo que hace el procedimiento es secar los dientes. Estas molestias también están causadas por la resistencia del esmalte al proceso y por el tiempo que este está en contacto con el material. No obstante es una sensación temporal que va desapareciendo con el paso de los días. Los odontólogos son conscientes de este gran inconveniente y ya han desarrollado algunos tratamientos que llevan un desensibilizador incorporado para reducir las molestias.

Los tratamientos son personalizados

Cuando acudimos a la primera cita, el odontólogo hará una primera revisión. En esta después de confirmar que el paciente está apto para recibir el blanqueamiento valorará cuál es la mejor opción para su dentadura, ya que existen varios procedimientos, que se suelen combinar entre ellos.

La fuerza, el tiempo de exposición y el tipo de luz que se utiliza puede variar. Existen tres tipos de luces blanqueadoras: UV, LED y halógenas. De las tres, la que causa menor sensibilidad es la LED y por eso es la más utilizada en las consultas. Además de estos, en la actualidad también hay clínicas que cuentan con blanqueamiento por láser, con una efectividad algo más alta que las luces LED. Pero en definitiva el objetivo de todas ellas es activar los productos químicos a base de peróxido de hidrógeno o peróxido de carbamida que previamente se ponen sobre el diente.

No obtendrás unos dientes completamente blancos

Un buen profesional te informará antes de empezar el tratamiento, sobre una escala de color, en el punto que te encuentras en la actualidad y qué nivel de blanco puedes alcanzar. Hay que tener en cuenta que los esmaltes blancos impolutos no existen en la naturaleza y probablemente los que hayas visto sean fruto del photoshop o de las carillas. El blanqueamiento tiene estos límites, por lo que será tu opción si lo que quieres es un resultado natural.

El blanqueamiento no dura para siempre

Si pensabas que este tratamiento es algo que haces una vez y ya puedes olvidarte, no es así. Sus efectos suelen durar alrededor de dos años, pero depende mucho de cómo lo cuides. Además de un cepillado a conciencia, limitar el consumo de alimentos que tiñen los dientes como vino tinto, verduras verdes, café o paella prolongará su duración. En las revisiones periódicas, tu dentista te indicará cuando es hora de hacer una sesión de refuerzo.




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