Probablemente gran parte del planeta recuerde el momento exacto, la hora exacta y el lugar exacto donde se encontraba cuando el reloj quedaba paralizado, en el verano de 2011, con la muerte de Amy Winehouse. Perteneciente a ese maldito club de los 27, donde las drogas terminan por ser olas que ahogan, Amy se fue con indiferencia sobre su legado cultural en un mundo que le aterraba. Todas estas frases memorables, conglomerado de una fuerte personalidad con tendencia a la depresión, consiguieron que sus historias personales de desamor y tristeza nunca dejaran de sonar en todos los rincones de ese mismo mundo que ella tanto detestaba.
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