Que la implicación de Doug Emhoff en la carrera política de su mujer iba a ser total quedó claro desde el primer día de campaña. Además de pedir una excedencia para dedicarse de lleno a trabajar por la candidatura de Kamala Harris, el abogado involucró a los hijos de su anterior matrimonio,Cole (26) y Ella (22), en la tarea. El compromiso de Emhoff con el trabajo al que aspiraba Harris quedaba así doblemente ratificado, una forma de ejercer su papel de consorte que ha continuado ahora que su mujer, ya vicepresidenta, no goza precisamente de sus mejores datos de popularidad.
La salida de EEUU de Afganistán y la posterior toma del país por parte de los talibanes ha sido un golpe de imagen y aceptación para una mandataria que lleva en el cargo algo más de seis meses. También a su jefe, el presidente Joe Biden, le ha costado esa decisión política algunos puntos en las encuestas y muchas críticas, pero la opinión pública ha sido más dura con Kamala. Y Emhoff ha salido a apoyarla. Por eso, en pocas semanas se le ha visto más que en todos los meses anteriores: visitando un centro de vacunación contra el covid; ejerciendo de representante del Gobierno en la delegación estadounidense de los Juegos Paralímpicos de Tokyo 2021 o en una barbacoa celebrada para un grupo de militares y sus familias en la Base de Pearl Harbor-Hickam. Según su agenda, el próximo destino del segundo caballero del país será Hawai, donde está previsto que aterrice el 25 de agosto. Y todo eso, siendo verano.
Nada que ver con la segunda dama española, Begoña Gómez, que este año ha dejado a los medios, la ciudadanía y los curiosos sin posado, ni robado veraniego para las cámaras. España no es EE UU aunque en lo que se refiere a la comunicación política sea el país en el que más se mira. La primera diferencia es que las normas son distintas: allí hay un papel más o menos mínimo que las primeras damas y segundo caballeros deben cumplir mientras que aquí es de libre configuración. Es decir, lo hace a su medida la persona que ocupa la Moncloa en calidad de consorte. Por ese motivo, si en la primera legislatura Gómez acudió con Pedro Sánchez incluso a actos de partido, hoy está llevando a cabo su decisión, tomada hace ya algún tiempo, de ir borrándose de la agenda oficial del mandatario.
De seguir la tónica de este verano donde los Sánchez Gómez han dejado sin estampa familiar al país, 2021 podría ser el de la mayor sequía de apariciones y alguién del entorno de Ferraz (sede del PSOE) asegura a esta revista que la idea es que su presencia quede reducida a las recepciones con los reyes. Serían citas muy puntuales, e incluirían a otros jefes de Estado que vinieran de visita o algún viaje oficial a otro mandatario, como fue el caso de su viaje a Roma para verse con el papa Francisco. Las razones de esa "dieta", afirma esa fuente, son dos: el deseo de Gómez de centrarse en su carrera profesional y la salida de Moncloa de Iván Redondo, asesor que salió de Moncloa tras la remodelación que hizo el presidente de su equipo el pasado 10 de julio.
Efectivamente, la escuela de comunicación política que defiende Redondo –muy dado a llegar al elector a través de las emociones más que de los datos o los hechos– está en EE. UU., donde las parejas y las familias de los políticos tienen mucho peso y mucho tirón mediático y electoral. Aquí no somos ajenos a ese poder de atracción, y por eso en las páginas de esta revista la experta en etiqueta política Mar Castro habló del "efecto Begoña". Lo resumía así: "A Sánchez le favorece porque son una pareja linda, cuidan su aspecto, usan ropa de diseñadores españoles y además, contribuyen a transmitir esa imagen de pareja y de familia que tanto conviene a los candidatos". La responsable de NETetiqueta, el cambio de rol fue un acierto: "Siempre he pensado que lo que debe hacer, teniendo una carrera profesional brillante, es presumir de eso, no acompañar a su marido".
Como no hay ley que la obligue a hacerlo, Gómez ha seguido ese camino en este segundo mandato de su marido. Como Gómez, Emhoff también empezó a dar clases en la universidad. En su caso, cuando su mujer ya estaba en campaña y en la de Georgetown, donde es profesor invitado experto en derechos de autor, de imagen y asuntos legales relacionados con los medios de comunicación, su especialidad como abogado. Gómez codirige un máster sobre Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense, sigue dirigiendo el Centro de Estudios Africanos vinculado al Instituto de Empresa. Casi todas sus apariciones públicas en debates, presentaciones o viajes tienen que ver con ambas tareas. Esa dedicación universitaria es lo único que tienen en común la segunda dama y el segundo caballero de España y EEUU.
La otra diferencia entre ambos está marcada por el momento de popularidad, desigual, que viven sus parejas. Harris ha tenido un aterrizaje complicado al ser la vicepresidenta peor valorada de los últimos años. Solo le "gana" Mike Pence, quien fuera el segundo de Donald Trump. Un análisis exhaustivo de esos índices de aprobación realizado por Los Angeles Times, a Kamala Harris le ha perjudicado tener entre sus responsabilidades uno de los asuntos más espinosos a los que se enfrenta la Administración Biden: la inmigración. No es el caso actual de Sánchez ni el PSOE, partido que según el último CIS, publicado a finales de julio, es el único junto con VOX que crece en intención de voto. Con las encuestas al alza, la imagen de Sánchez no necesita vitaminas. Pero hay otra diferencia entre Gómez y Emhoff, que puede disuadirla a ella más que a él de salir a la palestra: su sexo.
Según el estudio del diario de Los Ángeles, de cara a la opinión pública tiene algo en su contra que no han tenido sus antecesores en el cargo: es mujer. Obviamente, no es un demérito, es que, como les ocurre a otras políticas -y en general, a las mujeres con exposición pública– es blanco preferido para quienes se dedican a hacer campaña de acoso y derribo, sobre todo en el mundo virtual. "A medida que la estatura de Harris ha aumentado, también lo ha hecho el volumen de ataques sexistas, violentos y misóginos contra ella en las redes sociales, y los investigadores han encontrado cientos de miles de ejemplos", expone el informe.
Es lo mismo que le sucede a Gómez. En su caso, ni siquiera dirige el país, ni es responsable de las decisiones que toma el equipo de Pedro Sánchez, pero cada aparición genera comentarios y ataques machistas. No lo es comentar su indumentaria, sobre todo porque es una persona de referencia en el país y porque muchas de sus apariciones públicas no oficiales tienen que ver con acudir a pasarelas de moda para apoyar a diseñadores o firmas españolas. Sí son machistas comentarios como este: "Destaca por su presencia tosca y cartilaginosa y una ausencia total de elegancia, sensualidad y méritos estéticos". Juan Abreu lo publicó en El Mundo, donde otro colaborador la comparó con un "cocker spaniel" por su flequillo y otra se refirió a ella como "el "accesorio" de Sánchez. Eso sucede en un diario –y no es el único–, donde antes de ser publicado un artículo debe pasar correcciones y un proceso de aprobación, control que ni siquiera hay en muchos autodenominados "periódicos digitales" y aún menos en las redes sociales donde Gómez es el blanco de insinuaciones de muy bajo tono relacionadas con su cuerpo o acusaciones sin pruebas relacionadas con su competencia profesional.
Le ocurre igual a Jill Biden, primera dama de EEUU, que llegó a exigir una rectificación después de que Wall Street Journal publicara un artículo donde el autor la llamaba "cría" y se negaba a darle el tratamiento de "doctora" que tiene por su formación.Emhoff no lo tiene fácil: ser un hombre en un segundo plano tras una mujer poderosa también le ha valido ataques basados en disminuir su hombría y sustentados en la misma concepción machista por la que se desmerece el trabajo de todas las mujeres citadas en este artículo, pero nada que ver con el volumen, la insistencia, la agresividad y el desprecio de los que reciben su pareja, la doctora Biden o la directora del Centro de Estudios Africanos.
Por eso, aunque como afirmó Mar Castro a Vanity Fair, no hay duda de que aparecer con su esposa beneficia a Pedro Sánchez al darle una dimensión humana y cierto brillo, lo que ha debido preguntarse Begoña Gómez es si el precio vale la pena y también, por qué no, qué saca ella.
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