La fortuna de Sergio Ramos: cerca de 100 millones de euros repartidos en arte, caballos e inmobiliarias

Sergio Ramos abandona el Real Madrid, el club en el que ha forjado su carrera, y en el que ha llegado a ganar 12 millones de euros netos al año (con su hermano René como agente). Una cifra engordada por sus patrocinios deportivos (estuvo durante una década cobrando cifras cercanas al medio millón de euros anual con Nike, entre otras) y sus acuerdos de varias temporadas con Amazon Prime para contar su "leyenda" en vídeo. Una cómoda fortuna, que hace un par de años rondaba los 100 millones de euros y que le permite decidir sobre su futuro sin excesiva presión económica. Fortuna que tampoco se ha quedado quieta: Ramos pertenece a esa hornada de futbolistas que, como su excompañero David Beckham o su rival Gerard Piqué, han elegido labrarse una vida al margen del deporte.

Después de todo, el peor momento de su carrera empresarial hace ya más de un año que quedó atrás. Ramos, que desde su matriz Sermos 32 SL (empresa que creó en 2004 para administrar sus derechos de imagen) ha ido expandiendo sus inversiones, se metió al inicio de su carrera en la compra de terrenos (más de medio millón de metros cuadrados, adquiridos en dos paquetes entre los años 2000 y 2001) para el desarrollo inmobiliario de un futuro barrio entero de Madrid: Los Berrocales. Una aventura emprendida junto a su socio habitual en lo inmobiliario: su padre, José María Ramos (que controlaba el 1,01% del capital, por el 49,99% del jugador); y también junto a la cadena Eroski (con el 49% restante). Un triunvirato inmobiliario que casi le supone un embargo de más de 40 millones de euros.

En 2019, el bloqueo del desarrollo inmobiliario –que irónicamente ha arrancado del todo hace menos de un mes, tras 15 años de parálisis desde que Madrid declarase el suelo urbanizable–, supuso al jugador la amenaza de un embargo por parte del Banco Santander: hasta 42 millones de euros. Es decir, lo que aún restaba por pagar del crédito hipotecario con el que se adquirieron los terrenos (35 millones) más los intereses.

Finalmente, los socios tuvieron que recurrir a varias operaciones desfavorables con el fondo buitre Blackstone, auspiciadas por el Santander (heredero del préstamo original que había concedido en su momento el Banco Pastor), y que acabaron con la cesión masiva de los terrenos de uno de los paquetes (más de 350.000 metros cuadrados) y la cancelación del crédito. Aún así, la operación dejó un agujero en las cuentas de la inmobiliaria de 19 millones en el último ejercicio (la pérdida de valor del suelo que les quedaba contra lo que pagaron por él hace dos décadas)… Y de 1,5 millones directos en el bolsillo de los socios, para poder ampliar capital y seguir operando (porque a los Ramos les quedan todavía más de 150.000 metros cuadrados que explotar).

Es el mayor tropezón, pero no la única incursión inmobiliaria en su carrera. En esta última década, los Ramos se han movido en la parte inmobiliaria, en negocios que van desde la explotación de gasolineras hasta un parking marbellí que durante un tiempo se consideró deficitario. Aunque en realidad le ha supuesto ingresos de más de 10 millones de euros a cambio de la mitad de la inversión (dos millones en el parking y accesos, y otros tres millones en un centro deportivo en superficie cedido a la ciudad). Incluso sus proyectos "a medias" (un centro comercial sevillano que nunca llegó a término) tuvieron buena salida, colocando el proyecto por ocho veces la inversión original.

El secreto está en la paciencia, un elemento fundamental en su negocio más célebre: la Yeguada SR4, repleta de animales ganadores que vende a exorbitantes precios (como la yegua Pícara, con la que en 2015 conquistó por primera vez el Salón Internacional del Caballo (SICAB). Y en la que sigue invirtiendo junto a su socio y amigo, Sergio Álvarez Moya (el exmarido de Marta Ortega), con el que ya tiene dos caballos a medias: primero fue una yegua y, este año, un campeonísimo, Álamo, que los dos Sergios compraron por un millón y medio de euros, y que poco tardó en demostrar sus cualidades:

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Un caballo al que sacar rendimiento junto a su otro campeón: Yucatán de Ramos [sic], un pura raza campeón del mundo en el SICAB de 2018, y que le garantiza al jugador varios miles de euros por cada cópula. De hecho, en la yeguada de Sergio Ramos, los servicios de sus sementales no bajan de los 3.000 euros.

En paralelo, Ramos también ha acumulado una buena colección de arte contemporáneo –la Sergio Ramos Collection, como la ha bautizado–. Es, de momento, mitad inversión y mitad placer personal, guiada en los últimos años por sus instintos, y los consejos de galeristas con los que mantiene una especial sintonía como Fer Francés. La colección se compone de obras de entre 30.000 hasta medio millón de euros, principalmente en arte figurativo contemporáneo internacional. Y, aunque no se conoce su cuantía exacta ni su valor actual, desde luego el futbolista aplica el mismo principio que al resto de sus negocios: paciencia. Para cuando reveló que se había hecho con una importante obra de Phil Frost, Ramos ya llevaba años adquiriendo poco a poco obras para su colección. Que pretende que en un futuro se sitúe entre las más relevantes del mundo.

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Aunque a Ramos, el día que se retire del fútbol, todavía le queda un valor adicional: su imagen. Hace dos años, el perfil de Instagram del astro tenía 31 millones de seguidores. Hoy, Ramos supera los 44,4 millones, una cifra que le daría para protagonizar cualquier campaña que desease y sacarle un rendimiento a su figura de varios millones de euros al año. De nuevo, el espejo es su amigo Beckham, con 66,8 millones de seguidores. Y que en el último año prepandemia se embolsó cerca de 10 millones de euros con sus campañas de Instagram. Aunque no sabemos cuánto dinero ganó Ramos por su acuerdo con Amazon, el olfato a la hora de exprimir su imagen –y proyectarla en una plataforma de streaming de alcance mundial– suena a que el futbolista tiene muy claro que su clan familiar (Pilar Rubio y sus cuatro hijos) puede ser los Beckham del mañana

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