El 19 de noviembre de 2014, las redacciones del mundo del corazón estaban pendientes de dos noticias: la inminente entrada en prisión de Isabel Pantoja, y el desenlace de Cayetana Alba, en cuya casa se había visto entrar a su sacerdote de confianza y confesor, Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp (el mismo que, hace unos meses, casaba al duque de Huéscar y Sofía Palazuelo).
Esa entrada en la cárcel de la tonadillera se produjo, a primerísima hora de la mañana, antes de las 8, del 21 de noviembre. El mensaje que confirmaba que la duquesa de Alba había fallecido llegaba un día antes, 20 de noviembre, pocos minutos antes de las 10 de la mañana. Con la confirmación de la noticia, comenzaron a correr ríos de noticias sobre lo que fue y lo que sería ahora de la casa Alba.
Hoy, cinco años después, doña Cayetana no reconocería muchas de las cosas que han pasado entre sus hijos. U otras que han hecho por su propia cuenta. ¿Se imaginan que Eugenia Martínez de Irujo se hubiese casado en Las Vegas, como hizo, sin decírselo a su madre (como pasó con sus hermanos)? Seguramente no, porque era su debilidad. Aunque estamos convencidos de que Narcís Rebollo le habría parecido un más que digno yerno.
Cuando Eugenia estaba dando ese ‘sí, quiero’, en Sevilla se estaba celebrando el tercer aniversario de la pérdida de su madre, algo que fue bastante cuestionado. Sobre todo, entre sus hermanos. Aunque esta ya lo había hecho de la misma manera con anterioridad, alegando que no necesitaba misas para recordar a su madre.
Este aniversario llega en medio de esa situación que rodea a Cayetano Martínez de Irujo. Hay que recordar que, hace un par de meses, publicó un libro, ‘De Cayteano a Cayetana’, y durante la promoción hizo algunas declaraciones en las que mostraba la cara menos amable de su madre y de algunas de sus parejas, más concretamente con Jesús Aguirre. Curiosamente, tuvo que cancelar la presentación por un problema médico. Y cuando ya nadie esperaba que diese la cara, lo hacía el pasado 5 de noviembre, justificando que, si había decidido publicarlo, era para «no tener que probar más mi inocencia«.
Mientras que estos dos parecen los dos miembros de la casa que han dado de qué hablar en este tiempo, el heredero del ducado de Alba, su hijo, Carlos Fitz-James Stuart, junto con el viudo de doña Cayetana, Alfonso Diez, se han visto obligados a caminar por el sendero de la discreción para hacer frente al oleaje que ha provocado, sobre todo, Cayetano.
Carlos ha preferido rebajar la exposición a la que siempre estuvo sometida su madre, a quien le encantaban las fiestas flamencas. Él, por el contrario, se deja ver en contadas ocasiones. Cuando lo hace, es para asistir al Teatro Real, para asistir a las reuniones del patronato del Museo de Prado o para salir a navegar.
Ellos son los tres rostros más reconocidos y con mayor interés para la prensa, que sigue tratando de continuar esa especie de tradición de mantener viva la llama de los Alba en los medios. El resto de hijos, salvo pequeñas pinceladas, ni aparecen. No sabemos si lo harán o no en una hipotética celebración religiosa en memoria de su madre que se ha ido diluyendo con el paso de los años.
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