Cristina Tamborero: “La broma que hacemos entre nosotros es que yo caso y mi padre divorcia, pero todavía no hemos coincidido nunca”

Cristina Tamborero estaba saturada de vivir rodeada de separaciones, y no porque en su familia fracasaran los matrimonios, sino porque su padre, Ramon Tamborero, es uno de los abogados de familia más prestigiosos, junto al que ahora trabaja también su hermana Paola. Cuenta que un día le dijo: “Mira, tú sigue divorciando, que yo voy a trabajar casando” y así fue como abrió hace menos de una década su negocio de vestidos de novia, hoy ubicado en un precioso atelier de la Diagonal de Barcelona.“En realidad, mi padre nunca se ha traído el trabajo a casa, ni me ha agobiado su profesión. Es una broma que nos gastamos, porque dedicarme a la moda siempre ha sido vocacional, mi vena artística me viene de mi madre”, aclara la risueña Cristina, que encaja de maravilla que este chascarrillo haya traspasado las fronteras de su casa.

Aunque se diga que ella los casa y su padre los divorcia o al revés, “te he de confesar que eso no nos ha pasado todavía. Nunca hemos coincidido”. De hecho, no le importaría nada que ocurriera. Le pregunto directamente si le gustaría vestir de blanco, si se diera el caso, a la última clienta mediática de su padre, Arantxa Sánchez-Vicario –que recientemente ha conseguido ganar una batalla a su ex, Josep Santacana, al acceder la Audiencia de Barcelona a que su divorcio se tramite en Miami—yme responde sin dudar: “Si quisiera casarse de nuevo y le gustara mi trabajo ¡por supuesto que sí!”. Aunque enseguida añade: “Aunque los dos estamos en mundos paralelos profesionalmente y de estos temas no hablamos para nada. Nos preguntamos cómo nos van las cosas y poco más”.

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Invitada a desfilar en el Hotel Ritz de París en primavera

Padre e hija viven en mundos paralelos pero los suman éxitos. Cristina ha recibido con entusiasmo e ilusión la invitación que ha recibido para desfilar la primavera que viene en la pasarela de alta costura de París con sus diseños de novia y fiesta. “Cuando me llamaron, no me lo podía creer. Fíjate si dudé que pensaba que lo había entendido mal y fui a pedir ayuda a mi padre,que habla un francés fabuloso. Hicimos un Face Time y me dijo que sí, que no había ninguna duda. Querían que participara”, cuenta a Vanity Fair.

La cita será en el Hotel Ritz, todo un símbolo del lujo y el esplendor social, donde Lady Diana pasó sus últimas horas y Coco Chanel vivió desde 1937 hasta su muerte. “Estoy tan emocionada que, además del desfile, seguro que aprovechamos para hacer alguna sesión de fotos”, dice esta enérgica mujer de 35 años y larga melena, que se preparó a conciencia antes de lanzarse al competitivo mundo de la moda.

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Cristina tenía claro que debía tener nociones empresariales para poder llevar ella misma las riendas del negocio, así que empezó estudiando –“la parte más dura y poco agradable”– Dirección y Administración de Empresas en la universidad Ramon Llull. Continuó con diseño de moda, también en Barcelona, en el Instituto Europeo di Design.“Me gustaban las novias, era lo que quería desde siempre porque es un vestido asociado a la ilusión y al amor”. Tal vez me influyeron los finales felices de las películas de Disney… No sé, Princesa por sorpresaTe podría recitar los diálogos de El padre de la novia de memoria”, dice haciendo referencia a la versión de 1991 con Steve Martín. Es ésta una historia transversal, que une a generaciones, puesto que existe una versión anterior de los años 50 protagonizada por Spencer Tracy y Elizabeth Taylor, donde la actriz de ojos violeta lucía un traje nupcial muy New Look firmado por la diseñadora de la MGM, Helen Rose. “Creo que mi abuela también fue mucho más decisiva en mi vocación de lo que yo misma soy consciente”, dice Cristina de repente.

Viendo desfiles de alta costura en París con la abuela

¿Tu abuela? “Sí, mi abuela materna era una mujer encantadora, súper elegante, coqueta, guapísima… Se ocupaba de sus ocho hijos y era lo más. La recuerdo cosiéndonos vestiditos a las nietas, cuidando los detalles de todo… Aunque no provenía del mundo textil, le gustaba mucho la moda y trató de inculcar su pasión a sus cinco hijas, aunque a la que más le llegó fue a mi madre”, explica la diseñadora, que guarda recuerdos imborrables de sus viajes de infancia con ellas dos a París para asistir a los desfiles de alta costura. “Chanel, Dior… me llevaban con ellas a todos y me encantaba.Dice mi madre que ponía cara de embobada. Por eso también estoy tan feliz de poder desfilar en el Ritz”, asegura y, después de una pausa, reflexiona: “Estoy segura que mi abuela de alguna manera me empujó a este mundo, me hizo apreciar las cosa bien hechas, me inculcó el perfeccionismo”.

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La madre de Cristina también tomó el camino de la creación –“es pintora”— aunque se casó con un experto en leyes pionero en el derecho matrimonial, con fama de buen profesional, amable y accesible. Su única hermana, Paola, sigue los pasos del progenitor, la rama más cerebral de la familia: “Ella es la continuidad en el despacho, la modernidad, el 2.0; se entienden y lo están haciendo muy bien los dos”, comenta Cristina, que habla de todos ellos como una piña unida. Las dosestán casadas y son madres de dos niños cada una. Los de la diseñadora se llaman Marcos y Alejandro, y tienen cuatro años y un año y medio. ¿Todavía no hay una niña para vestirla de novia? “A ver si llega algún día…”, responde evasiva, entre sonrisas divertidas.

Cuando Cristina dio el “sí quiero”, todavía no tenía su empresa, pero diseñó su propio vestido. “Era muy de princesa, tenía de todo, falda de gran volumen, velo, cola, adornos…Era una cría de 26 años, ¿qué quieres?”, apunta, aunque enseguida añade: “Bueno, si me casara ahora, no creas que cambiaría tantas cosas, ¿eh?”. ¿Será que ver muchas veces Princesa por sorpresa imprime carácter de por vida? En realidad, nadie lo diría viendo algunos de sus diseños, donde por encima de todo impera el minimalismo.

“Trabajar dentro de la Casa Batlló ha sido un lujo irrepetible”

Cristina admite que sus diseños son, por encima de todo, elegantes. Con una base clásica de corte muy simple, espíritu femenino y telas de primera calidad, juega con los detalles para dotarlos de personalidad: pueden ser desde botones joya a cortes estratégicos, encajes, plumas o volantes. “Quiero que la novia se sienta guapa en su gran día, pero que luzca ella, sin disfraces. Que el vestido no se la coma”.

Acaba de presentar su nueva colección de novia y fiesta, que es un auténtico homenaje a Barcelona. Como el confinamiento le impidió salir de la ciudad, aprovechó la ocasión para retratar enel casco antiguo la línea nupcial, a la que ha llamado Condal –¡estábamos solos en las calles!”– y en la emblemática casa Batlló, los diseños de fiesta, que ha bautizado como Hidra. “Ha sido todo un lujo poder hacerlo porque es uno de los monumentos más impresionantes que tenemos y resulta totalmente inviable realizar una sesión fotográfica dentro en situación de normalidad porque siempre está lleno de turistas.Hemos tenido una oportunidad única y la hemos aprovechado”, cuenta entusiasmada. Su inspiración creativa es totalmente gaudiniana: “Para mí Gaudí es minimalismo con toques recargados”. Por eso ha utilizado los colores intensos de los vestidos –que recuerdan los de los mosaicos del arquitecto— y ha salpicado los diseños con pedrería y volantes exagerados, que nos remiten a las formas curvas de su arquitectura modernista, inspirada en la naturaleza.

¿No son colecciones demasiado exquisitas para los tiempos que nos toca vivir?“Noooo. Estoy convencida que de esta pandemia saldremos con unas ganas increíbles de dejar el pijama y el chándal en el armario, y vestirnos divinas con taconazos”, responde la expresiva diseñadora, que antes de la pandemia apostaba fuerte por los pantalones chic nupciales tipo palazzo. “Ahora todo ha cambiado, las novias quieren ir con cola, tocado, vestido de impacto…”. Para bien o para mal, vuelve Princesa por sorpresa.

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Su nuevo proyecto, una colección ‘ready to wear’

Pero todavía estamos en tiempo de pandemia. Para el taller de Cristina ha sido un momento complicado, pero no paralizador. Al disminuir las bodas, la inquieta diseñadora y su equipo idearon una colección de fiesta más asequible destinada a la venta en web, que lanzaron hace menos de un mes. Se puede encontrar complementos (bolsos de mano, diademas, pendientes…) y ocho looks que rondan entre los 300 y los 500 euros. “Al realizarse bodas en petit comité, las escasas invitadas a los enlaces no sentían la necesidad de invertir más de 1000 euros en un gran vestido, ni les apetecía, así que pensamos que había que darles opciones más económicas”. La propuesta ha llegado para quedarse pero no se hará extensible a los vestidos de novia, que son siempre de alta costura personalizada.

Los diseños nupciales se realizan en su taller de la Diagonal de Barcelona, donde des de hace un año ha centralizado todo su negocio, antes algo desperdigado en el paseo de Gracia. Por la situación sanitaria ha visto reducido su equipo a siete personas, pero cuando regrese totalmente la normalidad, serán entre 12 y 15. “Todo se hace aquí mismo, que nadie lo dude, lo que lleva mi logo es alta costura tradicional de toda la vida”. Y clientela no le ha faltado, ni en pandemia.

“Lo que sí que hemos notado en estos meses es que las novias optaban por vestidos más discretos, cortos o con pantalón, pero no ha habido una caída en las ventas espectacular. Tal vez un poco en junio-julio del año pasado pero a partir de septiembre la gente quería casarse”, explica Cristina, que está encantada cada vez que una clienta le dice que la ha hecho sentir cómoda, bella y segura. “Se nota que eres una mujer”, le comentan. “Sin desmerecer para nada el trabajo de los modistos, creo que la visión de una diseñadora es muy cercana a la clienta, porque al ser yo también una mujer muy real, sé perfectamente cómo se siente, lo que le va a quedar bien, cómo puede moverse dentro de cada corte…”, explica.

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Vistiendo a WAGs del Barça y soñando con Ana de Armas

Aunque llevaba muy poco tiempo en el mundo de la moda nupcial, en 2015, Cristina se atrevió a debutar en la Barcelona Bridal Fashion Week, una de las ferias más importantes del sector. “Empecé a lo grande”—ríe—“pero no creas que no estaba nerviosa, me temblaban las piernas”. Cristina confiesa que en ese momento la salvó su agente de prensa, Àlex Estil·les –experimentado profesional, parte importante en el éxito internacional de firmas como Custo Barcelona—“porque me cogió de la mano y me dijo que si no tuviera potencial, él no habría apostado por mí”.

Todo fue muy bien aquel día, y, aunque en su primera fila no se sentaron WAGs del Barça como en la de Rosa Clará, que cuenta con sus incondicionales Daniella Semaan y Antonella Rocuzzo, con el tiempo, han llevado vestidos Tamborero la esposa del portero culé Marc-André Ter Stegen, la arquitecta alemana Daniela Jehle, y Mikky Kimeney, la novia influencer del jugador neerlandés Frenkie de Jong. Esta última asistió en 2019 a la gala del Balón de Oro enfundada en un ajustado diseño oscuro con botonadura joya en la espalda.

Tamborero está presente en la alfombra roja de premios como los Goya, los Gaudí, los Feroz… Y hemos visto lucir sus diseños a Gisela (apostando por las plumas), Cristina Brondo (con abertura en la cintura), Ona Carbonell (luciendo volantes), Sílvia Marsó, o Alba Carrillo, que apostó por un elegante mono de pantalón. “El pantalón palazzo o incluso el pitillo puede ser lo más chic para una invitada, de hecho yo siempre voy a las bodas con ellos”, dice la diseñadora, que no duda cuando le preguntas si aspira a vestir a Hollywood. “¡Por supuesto!”. ¿I tiene alguien preferido? “Pues mira, me encanta Ana de Armas porque transmite una imagen muy dulce, y a la vez es una mujer guerrera, hecha a si misma que sabe llegar lejos. Creo que encarna muy bien a la mujer Tamborero y sería un placer vestirla”.

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