Los 10 looks icónicos de España en Eurovisión

Es un auténtico show, mucho más estudiado de lo que en ocasiones parece. Todo lo que vemos desde hoy y hasta el 22 de mayo, el día grande del Festival de Eurovisión, tiene meses de trabajo y equipos detrás. No solo es cuestión de artistas, canciones favoritas y compositores. Hay preparadores físicos, coreógrafos, técnicos de luces y sonido, realizadores… y diseñadores. Los grandes encargados de envolver a los representantes de cada país en diseños espectaculares, algunos por la calidad de las telas y la belleza de la propuesta, otros por la singularidad y los hay también que llaman la atención por ser directamente horribles (como estos, que han sido los más feos del festival).

Nosotras vamos a hacer un repaso por los vestidos más icónicos de España en Eurovisión y por esos secretillos que, en su momento, pasaron desapercibidos pero que hemos recuperado. Como pasó con el espectacular vestido que Amaia Romero lució en Lisboa junto a Alfred. Se trataba de un diseño de Teresa Helbig que ya había lucido otra famosa antes.

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La precursora del vestido en cuestión fue Eugenia Martínez de Irujo, a quien se lo vimos en la gala Starlite el verano anterior. El vestido, que formaba parte de la colección PV2017 de la catalana, repleto de rombos metalizados y transparencias, estaba hecho en lamé.

Y si la aparición de Alfred y Amaia fue uno de los momentazos (al menos para los eurofans españoles) en la edición de 2018, ¿qué nos dices de ese momento en la de 2015 en que Edurne se desprende de la capa roja –recuerda que tenía más de cinco metros de tela- y deja al aire uno de los vestidos más caros de la historia del festival?

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Ambas piezas estaban firmadas por José Fuentes. La capa se hizo en punto de seda y paillette libanés y el vestido en color verde agua en paillettes de cristal.

Aunque la de Edurne fue una de las puestas en escena más estudiadas que hemos llevado en los últimos años, siempre hay detalles que se escapan. En su caso, la capa jugó alguna mala pasada. En el de Ruth Lorenzo, la siguiente en nuestro álbum de la nostalgia, fue directamente el vestido.

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Se lo había diseñado en exclusiva Ana Martín, de Anmargo y tras los pertinentes ensayos, el equipo español se dio cuenta de que las tiras de acero que llevaba en la parte frontal eran incompatibles con el espectáculo de luz. A menos de dos días para su espectacular actuación, Ruth Lorenzo encontró el vestido sustituto mientras paseaba por Copenhague, uno muy parecido al que iba a llevar (sin apliques metálicos) de Karim Design.

Fue Pastora Soler la que en 2012, tras ocho años en los que estuvimos alejados del top10, volvió a meternos con un décimo puesto y un vestido helénico de abertura lateral que, junto con la canción, resultaba imponente. Era obra de Cañavete, su diseñador fetiche.

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Año 1985, Gotemburgo (Suecia). Paloma San Basilio canta La fiesta terminó con un diseño blanco de gasa, paillettes y hombreras maxi, una obra de arte con la que brilló aunque no consiguiera subir del puesto 15.

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El año en que Betty Missiego representó a nuestro país, pasó a la historia de los eurofans como el del desastre estratégico de España. Missiego fue en cabeza durante todo el concurso hasta que nosotros mismos puntuamos a Israel y la convertimos en ganadora.

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De aquel vestido túnica comparado en infinidad de veces con el vestuario de la princesa Leia de Star Wars, Betty Missiego ha dicho que se lo compró a un vendedor de túnicas que lo tenía reservado para Grace Kelly.

No es la canción que más resuena en el imaginario colectivo de Karina, pero sí uno de los looks más recordados. Cuando se subió al escenario con este modelo de Antonio Nieto, consiguió la atención de todo el mundo a golpe de abertura.

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La parte baja aparecía con un agujero, al que luego se bautizó como gatera, y también las mangas. Y como colofón una botonadura infinita por la parte delantera.

Y llegamos a uno de los vestidos y momentos estrella de España en Eurovisión.

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Solo con ver la foto, seguramente, has cantando en tu cabeza el La, la, la de Massiel. Fue la primera victoria para nuestro país en Eurovisión en un año cargado de aire rupturista en el que la sociedad se rebelaba. Como muestra: las minifaldas. Esa prenda que había conquistado portadas y armarios y que formaba parte del look de Massiel: un vestido mini que encontró en la casa Courrèges plagado de margaritas.

Y no podíamos cerrar sin uno de los máximos exponentes de la moda eurovisiba: el jumpsuit de Salomé.

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El diseño de Pertegaz resuena en nuestra mente y nuestros corazones, como buenas amantes de los flecos que somos. Eso sí, igual llevarlo no es tan buena idea porque celeste pesaba nada más y nada menos que catorce kilos. Eso sí, cada uno de los canutillos de porcelana que ves iba cosido a mano. Una auténtica obra de arte en azul celeste que se ha convertido en un símbolo en un país, el nuestro, capaz de contonearse y cantar el Vivo cantando cada vez que se topa con él.

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