Comenzaré este artículo con una confesión: nunca he logrado seguir una dieta, ni siquiera he podido completar un menú semanal porque me rindo rápidamente. Durante años he estado yendo de flor en flor, coqueteando con la dieta de la piña, dándole una oportunidad al ayuno intermitente o probando la dieta en la que vas calculando los puntos (Weight Watchers). ¿Resultados? Ninguno. A mí la piña solo me gusta si viene en un cóctel y se llama Colada, aprecio demasiado el desayuno como para saltármelo y el cálculo nunca ha sido lo mío.
La única ocasión en la que logré bajar de peso fue allá por el 2018, cuando llegó a mi vida el movimiento ‘Realfooding’, que promueve la comida real. Y me sorprendió porque mi intención ni siquiera era la de adelgazar, sino intentar comer mejor. Eso y apuntarme a clases de yoga y Pilates me ayudaron a lograr mi peso ideal.
Tres años después he vuelto a ganar algunos kilos de más, pero esta vez me enfrento a ello de forma más relajada. He aprendido a comer bien y ahora sé que las dietas hiperestrictivas no son la mejor alternativa. Por eso quiero apostar por algo más realista.
Hace tiempo me hablaron de la dieta genética, aquella que basa sus menús en los alimentos que te sientan bien, descartando los que no, ya sea por intolerancias, porque contribuyen a a un aumento de peso, etc. Es curioso como a raíz de un análisis de sangre o de saliva puedes conocer tus predisposiciones a padecer ciertas intolerancias, el porcentaje de factor genético que influye en tu peso e incluso por qué tiendes a comer de forma compulsiva cuando tienes ansiedad.
He probado este tipo de dieta después de someterme a los dos métodos y podría tirar de clickbait fácil diciendo que los resultados te sorprenderán …, pero es que en este caso es cierto. He descubierto cosas sobre mi cuerpo que antes no sabía (hola, hipersensibilidad al gluten 👋), en dos semanas he perdido tres kilos (algo más de uno por semana, que es lo que suelen aconsejar los expertos) y he dado con un método realista e inteligente para perder peso.
Te cuento mi experiencia con la dieta genética, pero antes aclaremos dudas básicas.
¿Qué es exactamente la dieta genética?
Puede resultarte extraño, pero en realidad no es una dieta, sino una forma de alimentarte de forma saludable con ingredientes que sientan bien a tu cuerpo. ¿Recuerdas cuándo hablábamos de la dieta ‘Cero Barriga’, en la que su creador proponía eliminar alimentos que hinchan la tripa? Pues bien, se asemeja un poco, ya que con este método puedes descubrir cuáles son, además de otros factores.
Con este estudio puedes saber cómo tu cuerpo asimila diferentes nutrientes y qué estrategias nutricionales pueden optimizar tu bienestar. En otras palabras: es una dieta basada en tu ADN.
¿Qué tipos de test genéticos nutricionales existen?
Se pueden encontrar dos tipos diferentes: aquellos que se realiza mediante un análisis de sangre y aquellos en los que se emplea el análisis de saliva.
«Es cierto que la toma de una muestra sanguínea se considera comúnmente como un procedimiento para obtener ADN de alta calidad, y es una práctica muy establecida en hospitales, clínicas y laboratorios. Sin embargo, lo que mucha gente no sabe es que reemplazar la sangre por saliva es una opción que ha demostrado ser óptima para los análisis de ADN», explica Daniel Soronellas, experto en genética en Onegen Lab.
«La saliva puede contener hasta un 30% de glóbulos blancos, lo que las hace comparables a muestras sanguíneas. Se puede obtener ADN de cualquier célula (ya sea saliva, sangre o pelo, por ejemplo)».
¿Un test genético detecta intolerancias?
No están pensados para detectar las intolerancias que tienes en el momento, sino la predisposición genética a padecerlas en un futuro. En concreto, se analiza la predisposición a padecer intolerancia a la lactosa o al gluten.
¿Cómo se hace la dieta genética?
Lo primero es decidir qué tipo de test genético quieres hacerte, si análisis de sangre o de saliva. Los dos muestran resultados similares, pero es cierto que en el caso del análisis de sangre los detalles son más variados.
Para empezar tendrás que elegir el laboratorio o la clínica en la quieres hacerte la prueba (hay bastantes entre las que elegir). Si es una prueba de saliva (el precio ronda los 99 euros), te mandarán un kit a casa para que tú misma te tomes la muestra con un bastoncillo y después la envíes. Si se trata de un análisis (en este caso ronda los 200-300 euros), tendrás que ir a un centro para que extraigan la muestra.
En ambos el procedimiento es similar: esperas alrededor de unas cuatro semanas a que los resultados estén listos. Después te mandan el informe, y por último, se pone en contacto contigo un profesional (nutricionista, en estos casos) para analizar juntos los resultados y establecer una dieta.
Mi experiencia con la dieta genética
Dieta genética: test de ADN con análisis de sangre
Esta fue la primera opción que elegí y opté por hacerlo en Made of Genes, una empresa pionera en salud personalizada fundada por dos profesionales de la salud, Oscar Flores (CEO) y Doctor en Biomedicina, y Miquel Bru (VP de Desarrollo de Negocio) y Enfermero de formación. Tienen diferentes pruebas con las que puedes medir qué tipos de entrenamiento se adaptan mejor a ti, los factores que influirán en tu envejecimiento o los de la alimentación. Esta última prueba, llamada ‘Vital Nutrition’, es por la que yo me decanté.
Tras una charla con Miquel Bru y su equipo, en la que me explicaron todo lo necesario para conocer este proyecto, fui a un centro a realizarme la analítica (tienen más de 200 para que puedas acudir vivas donde vivas) y entregar el formulario que previamente debes rellenar con tus datos. Un pinchacito rápido y en menos de 10 minutos ya habíamos terminado.
Después de un mes aproximadamente me llegaron los resultados al email: una guía de 90 páginas en la que te explican de forma detallada y muy clara los datos obtenidos, nutriente por nutriente. Desde vitaminas y grasas, pasando por hidratos o minerales. Te dicen exactamente cuál es la predisposición genética que tu cuerpo tiene ante una carencia de ellos, si te faltan o no, y te explican cómo obtenerlos, cuál es la función de esos nutrientes, por qué son importantes… Es probable que haya aprendido más leyéndome esta guía que en todos mis años de instituto y universidad.
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También profundizan en otros temas, como la predisposición que tienes a comer de manera emocional (¿sabías que se puede conocer a través de tu ADN?) o cómo te afecta la falta de sueño en tu peso (en mi caso acertaron totalmente con la alteración de mi sueño a causa de las pantallas).
Tras recibir la guía concerté una cita con Ion, nutricionista del grupo, que me explicó pacientemente y durante casi una hora, mis resultados punto por punto. Y esto es clave, porque necesitas de un experto para interpretar los datos más técnicos (me ayudó a distinguir entre intolerancia y predisposición) y para recibir los consejos que necesitas (yo no como carne y no tenía claro de dónde obtener ciertos nutrientes).
Descubrí unas cuantas cosas interesantes sobre mi cuerpo, mi peso y mi ADN:
Conclusión: esta prueba me ha parecido todo un acierto para conocer lo que ocurre dentro de mi cuerpo y confeccionar una dieta personalizada de verdad. Hasta ahora había estado tomando alimentos que yo consideraba sanos, pero que mi cuerpo no tolera demasiado bien. Ser consciente de ello me ha parecido clave a la hora de seguir una dieta más realista.
Dieta genética: test de ADN con saliva
Para tener los dos punto de vista también me animé a probar el segundo método. ¿A favor? Resulta más cómodo (y más barato) que el primero, ya que ni siquiera tienes que salir de casa para hacerlo.
En esta ocasión escogí el laboratorio Onegen Lab, ya que está especializado en test genéticos y tratamientos personalizados. Después de contactar con ellos y rellenar un formulario con mis datos en los que también me pedían altura, peso, tipo de alimentación o peso ideal al que me gustaría llegar; me llegó a casa un kit para extraer la muestra de saliva.
Es tan sencillo como frotar el bastoncillo en el interior de la boca, sin que toque los dientes, dejarlo reposar en la solución que viene con el kit, volverlo a cerrar y después mandarlo al laboratorio.
En unas cuatro semanas ya tenía los resultados: en esta ocasión recibí una guía de 64 páginas y otra de 9 con un plan dietético personalizado. ¿Y qué descubrí? En realidad los datos fueron bastantes similares al test de sangre. Pero aquí me sorprendió un par de detalles más:
Después de recibir tus guías el procedimiento es habitual al anterior: conciertas una cita con un profesional, que en esta ocasión duró menos, unos 15 minutos. Estuve hablando con Josep Ponts, coach nutricional, y aunque en la consulta en realidad comentas los resultados que has obtenido por encima, sin profundizar demasiado, no deja de ser una buena oportunidad para plantear las dudas que tienes al respecto. Eso sí, si quieres profundizar en el asunto, puedes hacerlo abonando 50 euros, que es el precio de una sesión con el experto (muy similar a las sesiones con el nutricionista).
Conclusión: en el caso del test de saliva, los resultados son similares a los obtenidos en el de sangre, pero cuenta con un punto diferenciador: te mandan una dieta con un menú semanal basado en tus preferencias y en la cantidad de calorías que deberías consumir al día para lograr tu objetivo.
¿Merece la pena un test genético para hacer dieta?
En mi opinión: sí y no. Merece la pena si quieres averiguar qué le funciona a tu cuerpo y cuál es la predisposición genética que tienes respecto a tu peso o intolerancias. Con el puedes confeccionar tu propia dieta genética, que al fin y al cabo es una forma inteligente de comer porque está 100% personalizada.
Ahora bien, si tu interés es simplemente el de perder peso sin indagar en tu ADN, no es necesario que hagas una dieta genética si no quieres. En este caso veo más sensato invertir directamente el dinero que estas pruebas pueden llegar a costar en sesiones con un nutricionista, para que configure un plan y un menú estratégico.
Vía: Women’s Health ES
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