"Él actúa, yo trabajo". Con esa frase, casi eslogan, Charlotte Townsend intentó contrarrestar la popularidad de su oponente en las elecciones municipales de 1986. La alcaldesa de Carmel-by-the-Sea (California) pretendía renovar su cargo, pero ante ella tenía un rival que aunque no la ganaba en experiencia, sí lo hacía en popularidad: Clint Eastwood. El actor era uno de los casi 4.000 habitantes de una población a 130 kilómetros de San Francisco que no veía nada raro en que un artista optara a la alcaldía. En el pasado, dos lo habían conseguido: Herbert Heron, fundador del teatro local, el Forest Theater, lo logró a principios del siglo XX y a mediados del mismo fue el escritor undergroundPerry Newberry.
Carmel es uno de esos pueblos costeros, preciosos y peculiares que salen en las noticias de medio mundo por normativas como la que prohíbe a las mujeres salir a la calle con zapatos de tacón sin un permiso para evitar demandas por lesiones. En 1986, en ese lugar tampoco se podían vender ni comer helados por la vía pública, especialmente los servidos en cucurucho, para evitar que cayeran en el pavimento y este quedara pegajoso. Townsend defendió esa norma, a la que todos sus rivales se agarraron para ridiculizar el resto de sus propuestas. También Clint, que prometió que la anularía si salía elegido alcalde.
Era la tercera vez que Townsend, nacida en Tacoma pero criada en Carmel se presentaba al cargo, pero la primera de sus campañas electorales que cubrieron periodistas de diarios, televisiones y radios de todo Estados Unidos. Aquí, una medida de la expectación que generó el actor: la sala que alquiló el equipo de Eastwood en el Hotel La Playa acogía 200 medios en cada rueda de prensa. Incluso si el tema del que iban a informar era el de la instalación y financiación de los lavabos públicos de Carmel.
Esos medios le hicieron buena parte de la campaña al actor. Por ejemplo, ridiculizando a sus adversarios. Algunos daban más motivos que otros. Uno de ellos era un joven hippy que se presentó a la alcaldía sin ni siquiera vivir en la localidad y que defendía poco menos que convertir el pueblo en una comuna new age. Estaba también el caso de Paul Laub, el empresario de camisetas que se sumó al carro electoral para aumentar sus ventas aprovechando el tirón de Clint. "Gane o pierda, seguro que venderé más", declaró.
La sala que alquiló el equipo de Eastwood en el Hotel La Playa acogía 200 medios en cada rueda de prensa. Incluso si el tema era la instalación y financiación de los lavabos públicos de Carmel.
El caso de Charlotte era distinto. En aquella campaña de 1986 tenía 61 años, dos mandatos a sus espaldas yuna trayectoria de servicio en insituciones de enseñanza y otros organismos públicos del pueblo o vinculados a la comarca. Su perfil era diferente, también el trato que le dieron algunos medios: mucho peor que al resto de candidatos. Para empezar, parte de los ataques iban dirigidos a su aspecto físico y su vida privada. Ella denunció que algunos seguidores de Eastwood se apostaban a la puerta de su casa o de su oficina para meterse con su pelo corto y gritarle "lesbiana". Esa queja quedó reflejada en algunos artículos, pero no para denunciar los actos o defenderla a ella, sino para sacar rédito de los gritos y los chistes de mal gusto.
Así la describió Legs McNeil en una del último acto de campaña en la revista Spin: "Charlotte Townsend, la alcadesa es una ‘divorciada no tan alegre’ que se parece a uno de esos personajes de dibujos animados, a las gallinas que siempre le gritan al Gallo Claudio por dormirse en el trabajo". La alusión al título de la película protagonizada por Fred Astaire y Ginger Rogers, La alegre divorciada (The Gay Divorcee, 1934), jugaba con el adjetivo ‘gay’, siguiendo el hilo de los ataques homófobos que Townsend había sufrido en la calle. El periodista siguió en la misma línea cada vez que se refería a Charlotte: "Toda ella parecía una sádica profesora de gimnasia".
McNeil fue fundador de la revista Punk , tenía fama de enfant terrible y el artículo está escrito en ese tono. En un texto escrito de esa forma, se espera que ninguno de los aludidos quede libre de un ataque. Pero el periodista no trató así al resto de candidatos. Mucho menos a Clint. Es un ejemplo de prensa alternativa, pero ni The New York Times evitó la tentación y publicó una viñeta que a Charlotte se le clavó en el alma: la dibujaban sosteniendo un minino, retratándola como una "loca de los gatos", un estereotipo cultural machista con el que se describe despectivamente a mujeres solteras con alguna alteración mental.
Una juventud en una Europa en guerra
En su campaña, Charlotte Townsend atacó a Eastwood por el mismo flancó del que él estaba sacando rédito: su fama y su trabajo en Hollywood. "Esto no es un rodaje, es un trabajo de 24 horas al día, siete días a la semana", repetía en sus actos electorales, pues ella también sabía lo que era el espectáculo. Nacida en Tacoma en una familia acomodada, su padre fue el presidente del Golden Theater Playhouse, donde la propia Charlotte llegó a actuar de niña y adolescente.
Su vida empezó en un teatro y continúo en Carmel donde su familia acudía al club de campo y ella a clases de tenis e hípica, pero también trabajaba en empleos a tiempo parcial: como copista en la oficina de correos, de administrativa en una empresas de vinos o de ayudante del gerente de un restaurante. Al acabar el instituto, fue admitida en la Universidad de Stanford, donde estudió lenguas extranjeras y literatura, pero no acabó porque quiso viajar y seguir formándose en la práctica y lejos de casa. Así llegó a Europa, donde pasó por las universidades de Zurich y Heidelberg y la Sorbona de París. Pero el viaje se hizo más largo de lo previsto al estallar la Segunda Guerra Mundial y Charlotte aceptó un trabajo en los Servicios Especiales del Ejército de EEUU. Estuvo allí cinco años, aunque apenas explica nada en una entrevista de 2017 donde narra su vida para la Biblioteca Pública de Carmel, de cuya junta también formó parte.
Al volver quiso acabar su carrera en Stanford. Luego pasó una temporada en Nueva York, se casó, vivió en Hawai, dio clases y años después, ya separada, volvió a Carmel donde se unió a distintas entidades para trabajar en temas de educación, cultura y medio ambiente. Fue cuando se puso en la casilla de salida que la llevó a ser alcaldesa.
Además de prohibir los helados, la educación y la protección del medio ambiente eran los puntos fuertes de su programa. Eastwood, por su parte, habló más de turismo, que se comprometía atraer con su popularidad. "Cualquiera que viene quiere quedarse, hay que hacer que vengan", dijo un hombre que había llegado a Carmel unos años antes como veraneante. Townsend le respondía que no quería "otro centro comercial" sino un pueblo donde la gente viviera tranquila.
El 8 de abril el actor y director ganó las elecciones. "Nunca lo superé", confesó Townsend en una entrevista de 2017 en la que recordó el acoso que sufrió en aquella campaña y se quejó del trato que le dio la prensa. “La gente vota porque reconoce un nombre y por lo que ve en televisión", contestó al periodista, a sus 93 años, con amargura. Un repaso a las noticias de los diarios consultados en Newspaper.com de los diez días previos a las votaciones demuestra que en aquellas donde hay foto, la única cara que sale es la de Eastwood. A pesar de la enorme cobertura que recibieron aquellos comicios, que saliera el rostro del resto de candidatos en las noticias fue una excepción que se daba solamente en diarios de tirada nacional y en reportajes largos. Por eso, la noche antes de las votaciones, Charlotte declaró: "No he tenido ni un escenario donde contar mi programa, así es imposible ganar". Con el paso de los años habló de "robo electoral". Uno efectuado por los medios, que solo prestaron atención a Eastwood.
Helados y películas
Una de las primeras medidas del nuevo alcalde fue permitir los helados de cucurucho. Con el resto de medidas prometidas la cosa no fue tan fácil. Por ejemplo con los turistas que atrajo, pues muchos no querían comprar casa y vida en Carmel sino hacer una visita de un día, preferiblemente si era uno que el consistorio celebrara su pleno. Allí llegaban los visitantes, como el que va al cine, a ver cómo hablaba del ensanchamiento de una carretera con otros concejales el mismo hombre que aparecía en las carteleras por su última película, El sargento de hierro (1986). Eso fue el primer año de mandato. El segundo, el alcalde Eastwood volvió a meterse en la piel de Harry El Sucio en La lista negray dirigió Bird, el biopic sobre el saxofonista Charlie Parker.
Dos años como alcalde fueron suficientes para el protagonista de El bueno, el feo y el malo. "Ganó, estuvo una legislatura, se fue y la vida continuó en Carmel", resumió sobre su paso por allí la exalcadesa, que nunca más volvió a presentarse al puesto. Eso sí, no dejó de prestar servicio al pueblo y hoy, mientras Eastwwod sigue haciendo películas a sus 90 años, ella a sus 96 hace lo que hacía cuando el huracán Clint le giró la vida: presidir una entidad que vela por el medio ambiente en Carmel.
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