Niki de Saint Phalle, la artista feminista que pintaba con una escopeta

A la vez que en 2017 Dior replanteaba en una camiseta la pregunta "¿Por qué no hay grandes artistas mujeres?" del famoso manifiesto de Linda Nochlin, la maison respondía recordando el legado de una de las mayoras visionarias del mundo del arte, Niki de Saint Phalle. Conocida por sus esculturas curvilíneas y coloristas de gran tamaño, la artista franco-estadounidense protagonizó una vida de rebeldía y dedicación total al arte que la llevó a las armas –literalmente–. Su trayectoria vuelve ahora a la actualidad con la exposición retrospectiva que le dedica el museo MoMA PS1 de Nueva York patrocinada por La Prairie, la más importante de Estados Unidos.

En 1962 en las colinas de Malibú, rodeada de un grupo de curiosos que incluía a Jane Fonda y el productor John Houseman, organizó un "tiroteo artístico" para presentar una de sus obras tal y como se elaboraba: disparando pintura con una escopeta.

Cuando llegó al mundo en 1930, su acaudalada familia de banqueros acababa de perder casi toda su fortuna en la crisis bursátil de hacía un año. Aunque nació en Francia, su infancia se desarrolló en Nueva York, donde se había instalado en ese momento. Desde muy pronto empezó a mostrar "temperamento artístico": la echaron del convento donde estudiaba por pintar de rojo unas esculturas clásicas, solía contar.

Con 18 años se fugó con Harry Mathews, amigo de la infancia, a quien estuvo unida hasta los 30, y trabajó de modelo para Vogue y Life a la par que probaba suerte en el teatro. Firmó sus primeros cuadros mientras Mathews estudiaba música en la universidad de Harvard, y fue tres años después, al ser hospitalizada por una crisis nerviosa, cuando empezó a utilizar el arte como forma de superar sus problemas psicológicos. Animada por sus amigos a seguir pintando, Niki perfeccionó su propio estilo autodidacta e inauguró un estudio en París tras separarse de Mathews en 1960. A final de ese mismo año, Niki acabaría mudándose con Jean Tinguely, el artista suizo famoso por sus máquinas-escultura cinéticas.

Y entonces cogió su fusil. Niki ideó un mecanismo para disparar pintura a través de una pistola o un cañón, con el que producía estallidos de color a la vez que convertía el proceso creativo en un espectáculo sobrecogedor. En los años sesenta, era normal encontrarla en las galerías armada con un rifle de calibre .22 apuntando a bolsas de pintura que reventaban sobre sus esculturas de escayola. "Me estaba disparando a mí misma, a mi propia violencia y la de nuestros tiempos", dijo en una ocasión. Antes había experimentado con dardos, pero sin duda, su nuevo método era mucho más impactante.

Se codeó con Robert Rauschenberg, Jasper Johns y Larry Rivers, y vivió en el centro de una comuna de artistas en ebullición. Marcel Duchamp le presentó a Dalí y juntos crearon un toro de escayola que explotaba con fuegos artificiales al final de la lidia.

España fue clave en su trayectoria. La visita al Parque Güell en Barcelona le causó tal impresión que decidió trasladar su ideario a los espacios abiertos, concibiendo así su proyecto cumbre, Il Giardino dei Tarocchi ("El Jardín del Tarot") , una pradera de la Toscana que invadió con 22 de sus esculturas elaboradas con azulejos de cerámica y cristales a la manera de Gaudí. Le llevó dos décadas terminarlo. "Es mi destino hacer un lugar al que la gente pueda venir y estar feliz: un jardín de la alegría", dijo una vez. Para financiar el ambicioso proyecto, creó un perfume para Jacqueline Cochran y también contó con la ayuda económica de varios de sus amigos más pudientes. Carlo and Nicola Caracciolo, hermanos de su amiga la aristócrata Marella Caracciolo Agnelli, donaron el terreno. Se inauguró en 1998.

El pop, el surrealismo y el folklore convivían en sus construcciones curvilíneas con forma de humanoide. Quizás fueron sus "Nanas", figuras inspiradas en la figura de la mujer embarazada –tuvo la idea tras la visita de la mujer de Larry Rivers, Clarice, que esperaba un hijo–, las que le brindaron la fama definitivamente. En 1966 fabricó para el Moderna Museet en Estocolmo una figura gigante a la que se accedía por una abertura entre las piernas, donde dentro había una galería, una sala de cine y un acuario. Más de 10.000 personas acudieron a verlo. Fue un éxito.

Su obra guardaba un fuerte contenido político. Para denunciar la cultura del asesinato y el mito de la belleza femenina, se vistió con un uniforme del ejército napoleónico y disparó a un molde de escayola con la forma de la Venus de Milo. También criticó la tensión de la Guerra Fría y la agresión militar masculina en una pieza formada por las cabezas de Kennedy, Fidel Castro, Charles de Gaulle, Papá Noel y el Pato Donald.

Niki de Saint Phalle pasó la época final de su vida en San Diego, adonde se había mudado para cuidar de su frágil estado de salud. Finalmente, falleció en 2002 tras una larga enfermedad que le afectó a los pulmones, dañados por los vapores tóxicos de las pinturas que utilizó durante años.

Está considerada la única mujer de la corriente del Nouveau Réalism, junto a artistas como Christo, Yves Klein o Jacques de la Villeglé. Su obra se ha expuesto en museos de todo el mundo, incluyendo el Museum of Modern Art en Nueva York.

Artículo publicado originalmente el 30 de septiembre de 2017.

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