Las tentaciones de Carmina Ordoñez y Charo Vega: noches de juerga, afición a las exclusivas y romances con mucho peligro

Todavía eran adolescentes cuando se convirtieron en las mejores amigas. Carmina Ordóñez y su hermana Belén coincidieron con Charo Vega en el colegio, en el Liceo francés de Madrid, y allí se forjó una relación irrompible y una complicidad que se proyectó en cierto paralelismo en sus respectivas vidas. De hecho, el trío que formaron Carmen, Charo y Lolita se convirtió en favorito de los medios de comunicación rosa de la época y una atracción irresistible en fiestas, ferias y saraos de la noche madrileña y más allá. Eso sí, mientras que Carmina repetía como una profecía terriblemente autocumplida “no llegaré a los 50”, Charo tuvo la lucidez de pedir ayuda cuando la adicción se volvió ingobernable.

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Ni Carmina ni Charo se lo pensaron mucho antes de casarse. Charo ocupó todas las portadas de la prensa del corazón con su romance con Juan Manuel Serrat a los 17, aunque poco después se cruzó en su vida el representante de las folclóricas Tony Caravaca y se casó con él. Carmen también estaba deseando volar del nido familiar y, a los 17, se casó con Paquirri, un torero que despuntaba, siete años mayor que ella. Ambas disfrutaron con intensidad el ambiente de las juergas flamencas y de la noche madrileña y marbellí, una por su matrimonio con un representante de artistas y otra sobre todo tras su separación, en 1979, de Paquirri. Como contrapartida, se enfrentaron a la tentación de las adicciones.

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«Mi madre padece una adicción a la benzodiacepina que es una rama de los somníferos que crea una dependencia bastante grave y bastante costosa de quitar y solucionar», confesó en 2004 Julián, hijo de Carmina y Julián Contreras. La misma Carmina contó en exclusivas a los programas de televisión su experiencia: «Lo he pasado muy mal, ha sido muy duro pero gracias a Dios estoy en una desintoxicación. Todavía no tengo el alta médica total. Lo único que he hecho es un mes de desintoxicación y luego tengo que seguir otro tanto de rehabilitación». En realidad, no era la primera vez que sus adicciones la llevaban a rehabilitación ni sería la última. «Yo cada intento que he hecho para mí he pensado que era el definitivo», reconocía en 2011. «He tenido dos sustos que me ha pegado fuerte y yo si pienso y pido a Dios que sea el definitivo, por mi bien y el de mis hijos».

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«Yo no tengo los problemas de Carmina«, repetía Charo Vega cuando algún periodista sugería un problema con el alcohol o los estupefacientes. Sin embargo, tras su divorcio de Tony Caravaca, y coincidiendo con el inicio de su larga relación con José Soto ‘Sorderita’ , uno de los componentes de Ketama, Charo Vega se sumergió en la noche y las juergas y cayó en la adicción, el alcohol y una depresión de la que tardó años en recuperarse. De hecho, su habituación a las pastillas la llevó a ingresar en varias ocasiones en la clínica psiquiátrica López-Ibor.

«El amor ha sido parte del problema. Los hombres que ha elegido no han sido los más adecuados según ella», escribió en 2013 Rosa Villacastín. «Pero al contrario que Carmina u otras en su misma situación, no le avergüenza hablar de una enfermedad -el de las adicciones a las pastillas para dormir, para levantarse, para estar lista o para estar graciosa-, muy al contrario, lo hace porque eso forma parte del tratamiento para combatir una enfermedad que a punto estuvo de acabar con ella».

Carmina Ordóñez fue portada de revista desde siempre, aunque fue después de su segunda boda con Julián Contreras en 1984 cuando se convirtió en “la reina de las exclusivas”. Vivió de este tipo de apariciones en revistas y cadenas de televisión hasta su fallecimiento, y tuvo una notoriedad pública que no tuvo Charo Vega. Esta, sin embargo, sí tuvo sus momentos de gloria en televisión desvelando intimidades y anécdotas tanto de la familia de Carmen Ordoñez (dijo que su hijo, Francisco, había tenido una relación con Lolita) como de Isabel Pantoja, con la que trabó amistad gracias a su matrimonio con Tony Caravaca. Ahora vuelve a la popularidad, aunque más hablando de su propia historia de redención que de sus ex amigas. Jamás será otra Carmina Ordóñez, pero el carisma socarrón que despliega se le parece muchísimo.

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Las vidas paralelas de Carmina Ordóñez y Charo Vega también se proyectan de la misma manera en el amor, una asignatura dolorosa para ambas. De hecho, el último matrimonio de Carmina con el bailarín Ernesto Neyra, en 1997, fue un calvario para ella, debido a unos supuestos malos tratos. Carmina los denunció públicamente tras su separación en 1999, pero casi todo el mundo la puso en duda. Incluso el juez rechazó la denuncia porque “no se ajustaba al perfil de una mujer maltratada”. Carmina Ordóñez murió de un parada cardíaca en 2004, a los 49 años, tras varios intentos de desengancharse de las drogas. Charo Vega, por suerte, pudo aferrarse a la vida. En su última aparición en televisión confesó que se tomaba «un güisqui para planchar», pero llegó un momento en el que se dio cuenta de que estaba tirando su vida por la borda. «Cualquier día me encontraban muerta y por eso decidí pedir ayuda».

Fuente: Leer Artículo Completo

Las tentaciones de Carmina Ordoñez y Charo Vega: noches de juerga, afición a las exclusivas y romances con mucho peligro

Todavía eran adolescentes cuando se convirtieron en las mejores amigas. Carmina Ordóñez y su hermana Belén coincidieron con Charo Vega en el colegio, en el Liceo francés de Madrid, y allí se forjó una relación irrompible y una complicidad que se proyectó en cierto paralelismo en sus respectivas vidas. De hecho, el trío que formaron Carmen, Charo y Lolita se convirtió en favorito de los medios de comunicación rosa de la época y una atracción irresistible en fiestas, ferias y saraos de la noche madrileña y más allá. Eso sí, mientras que Carmina repetía como una profecía terriblemente autocumplida “no llegaré a los 50”, Charo tuvo la lucidez de pedir ayuda cuando la adicción se volvió ingobernable.

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Ni Carmina ni Charo se lo pensaron mucho antes de casarse. Charo ocupó todas las portadas de la prensa del corazón con su romance con Juan Manuel Serrat a los 17, aunque poco después se cruzó en su vida el representante de las folclóricas Tony Caravaca y se casó con él. Carmen también estaba deseando volar del nido familiar y, a los 17, se casó con Paquirri, un torero que despuntaba, siete años mayor que ella. Ambas disfrutaron con intensidad el ambiente de las juergas flamencas y de la noche madrileña y marbellí, una por su matrimonio con un representante de artistas y otra sobre todo tras su separación, en 1979, de Paquirri. Como contrapartida, se enfrentaron a la tentación de las adicciones.

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«Mi madre padece una adicción a la benzodiacepina que es una rama de los somníferos que crea una dependencia bastante grave y bastante costosa de quitar y solucionar», confesó en 2004 Julián, hijo de Carmina y Julián Contreras. La misma Carmina contó en exclusivas a los programas de televisión su experiencia: «Lo he pasado muy mal, ha sido muy duro pero gracias a Dios estoy en una desintoxicación. Todavía no tengo el alta médica total. Lo único que he hecho es un mes de desintoxicación y luego tengo que seguir otro tanto de rehabilitación». En realidad, no era la primera vez que sus adicciones la llevaban a rehabilitación ni sería la última. «Yo cada intento que he hecho para mí he pensado que era el definitivo», reconocía en 2011. «He tenido dos sustos que me ha pegado fuerte y yo si pienso y pido a Dios que sea el definitivo, por mi bien y el de mis hijos».

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«Yo no tengo los problemas de Carmina«, repetía Charo Vega cuando algún periodista sugería un problema con el alcohol o los estupefacientes. Sin embargo, tras su divorcio de Tony Caravaca, y coincidiendo con el inicio de su larga relación con José Soto ‘Sorderita’ , uno de los componentes de Ketama, Charo Vega se sumergió en la noche y las juergas y cayó en la adicción, el alcohol y una depresión de la que tardó años en recuperarse. De hecho, su habituación a las pastillas la llevó a ingresar en varias ocasiones en la clínica psiquiátrica López-Ibor.

«El amor ha sido parte del problema. Los hombres que ha elegido no han sido los más adecuados según ella», escribió en 2013 Rosa Villacastín. «Pero al contrario que Carmina u otras en su misma situación, no le avergüenza hablar de una enfermedad -el de las adicciones a las pastillas para dormir, para levantarse, para estar lista o para estar graciosa-, muy al contrario, lo hace porque eso forma parte del tratamiento para combatir una enfermedad que a punto estuvo de acabar con ella».

Carmina Ordóñez fue portada de revista desde siempre, aunque fue después de su segunda boda con Julián Contreras en 1984 cuando se convirtió en “la reina de las exclusivas”. Vivió de este tipo de apariciones en revistas y cadenas de televisión hasta su fallecimiento, y tuvo una notoriedad pública que no tuvo Charo Vega. Esta, sin embargo, sí tuvo sus momentos de gloria en televisión desvelando intimidades y anécdotas tanto de la familia de Carmen Ordoñez (dijo que su hijo, Francisco, había tenido una relación con Lolita) como de Isabel Pantoja, con la que trabó amistad gracias a su matrimonio con Tony Caravaca. Ahora vuelve a la popularidad, aunque más hablando de su propia historia de redención que de sus ex amigas. Jamás será otra Carmina Ordóñez, pero el carisma socarrón que despliega se le parece muchísimo.

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Las vidas paralelas de Carmina Ordóñez y Charo Vega también se proyectan de la misma manera en el amor, una asignatura dolorosa para ambas. De hecho, el último matrimonio de Carmina con el bailarín Ernesto Neyra, en 1997, fue un calvario para ella, debido a unos supuestos malos tratos. Carmina los denunció públicamente tras su separación en 1999, pero casi todo el mundo la puso en duda. Incluso el juez rechazó la denuncia porque “no se ajustaba al perfil de una mujer maltratada”. Carmina Ordóñez murió de un parada cardíaca en 2004, a los 49 años, tras varios intentos de desengancharse de las drogas. Charo Vega, por suerte, pudo aferrarse a la vida. En su última aparición en televisión confesó que se tomaba «un güisqui para planchar», pero llegó un momento en el que se dio cuenta de que estaba tirando su vida por la borda. «Cualquier día me encontraban muerta y por eso decidí pedir ayuda».

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