Drew Barrymore tuvo muchísimas papeletas para convertirse en un juguete roto de Hollywood. Su boom de popularidad reunía todos los requisitos para que todo acabara en tragedia: era muy pequeña cuando debutó, su familia se derrumbaba a su alrededor y estaban cegados por el dinero, sus padres distaban mucho de ser competentes ni capaces de protegerla (de hecho fue su propio padre quien la llevó por primera vez a Studio 54 de juerga con nueve años de edad) y en aquel momento Hollywood no sentía ningún respeto por la inocencia de la infancia ni los derechos de sus estrellas infantiles.
Ahora, décadas después de aquellos años salvajes y con su imagen limpia de sus adicciones del pasado y su infancia salvaje, Drew Barrymore ha confesado al periodista Howard Stern cómo fue la experiencia de pasar 18 meses ingresada en un centro especializado en enfermos con adicciones y trastornos psiquiátricos graves con tan solo 13 años de edad.
Para poner un contexto a la decisión de su madre, Jaid Barrymore, de ingresar a su hija en un centro con celdas acolchadas y que defendía el amarrarte a una cama y como métodos válidos de terapia del comportamiento hay que retroceder en el tiempo. La Drew Barrymore de 13 años distaba mucho de ser el angelito que debutó en la pantalla grande en E.T.: era una exestrella infantil apartada de Hollywood a la fuerza con una infancia rota y que consumía drogas desde los nueve años, lo que consiguió que la pusieran en la lista negra de actrices a las que no hay que contratar con tan solo 12 años.
«Tenía problemas y demasiados recursos -ha confesado la actriz-. Iba a clubes y faltaba a la escuela, robaba el coche de mi madre… estaba fuera de control”. Tan fuera de control que incluso intentó suicidarse. Para frenar esa espiral de sufrimiento y destrucción su madre optó por renunciar a su hija e ingresarla en la institución mental. Por supuesto, la Drew Barrymore de 13 años no estuvo de acuerdo con esta decisión, y no brillo por tener un comportamiento ejemplar: pasó más de una hora y de dos encerrada en aislamiento en una sala acolchada con las manos atadas a la espalda.
¿Extremo? Puede sonar a que sí, pero según las palabras de la actriz, era también lo que necesitaba en ese momento, algo de lo que se dio cuenta tras pasar ocho meses en el centro. «Allí encerrada me pregunté por qué me estaba sucediendo aquello. Y al final pensé que tal vez necesitaba la forma más loca de estructura y disciplina porque todo era tan accesible, estaba tan disponible y tan arruinado en mi mundo que tal vez era necesario un tratamiento de choque como ese para poder reiniciar el resto de mi vida «, ha explicado en la entrevista. La terapia, en definitiva, le hizo bien… pero necesitó otros 30 años de consultas con psicólogos para poder gestionar lo que sentía por sus padres y perdonar a su madre por permitir los abusos que la llevaron hasta allí y por encerrarla en aquel lugar.
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