La tercera temporada de La isla de las tentaciones llegó hace apenas unos días apostando por pisar el acelerador de los celos desde el primer minuto: desde el casting de tentadores y tentadoras hasta la nueva dinámica del programa (separar a las parejas nada más llegar, la creación de la alarma para avisar que alguien ha sobrepasado el límite…) todo parece guionizado para que en esa isla no quede títere con cabeza. El jarro de agua fría a las buenas cifras de audiencia que consiguió esta tercera edición en su primer programa llegó este fin de semana con la filtración de unos vídeos de contenido sexual que dejan demasiado claro quién se enrolla con quién, dónde y cuándo. Ante semejante spoiler más de uno decidiría olvidarse de ver la gala de ayer por la noche (de hecho prometía ser poco interesante porque al ser un programa grabado anteriormente no se iba ni a mencionar el problema de los vídeos). Pero nada más lejos de la realidad: recuperar y darle un final televisado al triángulo dramático/amoroso formado por Melyssa, Tom y Sandra ha sido lo más satisfactorio que hemos visto en la televisión desde hace mucho tiempo. Justicia divina hecha reality.
Qué pasó con Tom, Melyssa y Sandra después de salir de la isla
Olvidemos por un momento que aún queda mucho por ver en la tercera temporada de La isla de los famosos y recuperemos la historia que nos hizo llorar y quemarnos de justa indignación en la segunda temporada. Tom Brusse y Melyssa Pinto llegaron a República Dominicana con una maleta llena de sueños, concretamente los de él que por activa y por pasivo declaró que quería fama y fortuna.
Hasta la madre de la malograda Melyssa, Nela, así lo afirmó cuando la historia de amor de los dos estaba más que abocada al fracaso: él se quería aprovechar de su hija y lo consiguió, usó la relación y las escenas de celos para aumentar su fama y luego se fue de rositas con su nueva pareja de la mano, la misma con la que se daba besitos en el programa, Sandra.
Y ayer nos encontramos cuatro meses después con los mismos protagonistas pero las tornas cambiadas: Melyssa más recompuesta se confiesa recuperada pero con “un trauma” por la experiencia; Tom con la cara de pedir disculpas puesta pidiendo perdón a su expareja y Sandra, que aparece vía telemática, para decirle a Tom «vente a casa a por tus cosas porque las miraditas que le estás echando a tu ex no me gustan nada y te vas hoy mismo con lo puesto». No sabemos quién ha escrito el guión de esto, pero lo ha hecho genial.
Ver cómo mandan a comer calabazas a Tom en vivo y en directo es un guilty pleasure de estrella Michelin. Lo quiera Tom o no (que seguro que es que no), tanto su paso por el programa como por las galas ha servido para convertirse en el malo de esta película y ya sabemos lo que todos queremos de los malos cuando llegan los títulos de crédito: que no triunfen. La idea de una Melyssa sola y llorando por los rincones el amor perdido mientras él se pierde en el horizonte cogido de la mano con un nuevo amor no era muy satisfactoria. Las lágrimas que se vertieron en honor a esta relación fallida durante toda la segunda temporada de La isla de las tentaciones merecían más. Y aquí llega Telecinco dispuesta ha hacer fan service.
Por eso recuperar a este trío y darnos una ración de justicia divina televisada fue tan satisfactorio. Seguramente en la vida real Sandra Pica no deje a Tom (de hecho siguen juntitos en Instagram), o Melyssa vuelva con Tom o cualquier otra vuelta de tuerca loquísima, pero lo de anoche fue un final feliz (aunque surrealista) de esos que les gusta ver al cerebro cuando pone una película porque le ayuda a reconciliarse con la vida. Para mucha de la audiencia enganchada a la historia de Melyssa y Tom lo que pasó anoche cumplía con todas las expectativas morales de un buen culebrón: al final gana quien queda de pie frente al “malo”, al final Melyssa sale ganando y Tom se queda sin nada… y como dijo Shakespeare, “bien está lo que bien acaba”. Anoche a todos eso nos pareció bien.
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