Fabián Picardo, el Brexit en Gibraltar: nieto de una republicana exiliada y abogado formado en Oxford

Eran las 21.30 del 31 de diciembre, con la cena dispuesta y el 2020 en sus estertores, cuando sonó el móvil de Juan Franco, alcalde de La Línea de la Concepción. “Hay principio de acuerdo y con eso tiramos pa‘lante”. Según cuenta el regidor a Vanity Fair, era Fabián Raymond Picardo, ministro Principal de Gibraltar, que con ese acento profundamente gaditano con el que hablan castellano los llanitos le anunció el ya conocido como Acuerdo de Nochevieja.

Franco suspiró aliviado, temeroso de que se repitieran las brutales imágenes de los camiones hacinados en Dover, en la frontera entre Francia y Reino Unido. Para la Línea –cuya supervivencia depende estrechamente de Gibraltar y con un paro que ya rozaba el 40% antes de la pandemia– despedir el año con un pacto en los minutos de descuento para la materialización del Brexit (por el que votaron abrumadoramente en contra los gibraltareños) era tan importante como hacerlo con la vacuna del coronavirus.

El principio de acuerdo sienta las bases de la relación futura entre la colonia británica y el Campo de Gibraltar, dos territorios condenados a entenderse desde que, en 1704, durante la Guerra de Sucesión española, el almirante Rooke izara la bandera inglesa sobre el Peñón. “En virtud del acuerdo entre Londres y Madrid, los españoles podrán entrar en Gibraltar sin pasaporte y los ciudadanos británicos deberán mostrarlo cuando quieran viajar al Peñón, la frontera ya no estará en la Verja, sino en el puerto y el aeropuerto de Gibraltar, que quedarán bajo el control de la agencia europea Frontex, de la que es socia España y no el Reino Unido”, aclaró en un artículo el periodista político Enric Juliana.

Aunque quedan flecos de calado por resolver –el asunto de la fiscalidad o la venta de tabaco–, si hay un camino sobre el que trabajar para el futuro del territorio al que cada día entran 15.000 trabajadores españoles, se debe a la voluntad de entendimiento ejercida por la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya y Fabián Picardo, al que las voces consultadas en su entorno califican como un animal político y un trabajador incasable en el que conviven en perfecto equilibrio el experto jurista y el político que sabe, con un excelente sentido del humor y don de gentes, cómo ganarse la calle.

Buen orador formado en Inglaterra

Fue reelegido con holgada mayoría en octubre de 2019 y está llamado a ser uno de los grandes Chief Minister de Gibraltar, aunque en los últimos comicios adelantó que no seguiría otro mandato. Nadie sabe si cumplirá su palabra teniendo este acuerdo entre las manos. Con apenas 18 o 19 años, este político de rápida oratoria, incluso en castellano, ya destacaba como líder con voz propia en los programas de la televisión llanita en los que participaba. De una solidez jurídica “apabullante” lo define un estrecho colaborador que relata que "más que novelas, siempre lo encontrarás leyendo manuales y textos normativos”. Se formó en el prestigioso Oriel College de Oxford, al que accedió beneficiándose de las avanzadas políticas de becas del gobierno gibraltareño y suele contar que fue en aquella época cuando adquirió conciencia de que era diferente a sus compañeros escoceses o ingleses, y, al tiempo, tan británico como ellos.

El paso por la Universidad y la entrada en 1994 en el despacho de Sir Joshua Hassan, histórico ministro principal y gran impulsor de los derechos sociales en el Peñón, desde el éxodo de la Segunda Guerra Mundial a la consolidación de la lucha contra el colonialismo británico, terminaron por forjar la vocación política del joven abogado. Fue en ese despacho, donde llegó a ser socio, donde años antes su madre, Magdalena, trabajó siendo una adolescente. Con el tiempo, su olfato y lealtad la convirtieron en la secretaria de Hassan y, por tanto, en testigo directo de la política hecha en uno de los enclaves geográficos más importantes del planeta, vivencias que ha legado a su hijo.

En un territorio donde se lleva arguyendo desde 1713 la letra pequeña del Tratado de Utrech, documento que rige la relación de España con la Roca, no es cosa menor dominar el Derecho tanto como la diplomacia. “Estoy convencido de que si Picardo hubiera sido arquitecto o médico, hoy no tenemos acuerdo porque al final el resultado es un win win, para nosotros y para ellos, producto de aplicar soluciones imaginativas a asuntos que se llevaban abordando de la misma manera desde hace mucho tiempo”, detalla Juan Franco, que califica a su vecino gibraltareño “de hombre leal”. “He tenido más información de él que por otros cauces”, insiste.

Casado, padre de tres hijos y amante de la bicicleta

La biografía de este abogado de 48 años, casado con la también jurista Justine Olivero, 13 años menor y madre sus tres hijos –Sebastian, Oliver y Valentina– y a la que conoció en el bufete, ejemplifica por sí sola la historia de la última colonia del continente europeo. Aquel minúsculo territorio que inspiró un pasaje del Ulises de Joyce, acogió la boda sin invitados de John Lennon y Yoko Ono y fue objeto de la ira de Franco tras la visita que la reina Isabel II realizó en mayo de 1954 (dos años después de su coronación) como ejercicio de soberanía sobre un trozo de tierra que España viene reclamando desde hace tres siglos.

Para escapar de la represión con la que se ensañaron las tropas franquistas en los pueblos de Cádiz, Isabel, su abuela materna, huyó a los 17 años con destino a Gibraltar desde su pueblo natal, Los Barrios, uno de los ocho municipios que conforman la comarca más meridional de la península. La suya era una más de las historias de lo 5.000 campogibraltareños que salvaron su vida al ser acogidos por el pueblo de Gibraltar, que los refugió en los terrenos sobre los que se extiende hoy el actual aeropuerto. Con el tiempo, unos cruzaron el Estrecho y se asentaron en las colonias británicas de África, otros optaron por probar suerte en la metrópoli londinense y el resto, como Isabel, ligó su futuro al de la Roca.

Muy vinculada a los influyentes sindicatos de Gibraltar y de férreas convicciones republicanas, la abuela del político gibraltareño, que trabajó como doncella del Fiscal General de la colonia, bordó la bandera tricolor que ondeó en el célebre destructor "José Luis Díez”, uno de los buques de la marina republicana durante la Guerra Civil que fue reparado, de forma desinteresada y clandestina, en los astilleros del Peñón por parte los obreros sindicados. Hoy la bandera se conserva en el Museo de Gibraltar y es, cuentan en su equipo, una de las piezas predilectas de Picardo.

Y si decisivo fue el peso de su abuela en sus convicciones, no lo fue menos el de su madre, que desde el despacho de Hassan vivió en primera persona la buena política de vecindad entre Gibraltar y La Línea hasta que en 1969 Franco, irritado por esos soplos de libertad que entraban a la península (desde la liberación femenina hasta la música, los anticonceptivos o las medias), echó el cierre a la Verja partiendo en dos familias enteras de uno y otro lado y hundiendo la economía de la zona.

De un día para otro, el Peñón se quedó desabastecido y sin atender todos aquellos puestos de trabajo en los que se empleaban los miles de linenses que trabajaban en el Peñón. Fue entonces cuando desde la Gibraltarian Housewives Association, Magdalena organizó rápidamente la manera de suplir la mano de obra que faltaba. Con la falta de los españoles, la Roca incorporó a su masa laboral marroquíes que hoy día están tan integrados como el resto de identidades que habitan esta roca caliza de apenas siete kilométros cuadrados, al que dedica numerosas fotografías que comparte en su cuenta de Twitter en sus paseos en bicicleta por el Monte Calpe, deporte que prefiere a los gimnasios.

El carácter de las mujeres de su casa, con un sentido práctico de la política –parlamentar pero sobre todo trabajar desde la fuerza colectiva– así como la vocación de servidor público de su padre, Manuel Picardo, jubilado como trabajador del Ministerio de Defensa que empezó su vida laboral como botones en el Rock Hotel. A ese establecimiento acude hoy su hijo vestido de etiqueta para los cocktails en honor al Gobierno de su Graciosa Majestad. Todos ellos ayudaron a Picardo a definir una ideología progresista en lo social y por la autodeterminación de Gibraltar. Fallecidos sus padres, no hay día que comparezca ante el Parlamento gibraltareño y no los recuerde. “Nosotros somos gibraltareños. Tanto España como Reino Unido son de agitar mucho las banderas, pero nuestro sentimiento desde hace 3oo años es el de gibraltareños, amamos nuestro pueblo”, confía un estrecho colaborador de Picardo a este medio.

Simpatía por Pedro Sánchez

En Yanitos. Viaje al corazón de Gibraltar, el periodista Juan José Téllez describe la formación que lidera Picardo, el Gibraltar Socialist Labour Party, como “algo así como unos primos lejanos de los laboristas británicos pero con la impronta socialista de la izquierda local, muy marcada por el sindicalismo y con líderes históricos como Joe Bossano, que fuera ministro principal en los 90 y que ahora sigue en el Gobierno de Picardo, pero como ministro de Empleo”. Bossano se refiere así líder: “Es uno de esos gibraltareños que no olvida las raíces de la clase trabajadora de su familia, aunque haya logrado acceder a una educación superior, prosperar y vivir en un mundo muy distinto al de sus antepasados”.

Antepasados que escaparon de Franco y que años más tarde, con el cierre de la Verja, se volvieron a topar con él y su política de reprimir la vecindad entre territorios. Por eso no extraña que Picardo aplaudiera la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez –por el que siente una especial simpatía y la coincidencia de haber nacido en febrero de 1972–de sacar al dictador del Valle de los Caídos.

El día de la exhumación, el 24 de octubre de 2019, Picardo tenía reunión con el alcalde de La Línea: “Fabian nunca bebe en comidas de trabajo pero aquel día teníamos la reunión fijada y se saltó las normas. Descorchamos una botella”. Había motivos. El cierre de la Verja dejó una herida abierta en aquella zona que, todavía, no ha encontrado cura, aunque las posturas más conservadoras piensen que agitar banderas y reclamar la soberanía sea la única solución. En una entrevista a El País, Picardo resume su postura ante la vida en una frase: “Las personas importan e influyen sobre los conceptos y los dogmas”, dijo mostrando su sentido práctico de la política, el que le ha permitido alcanzar con un tema tan delicado como el Brexit, lo que no pocos consideran un acuerdo "win, win".

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