¿Por qué a medida que el principio del fin de la pandemia se atisba en forma de vacunas, crece la cifra de quienes no creen en ellas? Porque, aunque no sepamos cuántos son escépticos y cuántos conspiranóicos y negacionistas, uno de cada tres habitantes del planeta no se vacunaría o no sabría si hacerlo contra la Covid-19, según la encuesta que el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) hizo el pasado verano entre más de 400.000 personas de 67 países. Y lo confirma en España el último barómetro del CIS: el 47% de los españoles no se podrían la vacuna inmediatamente, frente a sólo el 36,8% ha dicho que sí sin poner ninguna condición. Y la OMS calificó el año pasado el rechazo a vacunarse como uno de los diez principales riesgos para la salud mundial.
La confianza en cualquier vacuna es tan importante como su eficacia”.
Pero si alguien puede responder a quienes dudan de las vacunas o las atacan es la antropóloga norteamericana Heidi Larson. Convertida en cazadora de rumores, bulos y fake news, Larson ha dedicado toda su vida a estudiar por qué la gente no quiere vacunarse y pone en duda uno de los avances científicos más importantes de la humanidad. Ese que en más de un siglo ha conseguido erradicar enfermedades como la viruela o la poliomelitis. El mismo que puede devolvernos, esperemos que muy pronto, una vida como la que conocíamos hasta el pasado febrero.
¿Quién es?
- Esta antropóloga de 63 años, natural de Massachussetts (EE.UU.), es hija de un sacerdote episcopaliano y activista de los derechos civiles. Tras trabajar en Unicef y Save the Children, creó en 2010 el Proyecto para la Confianza en las Vacunas.
- En su equipo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres trabajan expertos en epidemiología, ciencias políticas, psicología y matemáticas.
- Su labor en favor de la vacunación es hoy más decisiva que nunca. Se considera que entre el 60% y el 70% de la población debería estar vacunada para conseguir inmunidad comunitaria frente a la Covid-19.
Larson, de 63 años, es natural de Massachussetts, hija de un cura episcopaliano y luchador por los derechos civiles. Tras trabajando durante años en África y Asia para Unicef y Save The Children, se encontró en 2002 con un acontecimiento que cambió su futuro. Estaba en Nigeria desarrollando un programa de vacunación contra la polio, que llevaba puerta por puerta, hasta la más remota aldea de la zona, la cura para la enfermedad. Sin embargo, el boicot de un gobernador de la zona puso en riesgo la iniciativa de la OMS para erradicar la enfermedad, lo que supuso una pérdida de millones de dólares y permitió que la cepa nigeriana se extendiera en 20 países más. De hecho, la epidemia se alargó durante 18 años: hasta el pasado mes de agosto, la OMS no consideró que la polio había desaparecido en África.
Así que hace 10 años, Larson creó la iniciativa a la que ahora se dedica en cuerpo y alma: el Proyecto para la Confianza en las Vacunas, con sede en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Allí, una docena de expertos con conocimientos en epidemiología, ciencias políticas, psicología y matemáticas forman el equipo que supervisa todo lo que se publica en los medios de comunicación, pero también en las redes sociales, en contra de la inmunización y en 63 idiomas. Porque, según aseguran, la desinformación, el movimiento antiglobalización, la falta de confianza en los gobiernos y la polarización política han aumentado el problema. Y su trabajo es hoy más decisivo que nunca, porque se considera que entre el 60% y el 70% de la población debería estar vacunada para conseguir inmunidad comunitaria frente a la Covid-19.
“Los antivacunas convencidos no son quienes más me preocupan, sino ese 80% de ciudadanos que se encuentran en el medio y cada vez se muestran más escépticos debido a la información (con frecuencia falsa) y los rumores que caen en sus manos en un mundo dominado por la tecnología digital, donde la manipulación es muy sencilla”. asegura. Esos ciudadanos buscan respuestas y no la encuentran en los científicos, a los que normalmente no entienden; en la industria farmacéutica, a quienes atribuyen intereses económicos ocultos; ni en los gobiernos, en los que no confían. «No tenemos un problema de desinformación. Tenemos un problema de confianza”, asegura la investigadora, para quien la confianza en las vacunas “es tan importante como su eficacia”.
“La tendencia mundial en la aplicación de vacunas se estanca y en algunos lugares, disminuye. Si no nos ponemos a ello ahora y la COVID lo empeora, estaremos en un lío. El tiempo se acaba”, asegura la experta, que considera “importante recurrir a las comunidades locales, a los maestros e incluso a los líderes religiosos para recuperar la confianza en que las vacunas pueden salvar vidas”. Ella sufrió la enfermedad en abril, y su marido, el virólogo belga Peter Piot, descubridor del Ébola y director Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, estuvo a punto de morir.
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