Así se gestó el desembarco de mujeres con poder en la administración de Joe Biden: un lobby de profesionales contra el techo de cristal

Aunque todavía no está claro cuándo ni cómo abandonará la Casa Blanca Donald Trump, ni siquiera si admitirá la derrota electoral antes de irse, Joe Biden ha comenzado a dar pasos adelante en la transición entre administraciones. Una nota predomina en los equipos que le están apoyando en el camino a la presidencia: un compromiso ‘de facto’ con la paridad que trasciende el espectacular nombramiento de Kamala Harris como vicepresidenta.

El 53% del staff de su equipo senior (el de mayor responsabilidad y confianza) son mujeres (el 52% del total de su equipo). Hablamos de más de la mitad de las 500personas que responden a las órdenes de Biden. Quedan despejadas así las sospechas de ‘tokenismo’, la inclusión simbólica como concesión a grupos minoritarios que no responde, en realidad, a un sincero convencimiento acerca de la necesidad de diversidad en los puestos de poder.

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Tres anuncios confirman la firmeza de Joe Biden a la hora de abrir la puerta del poder a las mujeres. El nombramiento de Janet Yellen (74 años) como Secretaria del Tesoro, como la primera mujer que tienen en sus manos la Hacienda Pública y dirige los fondos federales, no solo tiene lógica, sino que concita la aprobación de republicanos y demócratas moderados. De hecho, presidió la Reserva Federal en las dos anteriores administraciones demócratas, con decisiones que se han señalado como las responsables del crecimiento de actividad y de empleo durante los últimos años del gobierno de Barack Obama y los primeros de Donald Trump. Ahora tendrá en sus manos las políticas de recuperación que han de seguir al parón producido por la pandemia de Covid-19.

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Un segundo nombramiento ha suscitado la aprobación general, esta vez solo en las filas demócratas: el de Linda Thomas-Greenfield (68 años) como embajadora de Estados Unidos en Naciones Unidas. Diplomática reputada durante décadas, fue forzada a abandonar su puesto en el Departamento de Estado, donde estaba desde hacía décadas, por la administración Trump. Se resarce así a una mujer que vivió la segregación y la violencia del Ku Klux Klan en su Louisiana natal y que ahora debe reconstruir los lazos que el anterior gobierno rompió con la Organización Mundial de la Salud o el Consejo de los Derechos Humanos.

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El tercer nombramiento, el de Avril Haines (51 años) como directora Nacional de Inteligencia, desvela lo influyentes que pueden ser los lobbys de mujeres cuando planean estratégicamente sus acciones. Haines ha sido la mujer que más alto ha llegado en la CIA (subdirectora) y ocupó el puesto de viceasesora de Seguridad Nacional de Obama entre 2015 y 2017. Sin embargo, quizá no hubiera obtenido el cargo si un minúsculo lobby de mujeres, el Leadership Council for Women in National Security, no se hubiera acercado a la candidatura demócrata en el verano de 2019 para pedirles un compromiso: que al menos el 50% de los puestos relacionados con la seguridad nacional fueran ocupados por mujeres.

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Joe Biden, Kamala Harris y 17 candidatos demócratas más firmaron el compromiso que ahora comienza a dar sus frutos. Es un logro, pues el Leadership Council for Women in National Security funciona, sin personal alguno en nómina, gracias exclusivamente al voluntariado de su socias. Son apenas un centenar de profesionales senior que han trabajado en el ámbito de la seguridad nacional, un espacio en el que las mujeres siempre han estado infrarrepresentadas. De hecho, entregaron a Biden y Harris una lista con los 190 puestos a considerar y una base de datos con 850 candidatas a desempeñarlos. Suenan nombres de esa lista para dirigir el Pentágono, para la Secretaría de Defensa

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