Cuando eres una actriz insegura (una persona insegura, así en general) y te pillan para una peli en un idioma que desconoces y que finges saber porque te has preparado la separata a conciencia y llegas el primer día de rodaje, después de un montón de pruebas, y te topas con Sofía Loren con la que vas a compartir unas 12 secuencias… solo tienes dos opciones. La A era dejar que la situación me devorara, esconderme debajo de la cama aterrorizada; y la B, normalizarlo de un modo honesto, decir que estás la hostia de nerviosa e intentar hacerlo lo mejor posible. Yo opté por la B, pero cuando llegué al hotel la primera noche, mi yo más mitómana se rio a carcajadas en una mezcla de histeria y de mañana de Reyes Magos. He sido muy afortunada de poder tener a esa leyenda delante, que si bien es una amable abuelita, su halo de estrella y su magnetismo llenan la sala siempre que ella aparece.
Todos los mitos que podía tener cayeron de golpe cuando descubrí que la Loren en realidad era una actriz entregada y apasionada como cualquier otra, que tiene un recorrido exagerado en su espalda, pero que no ha perdido esa frescura vivaracha de quien se enfrenta a un texto por primera vez. Lo peor, que no sé inglés (y mucho menos italiano). Por tanto, cada vez que su asistente me llevaba a su camerino porque a ella le apetecía pasar un rato conmigo o cada vez que me susurraba confidencias al oído mientras se amarraba a mi brazo, yo asentía idiota perdida o sonreía hasta que un día ella me dijo: “No estás entendiendo absolutamente nada de lo que te digo, ¿no?”. Tenía razón.
Tan insegura (como yo) y tan profesional que llegaba la primera y se iba la última me hacía pensar en todas las personas de su edad que conozco. Y en como ella, como si estuviera hecha de una pasta especial, solventaba todas esas horas de trabajo tan pancha. Reímos, aunque nos entendiéramos poco, y creamos algo muy bonito de complicidad, que tal vez fue espejismo o ese efecto Gran Hermano de los rodajes, pero me llevo un recuerdo maravilloso de haber estado currando mano a mano con ella.
Un día, yo estaba hablando de mis extensiones con alguien del equipo. Me hacía mucha gracia llevar tantísimo pelo falso, yo qué sé, y ella me apartó a un lado y me dijo que nunca hablara de mi pelo falso con nadie, que eso rompía la magia… Esa magia es el respeto hacia lo que proyectan los demás, porque el mito no es ella, es cómo nosotras la miramos. La vi hacerse fotos, amable, tras una jornada de 12 horas y eso es su responsabilidad como estrella, el no romper esa magia. Actuar es jugar, pero hay que jugar bien; y cuando esa señora te mira en un contraplano, te obliga a entrar en su lenguaje y en su juego, porque no te está mirando sólo ella, te está mirando Una jornada particular, te está mirando el sur de Italia, los putos spaghettis… y la historia del cine. Mucho respeto.
Hace poco mi amiga Olivia me dijo que nunca le había importado que la llamaran "señora", porque cuando pensaba en esa palabra lo primero que le venía a la cabeza era Sofía Loren. Pues eso: una señora.
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