¿Os acordáis?

Casi siempre, las mejores ideas del día se me ocurren por la mañana en la ducha, a 42 grados. El agua azota mi espalda y dejo que me queme un poco. La tengo sensible, así que a veces se resiente y me tengo que echar crema hidratante en partes de las escápulas a las que no llego, por lo que acabo haciendo posturas de danza imposibles que desde fuera parecen coreografías de Sia.

Cada vez que me da por gritar "eureka" lamento no tener un boli acuático –un poco como esos críticos que llevan linternita incorporada a los cines– para no perder comba de mi lucidez de recién despierto. A los cinco minutos, corro en albornoz hasta el móvil y, barridos algunos detalles por la tromba incandescente, mis hallazgos quedan cojos, cercenados a la mitad. Les falta el matiz y por tanto la catarsis. Soy mucho más listo de lo que luego llego a apuntar.

Pensé en una columna para hoy en la que disparara versos sin rima con un común denominador. Encabezaría todos con un conmovedor "¿Os acordáis?", igual que repite Albert Pla en la única canción catedral que ha lanzado este año y que ha pasado desapercibida porque estamos pensando en otras cosas. Pero luego me entero de que a Trump se le ha ocurrido lo mismo "¿Os acordáis de cuando hablábamos de otra cosa? Dejad de pensar en el virus. El virus va a dejar de ser un problema" y me avergüenzo un poco de haber compartido tesis con un presidente catastrófico.

¿Os acordáis de cuando éramos capaces de navegar los periódicos digitales en toda su profundidad buscando noticias de Cultura o Deportes sin llegar agotados o rendirnos antes, o de cuando nos preguntaban “qué tal estás” y contestábamos “bien” sin matices de culpa?

¿Os acordáis de cuando los políticos no se congregaban en fiestas editoriales multitudinarias para después pedirnos que no nos reuniéramos nosotros más que de seis en seis, o de cuando el ministro de Sanidad no era el más mediático de España?

¿Os acordáis de cuando ligábamos utilizando todas las partes de la cara y de cuando teníamos las manos suaves por no bañarlas en alcohol 10 veces al día?

Leo que los policías han hecho una redada en un botellón de 300 personas en Madrid Río. Trescientos individuos desprovistos de la épica de Frank Miller e inconscientes del corto plazo, como el fumador que sabe que algún día lo dejará y sus pulmones se regenerán a tiempo de no sufrir secuelas. Es ontológicamente imposible meter en la cabeza de alguien que se cree inmortal que esos contactos podrán matar a su padre, a su tío o a su abuela, igual que nadie piensa que será víctima de un atentado terrorista o de un accidente de coche, pero el martes se murieron 267 personas en España que en febrero pensaron que celebrarían la Navidad. Ahora sabemos que no la celebraremos ninguno.

Es un problema que comparo muchas veces con el (no) ecologismo. Quienes no separan la basura por bolsas de colores ni reciclan las pilas se consideran una gota en el mar. Piensan que su negligencia por desidia pasa desapercibida en el monto de nuestra irresponsabilidad y que nuestro planeta es tan infinito que aguantará muchos castigos microscópicos sostenidos. Y puede que lleven razón porque resulta muy difícil empatizar con tus bisnietos no natos. Solo que con el COVID las consecuencias no se miden a 100 años vista, sino a dos semanas. Pasarse una botella de kalimotxo con la consecuente bomba molotov sanitaria asociada puede que nos deje sin gusto, sin olfato y sin pulmones en apenas un mes.

Aquel día en que varios políticos se juntaron en un photocall para celebrar a unos pocos, se rompió algo más grande que lo que denunciamos airados en redes sociales. La altura moral y la confianza no es algo que se recupere como el rabo de una lagartija. A veces se va para siempre y con ello se pierden elecciones. O a lo peor, no.

Igual no nos acordamos de nada de lo que dicen estos versos sin rima porque, según Pedro Sánchez, desafiando las cifras oficiales, ya nos hemos contagiado tres millones de españoles. El virus, dicen, te siega la memoria.

¿Os acordáis de cuando no nos saludábamos como monjes shaolin, o de cuando Instagram estaba lleno de fotos de nuestros pies en la playa y no de quejas políticas o de memes de arcoíris que quizá no se cumplirán?

¿Os acordáis de cuando íbamos a Ikea sin más miedo que el de quizá discutir y dejarlo con nuestra pareja en lugar de discutir y además contagiarnos?

¿Os acordáis de cuando en enero sacábamos billetes de avión para todos los puentes del año o de cuando nos molestaban los ronquidos del de la butaca de al lado en el cine porque estaba demasiado cerca?

"El que sufre tiene memoria", decía Cicerón. ¿Os acordáis de cuando no teníamos que decir "¿Os acordáis?"?

Las mejores ideas del día se me suelen ocurrir en la ducha cuando casi todos duermen y busco maneras de mejorar el mundo. Ahora solo me planteo no empeorarlo mientras deseo muy fuerte que los demás estén pensando lo mismo.

Fuente: Leer Artículo Completo