A Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981), el cierre de Madrid le sorprende a 500 kilómetros, en la lucense Sierra de Courel, buscando localizaciones para su próxima película. “No puedo adelantar nada, solo que la rodaremos el año que viene”, cuenta. Ni siquiera si será más intimista, como Stockholm y Madre, o en la línea de las trepidantes Que Dios no perdone y El reino, todas reconocidas con multitud de premios. No hay quien lo pare, ni siquiera en tiempos de pandemia, que aprovechó para filmar y debutar como actor –“Me lo he pasado muy bien pero no lo volveré a hacer”, dice riéndose–, uno de los episodios de En casa (HBO) junto a la actriz Marta Nieto, su pareja. “Ahora la forma de funcionar de los directores es trabajar en varias historias a la vez porque muchas no salen. Si me entra el desánimo, me obligo a no quejarme; me siento un afortunado”.
Sorogoyen acaba de estrenar Antidisturbios (Movistar+), la miniserie que ha creado junto a su colaboradora habitual, Isabel Peña, y con la que se estrena como director en televisión. Calificada unánimemente por la crítica como una de la mejores producciones del año, los seis episodios se centran en un grupo de policías antidisturbios que, tras un desahucio que se complica, es investigado por una agente de asuntos internos (Vicky Luengo) que acabará descubriendo una corrupción a gran escala. “La serie surgió porque me fascina la violencia del ser humano, me pregunto cómo somos capaces de construir y dar tanto amor y, al mismo tiempo, de hacer tanto daño al prójimo. La institucionalizamos porque no queda más remedio si vives en un estado de derecho. Y por eso se crean cuerpos como los antidisturbios que, en cuanto escarbas un poco, son fascinantes. Todos tenemos en la memoria imágenes de cargas que dan miedo, pero a mí me interesaba lo que hay más allá del tipo que da un porrazo. Lo fácil es tacharle de violento. Quería saber en qué momento alguien decide dedicarse a esto, cuándo pierde los nervios, cómo se relaciona con su familia en casa…”.
Tenemos los políticos que nos merecemos, somos responsables de permitir lo que nos pasa”.
El planteamiento le sirve para volver a meter el dedo en la llaga de la corrupción, como hizo en El reino, con la que logró siete Goya. “No me considero un guerrero que lucha contra la corrupción, pero es un tema que me interesa y solo hace falta leer las noticias para darse cuenta de que es uno de los males endémicos de este país. Por eso creo que es sano hablar de ella”, afirma. Pero va más allá: “Hay mucha gente que critica mi postura, pero creo que tenemos los políticos que nos merecemos y somos responsables de permitir las cosas que nos pasan. Tampoco soy un cínico que dice que todo está fatal y nunca va a cambiar porque en los últimos años noto ciertos avances y quiero creer que la sociedad va a mejor, pero si me preguntas si alguna vez acabaremos con la corrupción la respuesta es no, o soy pesimista. Y no porque piense que el ser humano es corrupto por naturaleza sino porque el sistema hace que sea muy fácil caer en determinadas trampas”, argumenta.
Para contar esta historia que reta al espectador a reflexionar, se ha rodeado de actores y técnicos que le acompañan desde sus inicios. Empezando por su padre, Paco Revilla –“Siempre dice que no va a repetir porque los rodajes le agotan, pero disfruta muchísimo y me encanta contar con él”, dice–, Roberto Álamo, Mónica López o Alfonso Bassave. “Me da tranquilidad trabajar con amigos. Un desconocido nunca te soltaría: “Por aquí no Ruy, que te estás yendo para otro lado”. ¿Y dirigir a tu pareja? “En cada rodaje nos enfadamos muchísimo un día, en la séptima semana más o menos, pero nunca es un drama porque sabes que lo vas a arreglar”. El director está abonado al éxito desde que a los 27 años debutó, junto a Peris Romano, con 8 citas. El reconocimiento, que incluye una nominación al Óscar por el corto Madre, no le ha impedido librarse de voces que le acusan de firmar películas “testosterónicas”. Algo que, probablemente, se repita con Antidisturbios, protagonizada por una mujer pero con un reparto masculino en un entorno de violencia. “Intento no hacer mucho caso a esos comentarios, aunque he de tener las orejas y los oídos bien abiertos para ver hacia dónde va la sociedad. Pero es cierto que ahora se mira todo con lupa y hay un buenismo imperante que no hace ningún bien. Queremos ver y escuchar cosas bonitas que no nos molesten, pero, si para algo debe servir la ficción, es para que nos cuestionemos las cosas”.
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