Ángeles González-Sinde: “Amancio Ortega es una persona excepcional. Lo comparo mucho con Ferrán Adrià. Es ese tipo de mente privilegiada y original”

El museo Reina Sofía cumple 30 años con una guionista de cine y televisión al frente de su patronato. Y esto tiene más sentido de lo que parece, ya que un guion férreo que dirija sus próximos pasos es justo lo que el museo necesita en un momento crítico marcado por el bajón de visitantes derivado de la covid-19 y las restricciones impuestas por esta pandemia. La carrera de escritora de novela, cine y televisión de Ángeles González-Sinde ha pivotado entre los proyectos de qualité (La buena estrella o La suerte dormida, que además dirigió) y otros más populares (Mentiras y gordas o el culebrón diario Amar es para siempre), lo que prueba su capacidad para navegar con solvencia en aguas muy distintas. Se da también el importante detalle de que fue ministra de Cultura entre 2009 y 2011, durante la presidencia de Zapatero. Las críticas de los internautas por la Ley Sinde o las duras negociaciones para mantener la colección de Tita Thyssen fueron algunos de los momentos más recordados de su mandato. Y esas fueron aguas definitivamente turbulentas a las que ahora tampoco parece temer.

¿Por qué cree que le ofrecieron presidir el patronato de un museo, y además tan significado como el Reina Sofía?
Imagino que les parecía que podía aportar algo por venir del mundo de la cultura pero tener al mismo tiempo una experiencia en la Administración, que es un perfil poco común. Y que además tenga una cierta sensibilidad o entendimiento, si no tanto del arte específicamente, sí de los movimientos culturales y del pensamiento contemporáneos.

Lleva ya cuatro meses en el puesto. ¿Ha decidido cuál es su misión en él, si es que se propone alguna?
En este momento hay dos desafíos principales. Una es dar servicio a todos los que necesitan del museo, puedan o no visitarlo físicamente, y otra encontrar recursos para que eso sea posible. Reforzar la parte de financiación que hemos perdido. Y mantener a los socios y partners que nos están sosteniendo, porque gracias a ellos podemos seguir con nuestras actividades. También tenemos un equipo estupendo, pero necesitaríamos reforzarlo.

Para eso, como dice, se necesitan ingresos, y el Reina Sofía es el museo que recibe más financiación del Estado. Con la caída de ingresos por visitantes debido a la pandemia, ¿pedirán más dinero público o acudirán al sector privado?
Por suerte contamos con varios aliados. Por una parte, las empresas que forman parte del patronato: Telefónica, el Banco Santander, Mapfre, la Mutua, Inditex… Y otros que también colaboran aportando año tras años. Y por otra, las dos fundaciones, la de los Amigos del Reina Sofía y la Fundación Reina Sofía, con la presencia de importantes coleccionistas latinoamericanos que nos dan mucho apoyo, a veces con (donaciones de) obra y a veces con recursos. Hay que llamar a otras puertas, que el museo se esfuerce por hacerse atractivo a sectores distintos. Las instituciones culturales deben tener cuidado en no ensimismarse.

Ya que menciona Inditex, acaba de saberse que va a realizarse una serie biográfica sobre Amancio Ortega de la que usted es guionista. ¿Ha aprendido algo sobre el personaje, positivo o negativo, al realizar esa labor?
Muchas cosas, pero todas estaban ya en el libro de Covadonga O’Shea que estamos adaptando. Es una persona excepcional con cualidades excepcionales. Yo lo comparo mucho con Ferrán Adrià. Es ese tipo de mente privilegiada, muy original y muy distinta.

Todo indica que se dará una imagen positiva de Ortega.
Sí. La verdad es que no debería contar mucho porque la serie está aún en producción y la plataforma así me lo ha dicho. Pero se va a centrar sobre todo en cómo el mundo del trabajo ha cambiado desde los años 60 del pasado siglo hasta los 2000, a través de una empresa que crece desde ser un taller muy pequeñito hasta convertirse en una multinacional.

¿Y la serie sobre Miguel Bosé que escribe con Boris Izaguirre, por cierto? ¿Están ya elegidos los actores?
Estamos en el desarrollo de la primera temporada. En ninguna de las dos series está aún el casting ni nada.

¿Está previsto recoger su último y sorprendente giro en redes sociales sobre la pandemia?
No llega hasta ahí. Ya solo su infancia da para una temporada. Así que nos centramos sobre todo en los primeros años de su carrera. Si la serie va bien, seguiremos hasta donde Miguel quiera.

Volviendo al museo, hablábamos del apoyo de los coleccionistas. ¿Qué proyectos o iniciativas prevén en para atraer coleccionistas y mecenas?
Estamos convencidos de contar con su apoyo, porque así nos lo han demostrado todos estos meses. Hay alrededor otras instituciones a las que cuando vienen mal dadas el museo puede prestar amparo. La idea es seguir tendiendo la mano a todo ese ecosistema, ya que el museo no existiría si un tejido artístico alrededor. Por eso es importante que el presupuesto permita seguir haciendo adquisiciones. Todos los museos deberían seguir poder comprando obra este año y el próximo, entre otras cosas porque es una inversión que siempre sale a cuenta.

En ese sentido, pienso en Carmen Thyssen. Siguen las larguísimas negociaciones pararenovar el depósito de su colección en el Museo Thyssen-Bornemisza, de titularidad pública. Ahora ocurre con el Mata Mua de Gauguin como durante su mandato con La esclusa de Constable, que ella acabó vendiendo después. En unas declaraciones, usted llegó a calificarla de chantajista.
Yo es que… Veamos, en este país, afortunadamente hay otros coleccionistas importantes que apoyan los diferentes museos con las obras de su colección, aunque no se habla de ellos, ni ellos tienen tanta necesidad de reconocimiento público, de esa pleitesía. Y también hay un equilibrio, porque para el coleccionista también es bueno que su obra esté custodiada y difundida por el museo. Y ya está. A mí lo que me gustaría es que en este país nos habituáramos a que comprar arte no es solo para unos pocos elegidos. No es muy bueno que nos quedemos con la idea de que el arte es solo para multimillonarios. De igual manera que hay otros bienes que valoramos mucho y compramos a plazos, podríamos tener una preferencia por comprar un cuadro en lugar de un coche potentísimo. Es cuestión de valores. Y ahí es donde los museos de arte contemporáneo pueden lanzar un mensaje.

Para eso hay también dos vías: el sistema educativo y un marco fiscal adecuado. Es decir, una Ley de Mecenazgo.
Es verdad que la Ley de Mecenazgo es un viejo sueño que no termina de la materializarse, pero no es sencillo. Cualquier intento de convencer a Hacienda de que pague menos impuestos alguien que contribuye a un proyecto cultural es difícil. Y lo han intentado varios ministros de cultura de distintos gobiernos e ideologías. A mí no me preocuparía tanto el mecenazgo como que haya otras políticas que acompañen y ayuden a incentivar el coleccionismo. Es una tarea que se puede hacer con las personas más jóvenes desde otros ámbitos. Por ejemplo, ARCO también hace una gran labor para dar a conocer el arte al público. El próximo año se ha trasladado a julio, espero que pueda celebrarse y que aprendamos de esa experiencia.

Sobre el tema Carmen Thyssen u otros, ¿le ha consultado en alguna ocasión el ministro Uribes?
No. El ministro es una persona muy receptiva y que escucha, y parece flexible y con actitud de resolver las cuestiones. Pero tiene un equipo lo bastante bueno, y dentro de él una recién nombrada directora de Bellas Artes (María Dolores Jiménez-Blanco) que es magnífica.

Siendo usted ministra se armó bastante revuelo alrededor de la Ley de Propiedad Intelectual, llamada Ley Sinde, que por cierto se aprobó ya con el gobierno de Rajoy. En su día tuvo en contra muchos internautas, y promovió un debate sobre la gratuidad de los contenidos de internet, muchos de ellos culturales, que está muy vigente como se ha demostrado durante el confinamiento.
Cuando en internet se pone a disposición un contenido se lucran quienes lo hacen, no es una acción altruista como muchos creían en ese momento. Y la ley, que sigue vigente, persigue a quien se lucra con los datos de la gente, no al usuario. Esto es algo que entonces no se sabía muy bien, aunque ahora seamos más conscientes de ello. Hemos aprendido, en parte porque existió ese debate. Cada país buscaba una solución distinta, pero en España el debate fue más enconado que en otros.

¿Quedó personalmente marcada por su experiencia como ministra?
Ser ministra es una experiencia excepcional que por fuerza cambia a cualquiera. Ir cada viernes al Consejo de Ministros para escuchar cómo aquellas personas con tantísima responsabilidad ponían sobre la mesa los asuntos que había que abordar es un recorrido por la realidad que pocas veces se tiene en la vida. Y luego hay otra parte, que es esa exposición pública constante. Eso es algo que te hace ser más considerado hacia los demás durante el resto de tu vida.

¿Se volvió más cauta?
Te haces más consciente de las interdependencias. Y de la importancia de las palabras, de lo que dices. También de lo que haces. Más cauta, sí, pero para bien: eres más respetuoso.

El Reina Sofía lleva tiempo programando más exposiciones de mujeres artistas, al ritmo que marca la propia sociedad. ¿Pero un museo de arte contemporáneo no debería incluso adelantarse a ese ritmo?
Creo que el museo va bastante por delante, al menos de cierta parte de la sociedad. Y de hecho a veces nos hemos visto en polémicas por ello. Un museo de arte contemporáneo siempre se la está jugando. Está siempre en el filo. Sobre todo cuando tiene una conciencia social tan grande como este, que es como deberían ser todos. La función de las exposiciones del museo no es ornamental, por eso a veces te la juegas.

Es cierto que, de hecho, se ha criticado que el museo tiene un enfoque demasiado político, o que no programa suficientes exposiciones mediáticas o de artistas estrella. Más “ornamentales”, por usar su término. ¿Asume esa apuesta como sello propio?
Sí, aunque eso mejor se lo tendrías que preguntar a Manolo Borja. Yo no entro en los criterios artísticos, porque entiendo que no es mi rol. Como has dicho, soy una escritora y guionista y de vez en cuando hago películas. No debo decidir quién debe estar y quién no (en el museo). Puede haber artistas que me gustan mucho pero que aquí a lo mejor no tienen cabida. Lo que sí me gustaría, por haber sido antes ministra, es que hubiera espacios donde esas exposiciones pudieran verse. Por ejemplo, que aprovecháramos bien la Tabacalera, que abrimos hace diez años cuando yo era ministra con la idea de que fuera algo solo provisional. Y ahí lleva diez años siendo provisional.

De hecho se dijo en 2017 que se incorporaría a la órbita del Reina Sofía, pero luego no se ha sabido más. ¿En qué estado se encuentra el proyecto?
Estaría bien que así fuera, nos daría más espacio. Pero aunque sé que el ministerio está trabajando en eso, no lo tiene concretado.

¿Qué otros retos de futuro se plantea el museo?
Ideas y proyectos no faltan. Lo que falta es reforzar los equipos para llevarlos a cabo, y poder encontrar los recursos interesando a más miembros de la sociedad civil.

¿Sabe que en breve vuelven a las calles Madrid las meninas de fibra de vidrio intervenidas?
¿Las meninas? ¿Las quitaron y las vuelven a poner?

Parece que se trata de una iniciativa periódica. Esta sería la tercera edición. Mi pregunta es si no es perjudicial que desde las administraciones se apoye y se haga pasar por culturales algunas iniciativas de gusto cuestionable bajo coartadas artísticas, como aquí pasa con Velázquez.
En el cine siempre tenemos ese debate entre entretenimiento y cultura, cine de arte y ensayo y más popular. Como pasa en literatura con los best-sellers y otros libros más serios. O sea que aquí se replica ese mismo debate. Si el entretenimiento sirve de vaso comunicante o de aperitivo para abrirte el apetito, bien está. Creo que no deberían ser incompatibles, mientras uno no robe espacio, foco o presupuesto al otro.

Pero el gusto se crea. ¿Cree que el público al que se dirigen esas meninas encontrará en ellas un incentivo para ir al Reina Sofía a ver la exposición de Concha Jerez, por ejemplo?
Es un camino largo, pero… (larga pausa). Es difícil eso que planteas, porque entra la sensibilidad y la preparación de cada uno, son muchas variables que operan simultáneamente.

Manuel Borja-Villel lleva doce años como director, y si no me equivoco el máximo son quince. ¿Han hablado del posible recambio?
Yo no he hablado para nada de eso con Manolo. Quedan tres años, y al ritmo vertiginoso de hoy en día pueden pasar muchas cosas en ese tiempo. No tengo duda de que el museo sabrá hacer ese cambio. El equipo está muy consolidado y es difícil que se pare la máquina. Seguro que habrá excelentes candidatas o candidatos de futuro. De momento, con que podamos superar este año con bien ya nos damos por contentos.

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