La jueza Ruth Bader Ginsburg murió ayer a los 87 años en su casa de Washington por complicaciones que se produjeron en la enfermedad con la que llevaba años luchando, el cáncer de páncreas.
Nacida en Brooklyn, Ginsburg realizó una cátedra sobre derecho y género y consiguió hacerse hueco en la abogacía, un sector que mayoritariamente estaba dominado por hombres. En los años setenta la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles la contrató para trabajar por los derechos de las mujeres y fue la responsable de ganar casos tan afamados como el caso Frontiero o el Wiesenfeld.
Tras varios años de trabajo y esfuerzo, fue nombrada jueza de la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1993 por Bill Clinton y, gracias su incesable labor, se convirtió en uno de los mayores referentes en la lucha de la igualdad de género. Entre muchos de sus logros, Ginsburg destaca por haber defendido diversos casos a favor de la igualdad, como su constante lucha contra la discriminación, la emisión de votos progresivos sobre casos acerca del derecho al aborto, su alegato a favor del matrimonio homosexual, su público alegato contra la política de Trump e, incluso, otras temáticas sociales como el derecho a la atención médica para los ciudadanos.
Activista y feminista, Ginsburg logró convertirse en una de las figuras más alabadas del panorama internacional. Un gran número de personas acudió en la noche de ayer a la Corte Suprema de los Estados Unidos a mostrar su tristeza ante la noticia e incluso, un gran número de personajes públicos le homenajean hoy en redes sociales honrando su trabajo. Desde las actrices Jennifer Aniston, Lena Dunham o Sharon Stone, hasta modelos como Naomi Campbell o Kaia Gerber. El fallecimiento de la jueza ha conmovido al mundo. Es una triste sacudida que deja un gran legado en la historia del feminismo.
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