- La nueva ‘Mulan’ está disponible en Disney+ por 21,99€.
- ¿Habrá secuela del ‘live-action’ de ‘Mulan’?
Desde que ‘Mulan‘ se estrenó en Disney+ el pasado 4 de septiembre, muchos fans están en bucle: «¡Deshonra sobre toda tu familia! ¡Deshonra sobre ti! ¡Deshonra sobre tu vaca!». A veces cuesta que nos toquen demasiado las películas de nuestra infancia, pero Walt Disney Pictures parece dispuesto a hacerlo. Y, si va a ser así, mejor que al menos intente hacer algo nuevo. Niki Caro dirige esta nueva adaptación de la historia de una mujer que se disfraza de hombre para sustituir a su padre en el ejército ante la amenaza de unos invasores en China, invocando más las raíces del ‘wuxia’ que el musical clásico del estudio.
De hecho, podríamos considerarla más bien una nueva interpretación de la leyenda (que es real: ‘La balada de Hua Mulan’ data alrededor de los siglos V y VI) más que una calcomanía de la película animada, aunque no hay duda de que bebe mucho de ella, desde las melodías de sus canciones (que aparecen como chispas de nostalgia) hasta guiños constantes a sus escenas más icónicas: las gallinas correteando al principio, los aspirantes a soldados subiendo los cubos de agua en la montaña, el tenso baño en el lago con la protagonista completamente desnuda intentando esconder su secreto, el caballo negro con la franja blanca en la cabeza… Digamos pues que ‘Mulan’ se encuentra en un punto intermedio entre una nueva reinterpretación y un remake, un lugar aproximado entre la literalidad de ‘El rey león’ y la vuelta de tuerca de ‘Maléfica’.
Sin embargo, entre los muchos cambios que vemos entre una y otra, desde la incorporación de una hechicera interpretada por Gong Li hasta la desaparición de personajes como Mushu o Shang, hay uno que realmente modifica el sentido de toda la historia tal y como la concibió Disney hace más de 20 años. Un cambio interesante, pero que da al traste con el mensaje más empoderador del personaje, y también a la capacidad que tienen los espectadores de empatizar con ella.
La Mulan de 1997 era una chica normal, tirando a torpe. La vemos en los inicios de la película haciéndose una chuleta en el brazo para su visita con la casamentera y descuidando sus tareas en la casa familiar, provocando que las gallinas correteen alrededor de su padre mientras reza. La tinta que se pone en el brazo para no hacer el ridículo acaba en la cara de la casamentera, y el grillo que le tenía que dar buena suerte acaba metido en el té y provocando un incendio en el culo de mujer. Es un inicio increíble: una persona que descubre que no está hecha para la vida que le marca la sociedad, que siente en su interior que quedarse en el pueblo y casarse no es el destino que ella ha soñado. Cuando surge la oportunidad de salvar a su padre vistiéndose de hombre y alistándose en su lugar en la guerra, eso le servirá para ponerse a prueba a ella misma. Para demostrar que puede ser algo más de lo que se la presupone.
La Mulan de 2020 es una luchadora nata. La vemos a una temprana edad saltando por los aires para perseguir a una gallina que se ha escapado, mostrando una gran destreza para la lucha. Es todo lo contrario que su antecesora: su poder es innato. Más tarde sabremos que se trata de algo llamado ‘chi’, una fuerza interior que todos poseemos pero que solo unos pocos pueden desarrollar de una forma tan espectacular (vaya, básicamente la Fuerza de la saga ‘Star Wars’). A partir de ahí, se le dirá que tiene que ocultar esas habilidades y ser una chica normal, pero ella es incapaz, porque ha nacido para luchar y triunfar y proteger y honrar a la familia. Cuando parte hacia el ejército, también vestida como un hombre, tiene que contenerse para no llamar mucho la atención. Ella es especial, es única, es diferente, pero no por ser mujer ni nada por el estilo: es porque nació con un poder que la convierte en alguien superior en el campo de batalla.
Aunque ambas historias son válidas e interesantes, lo que hemos perdido de una a otra es el espacio para la empatía, para identificarnos con el personaje y sentir lo inspirador que es su viaje. La nueva Mulan es una heroína de acción sin tacha, que tiene que aceptar su verdadera identidad para poder aprovechar al máximo sus habilidades mágicas. La antigua Mulan era una adolescente cualquier que tiene el mismo problema que probablemente la gran mayoría de su público más joven: aún no sabe quién es. Y está dispuesta a descubrirlo poniéndose en peligro, saliendo de su zona de confort y descubriendo de qué es capaz. La nueva Mulan encuentra detalles en común con este camino, pero el hecho de que parta de la excelencia no le deja demasiado margen para el progreso. Y de ahí que el personaje acabe siendo bastante plano.
Si a ese hecho le unimos una bella fachada (es visualmente increíble, llena de colores vivos y paisajes imponentes, con un vestuario trabajado a conciencia y un gran sentido de la espectacularidad), da la impresión de que ‘Mulan’ no es capaz de alcanzar las profundidades de su predecesora. No es capaz de encender un discurso real sobre el carácter performativo del género o ahondar en el conflicto interno que vive la protagonista. Carece de su épica y su sentido del humor. Es una genial película de acción, pero una que tiene muy poco que añadir a lo que ya habíamos visto no solo en la película animada, sino en el género en su conjunto (especialmente, el wuxia).
Pero, oigan, tampoco hay que poner el grito en el cielo: nadie nos va a robar la ‘Mulan’ de 1997. Seguirá ahí, por muchas versiones posteriores que aparezcan, que bienvenidas son si nos abren nuevas perspectivas sobre una historia milenaria como la de Hua Mulan. ¿Para qué queremos un nuevo Mushu, un nuevo Shang o volver a escuchar las icónicas canciones en otra carcasa? ¿No es más fácil simplemente volver al origen para ese chute de nostalgia que necesitamos de vez en cuando y dejar a las descendientes que exploren un poco con el material que heredan? ¿Es que no hemos aprendido nada del desastre inquietante que fue ‘El rey león’ por querer trasladar la magnífica película de 1994 a un documental de National Geographic?
Quizás esta ‘Mulan’ haya perdido cierto peso en ese mensaje empoderador que inspiró a tantas mujeres jóvenes a finales de los 90, pero también se merece una oportunidad (de hecho, la merecía en pantalla grande, pero ese es otro tema). Las comparaciones son odiosas, pero también voluntarias.
Vía: Fotogramas ES
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